El inicio del segundo semestre del año trajo consigo un escenario complejo de cambios intempestivos, agudización de problemas en algunos frentes y lo que terminó siendo una reorganización de mayor orden en el gabinete nacional.
El rearmado ministerial, que tendrá a Sergio Massa como titular de un ministerio que agrupa a Economía, Producción y Agricultura, se enfrenta a tres desafíos principales que vale la pena analizar.
En primer lugar, frenar la corrida y lograr la estabilización del dólar es tarea prioritaria a partir de consolidar cierta calma lograda estos últimos días en el mercado, buscando estabilizar las expectativas y generar mayor orden.
En relación, la escasez de dólares es el corazón de los problemas de la Argentina hoy. Si repasamos otros momentos en la historia de nuestro país vemos que, generalmente, cada crisis por restricción externa se resolvió con movimientos bruscos
del tipo de cambio, por ello, evitar una devaluación que licúe los salarios de las y los trabajadores es punto central de la discusión.
Debe quedar claro, en ese sentido, que cuando hay una devaluación no todos los sectores se ven perjudicados, ya que una minoría se beneficia en tanto tiene poder de fuego por la centralidad que ocupa para la acumulación de divisas. Mientras, por otro lado, el bolsillo de la mayoría de la población enfrenta las consecuencias de la pérdida
de valor del peso.
En la misma línea, lograr una administración más coordinada y efectiva en materia de regulación de importaciones es fundamental, si se considera el acelerado crecimiento que registran: enero-mayo 2022 suben un 44% interanual mientras que las
exportaciones lo hicieron en un 27% i.a. A la demanda estructural por crecimiento de la actividad económica, se sumó el incremento de los precios por la guerra que demanda mayor cantidad de divisas para importar energía, así como el incremento de otros rubros como bienes intermedios y de consumo, en niveles más altos a los que deberían.
Se destacan medidas de la autoridad monetaria como los límites en compra de pasajes al exterior en cuotas y por el sistema puerta a puerta, la restricción del pago en cuotas en los free shops para, por otro lado, impulsar la ampliación de los dólares disponibles para sectores productivos, mejorando las condiciones para la financiación de importaciones de autopartes, fertilizantes e insumos. En tanto que el más reciente anuncio ante la falta de dólares, tiene que ver con el incentivo a los productores para que vendan la soja retenida, una medida que no conlleva devaluación, no implica baja de retenciones y tampoco es un nuevo dólar, pero que, desde una mirada pragmática,
solo es buena si efectivamente se logra que liquiden.
En un segundo orden aparece el problema de cómo financiar el déficit que genera la demanda energética y la fuerte suba de los precios internacionales. El desorden macro debe ser resuelto y aparecen allí medidas como el avance en la segmentación de tarifas para no cargar demasiado la financiación del déficit sobre el Tesoro, y lo que podría ser un mejoramiento de la administración tributaria de carácter progresivo.
Cabe subrayar que el déficit per se no es malo, pero genera problemas si no se puede financiar, es preciso en este esquema evaluar cómo se consiguen los recursos, de dónde y a qué se destina el gasto, para encaminar una política fiscal más equilibrada en una economía bimonetaria donde la financiación se concreta en un mercado que es bastante reticente.
En tercer lugar, pero sin dudas el problema más importante, aparece la necesidad de dar respuestas al proceso inflacionario en un contexto en el que la incertidumbre y la mayor especulación presionan sobre los precios.
Los “aumentos preventivos” del mes de julio fueron promovidos, sobre todo, por actores con poder relativo en las cadenas de producción y comercialización, que detentan capacidad para fijar precios, presionar, retener productos y afectar los stocks disponibles, principalmente en alimentos, higiene y bienes de primera necesidad.
En relación a todo lo mencionado, se puede agregar que la bala de plata pasa por ver si existen posibilidades de renegociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para modificar las metas anuales, dado el cambio de escenario que implicó el conflicto bélico entre Rusia-Ucrania y sus impactos en alimentos y energía, preservando la soberanía en la toma de decisiones y evitando reformas regresivas.
Finalmente, el éxito de las medidas que se puedan tomar para hacerle frente a estos desafíos, estará vinculado a lograr una mayor síntesis en la política económica con una sola voz que exprese el rumbo y ayude a mejorar expectativas.
Recuperar la iniciativa política y lograr acuerdos mínimos de base, a partir de decisiones adoptadas, como en la propia reconfiguración actual, por toda la coalición de gobierno para encontrar las políticas que gradualmente ordenen y continuar con los objetivos centrales de crecimiento, generación de empleo y distribución del ingreso.