El candidato a intendente de Hacemos Unidos por Córdoba, Daniel Passerini, agitó la bandera de largada para tratar de afirmar, si gana ell 23 de julio, que lograron vencer la respuesta autoinmune del electorado en Capital, históricamente afín a otras expresiones políticas para delegar la conducción de los destinos de la ciudad más importante del interior del país.
“Vamos a crecer con Daniel y Martín, vamos a seguir. No vamos a volver atrás, nunca más”, una de las estrofas del jingle cuartetero que recibió a la plana completa del cordobesismo: el precandidato a presidente, Juan Schiaretti; el gobernador electo, Martín Llaryora; y la senadora, también referente del peronismo de la capital, Alejandra Vigo. Sin ausencias, el peronismo celebró un triunfo y sentó las bases para la campaña que tiene como terminal el Palacio 6 de Julio.
“Qué suerte tiene Córdoba, tenemos dos gobernadores”, fue la chicana inaugural del transfuguista presidente del PRO que completa la fórmula oficialista, Javier Pretto. Llaryora eligió para la apertura del lanzamiento de su delfín la bandera que agitó en su campaña, la del “partido cordobés”.
Pretto no decepcionó, aunque se equivocó el nombre de pila de José Manuel de la Sota, el prócer del cordobesismo. “Franquicia de cuarta”, le dijo al espacio que integró hasta hace pocas semanas. Pretto, como la vicegobernadora electa, la radical Myrian Prunotto, fueron parte del primer gesto hacia la difuminación de límites partidarios de una nueva construcción. El peronismo histórico acompañó mansamente la estrategia, que logró un resultado pero no es lo niveles imaginados.
Llaryora brindó el discurso frustrado por las demoras en el escrutinio provisorio. Empezó agradeciendo el apoyo de la Capital que, junto a San Francisco, le garantizaron la elección y cerró con una exigencia de pedido de disculpas a los cordobeses apenas se cuente la última acta. “No vengamos con recetas viejas que hicieron que Córdoba perdiera 20 años, fundiendo la Municipalidad. Sigamos defendiendo este modelo de gestión”, pidió antes de enumerar la Córdoba que encontró antes de asumir en 2019 para componer la imagen de “la Córdoba del desastre”, como la llamó.
“Córdoba no tiene límites, no nos hagan jugar otra vez en un partido chiquito. No estamos para ser la número uno de Argentina, estamos para ser la número uno de Latinoamérica”, retrucó el eslogan de campaña del rival de Juntos por el Cambio, Rodrigo de Loredo.
Mencionó a otras referencias electorales: “Juan Pablo Quinteros me decía el señor de los rodillos. Yo no me olvido que fue funcionario de Luis Juez, el que empezó la decadencia”. Seguidamente, desarrolló su política inclusiva a propósito del pedido de disculpas de la libertaria Verónica Sikora que ofendió a la hija de Juez con sus reflexiones discriminatorias.
“Gamos el primer tiempo, pero para que esto avance necesitamos un equipo; elegimos la gestión no la pelea”, redondeó antes de ceder la posta al “protagonista”. Y contestó una crítica recurrente de la oposición: “Sí, es verdad que recibí ayuda del gobernador. Es la misma que va a recibir Daniel cuando sea intendente”.
Gestión, sí; peronismo, también
Passerini tiene ante sí un gran desafío y lo empezó reconociendo el legado de Schiaretti y José Manuel de la Sota. Una “corrección” al proyecto de fase cero que propuso Llaryora en el frustrado festejo del domingo.
La gestión será la pata fundamental, pero el peronismo histórico de la Capital quiere un juego central para la estructura política. Passerini lo sugirió al nombrar referencias territoriales, mientras las combinaba con promesas de gestión.
“Esta tiene que ser la ciudad más linda de Latinoamérica, la más sonriente. Vamos a trabajar, a militar, a ir casa por casa, a construir un triunfo mucho más grande”, arengó el candidato en la que promete ser una estrategia proselitista de corte clásico.
Fuentes que se referencias en la senadora Vigo insisten con “peronizar” la campaña de Passerini. Esto es, cepillar las secciones con actos pequeños y mateadas. La prioridad no debería ser exclusiva de las primeras líneas del gabinete que ofician como embajadores de la gestión, sino, más bien, propiciar el trabajo de las referencias históricas del PJ de la Capital.
Aquí se esconde una crítica velada que surge del mapa electoral en la ciudad que dejó la ronda provincial. Estas mismas fuentes aconsejan que la prioridad no la tendrían que tener aquellas seccionales donde arrasó Juntos por el Cambio, sino, al contrario, fidelizar el voto peronista en bastiones como la seccional quinta o la décima, por citar un par de ejemplos.
El razonamiento del peronismo territorial apunta hacia el concepto de tejer una red para que no se escape nada desde el domingo 25 de junio al del 23 de julio, cuando se elijan autoridades municipales.
“Se gastaron balas en la zona norte de la ciudad, franja históricamente radical”, refunfuñan con el mapa en la mano. Por lo tanto, al continuado de gestión que propuso Llaryora este viernes, contraofertan un trabajo tradicional: jugar fuerte el centros vecinales y clubes de barrio; retomar el contacto con las organizaciones sociales que fueron favorecidas con políticas de gobierno, pero que no correspondieron el trabajo en conjunto con un voto de confianza hacia el futuro.
Estos planteos deben leerse bajo el prisma de una campaña provincial que no salió según la expectativa de las encuestas. O, a decir verdad, de la fantasía montada por las encuestadoras de consumo habitual de Schiaretti y el intendente que será gobernador. La transversalidad mostró las costillas, con especial dureza en Río Cuarto, cordón productivo que no apoyó a Llaryora como si lo hizo con Schiaretti y su antecesor, José Manuel de la Sota.
Fue precisamente la hija del tres veces gobernador la que planteó esta peronización de la que hablan “sus compañeras y compañeros” de la Capital para la nueva fase electoral. Felicitó a Llaryora, pero negó, a renglón seguido, un cambio de ciclo. Eligió el concepto de “continuidad” del proyecto que empezó en 1999.
Passerini prometió continuidad de gestión, pero también de peronismo.