Las elecciones celebradas este domingo en Neuquén sellaron de manera definitiva un hecho histórico: se quebró la absoluta supremacía electoral que venía sosteniendo, desde su creación y durante poco más de seis décadas, el Movimiento Popular Neuquino (MPN), el único partido provincial que ejercía como partido de gobierno en la provincia.
¿Cuáles son las claves que permiten comprender el triunfo de Rolando Figueroa y el quiebre de la hegemonía del sello provincial?
Un primer antecedente está en la carta mediante la cual Figueroa anunciaba su renuncia a participar en las internas partidarias y su candidatura a gobernador por fuera del Movimiento Popular Neuquino (MPN). De ahí en adelante, la construcción narrativa de un MPN monopolizado por el sector Azul, que responde a Jorge Sapag y gobierna de espaldas a la población neuquina y no atiende sus demandas reales, que “daña” y no escucha críticas internas, permitió progresivamente traccionar a distintos actores del arco político local que vieron en Figueroa la posibilidad real de dar vuelta la taba, y especialmente al electorado.
La diferencia en los estilos, como segunda clave, describe no solamente las fortalezas de Figueroa con su liderazgo carismático, sino especialmente las enormes falencias que en el seno de la lista Azul no vieron (ni quisieron ver) como error en la instalación de un candidato como Marcos Koopmann, que arrastra el lastre de un administrativista al igual que el gobernador Omar Gutiérrez, con una empatía forzada en el correr de los años, y que a la hora de hacer campaña no alcanza para revertir el desconocimiento, a pesar de los recursos económicos.
La estrategia de atomizar a la oposición y multiplicarla en forma de colectoras o listas espejo es la tercera clave que explica el resultado. Figueroa aprovechó el viento de cola en el caos de fragmentación de los principales partidos nacionales y logró unir las piezas que podrían ser más capitalizables en términos electorales. A fuerza de acuerdos programáticos, construyó un frente heterogéneo convenciendo a las cúpulas de que el momento del más absoluto pragmatismo, por sobre las diferencias ideológicas, era este 16 de abril. Le jugó a la lista oficialista del MPN con las mismas cartas y se lo dio vuelta, algo que parecía impensado pero que terminó haciendo la diferencia y especialmente ampliando la territorialidad.
Por último, en la configuración de los casi 150.000 votos que le dieron el triunfo a Figueroa, probablemente existe una importante combinación entre la creciente conflictividad y el hartazgo social -producto de una administración que no logra reducir la asimetría entre los récords de producción de Vaca Muerta y el 38% de pobreza que registra la provincia-, el voto castigo a Gutiérrez/Sapag y una campaña con características casi artesanales que logró quebrar el blindaje que hasta este domingo parecía invencible.
El autor es licenciado en Ciencia Política. Analista político y especialista en comunicación estratégica. Consultor asociado en EPyCA Consultores.