Iban 36 minutos del primer tiempo entre Racing y Arsenal cuando el Cilindro, de manera casi unánime, cantó: “Borombombom, borombombom, para Moyano, la reelección”. No tenía nada que ver con nada, pero desde ese lado de Avellaneda aprovecharon la ocasión para recordar, con cierta gracia, la crisis institucional que explotó en Independiente hace meses, y que se profundiza partido a partido. En modo bronca o en modo risa, en los dos estadios paradigmáticos de la capital del fútbol, separados por apenas 200 metros, el presidente del Rojo, Hugo Moyano, se convirtió en el centro de las canciones. Es una centralidad que erosiona semana a semana y que también permea a quienes lo apuntalaron en el pasado reciente y ahora se apartan por temor a las consecuencias de un escenario impredecible. “Hay varias personas del oficialismo que ya quieren que todo esto termine. Porque el que es segunda o tercera línea está complicado: lo escrachan en redes y en la cancha”, le cuenta a Letra P uno de los líderes de las 11 agrupaciones políticas del club.
Si la única verdad es la realidad, ésta marca que los comicios de Independiente siguen en un limbo siete meses después de que la Justicia los suspendió, y que la conducción del líder de Camioneros está jaqueada por el presente futbolístico, económico e institucional del club; algo que se explicita en cada partido como local en el Libertadores de América y que esta semana tuvo otro capítulo de implicancias desconocidas: el embargo de 4,8 millones de dólares, el más alto de la historia del club, por una deuda con el exdelantero Gonzalo Verón. “El embargo nació en plena pandemia y llegó cuando el club estaba cerrado. No se enteró nadie. Es una demanda de 800.000 pesos que la transformaron en seis millones de dólares. Me parece que es una maniobra difícil de entender”, intentó explicar Moyano el martes en Radio 10.
Todo el cuadro de situación es, en verdad, difícil de entender. Algunas de las pistas para comprenderlo asoman en las internas políticas, judiciales y sindicales que lo conforman, como también la incidencia cada vez más protagónica de las distintas facciones de la barra brava del club, dividida en tres: la “oficial”, llamada Los dueños de Avellaneda que es liderada por Juan Ignacio Leczniki –Juani de Gerli, para todos–; Somos Nosotros, comandada por César “Loquillo” Rodríguez; y la de Pablo “Bebote” Álvarez, Los Diablos Rojos.
Como sucede con los espacios políticos, las barras también leen el presente y apuestan por conservar o recuperar negocios y el control de las tribunas. En un sector de la coalición opositora que motoriza el Grupo Champagne liderado por el diputado del PRO Cristian Ritondo tiene injerencia el histórico titular del sindicato gastronómico, Luis Barrionuevo. Ahí también se miden fuerzas. “Hicimos miles de intentos y charlas para encauzar, pero nada termina de cerrar. Está todo mezclado, muy complejo y a la deriva”, sueltan desde una oficina del Gobierno sobre ese combo.
Con Hugo corrido del día a día por edad, salud y otras obligaciones en el sindicato de Camioneros, el que ejerce de hecho el rol de presidente es su histórica mano derecha, Héctor “Yoyo” Maldonado. “Moyano solo firma, Yoyo es el que acciona”, explican. En lo que queda del oficialismo saben que no hay demasiado margen de acción. Por eso el último martes convocaron, a través de la Junta Electoral, a las 11 agrupaciones para retomar el proceso electoral suspendido en diciembre pasado.
El oficialismo propuso elecciones "libres y abiertas" y que participen todas las agrupaciones, lo que podría resetear el proceso electoral y demorarlo varios meses más. La coalición opositora, que encontró en el conductor televisivo Fabián Doman un frontman que diluye el macrismo explícito de su armado –en el que confluyen el intendente de Lanús, Néstor Grindetti, un sector del radicalismo con llegada a Martín Lousteau, y hasta Patricia Bullrich –, ya avisó que esperará la resolución final de la Justicia. El 12 de julio, el mismo día en que se conocía la renuncia del entrenador Eduardo Domínguez, la sala 3 de la Cámara de Apelaciones de Lomas de Zamora revocó el fallo de primera instancia y habilitó la presentación de la lista que encabeza Doman. “No habíamos presentado mal los papeles. Nos habían prohibido”, tuiteó el periodista. “Estos tipos se juntan y algunos no son hinchas de Independiente. Incluso, utilizan barrabravas de otros clubes. Son el macrismo y servicios de la AFI que se quieren instalar en Independiente”, declaró Moyano en alusión a ese sector.
En el medio de esa grieta roja, otras agrupaciones pidieron, además de las elecciones en un plazo máximo de 60 días, que se confeccione una mesa de transición para que Moyano no tome decisiones de manera unilateral y que se abra información del club para que quienes se propongan tengan un real conocimiento del estado de situación financiero y económico. “La solución es la unidad, pero esa unidad no la garantizan ni Doman ni Moyano”, insisten en un sector del Gobierno, ya retirado de esa gestión.
Moyano ahora se debate entre darle curso a las elecciones o apelar el fallo judicial para que se traslade a la Corte Suprema bonaerense; algo que podría dilatar una solución electoral otros seis meses. Nadie, ni en el oficialismo ni en la oposición, parece estar a gusto con eso, aunque tampoco nadie descarta que suceda.
Este viernes habrá una asamblea de representantes que tratará la aprobación del presupuesto. Adelantan que afuera del club, e incluso adentro, el clima será espeso: cientos de personas se autoconvocan para reclamar “elecciones ya”. La barra, como sucede en los días de partido, cotizará el precio de su violencia. Bebote Álvarez ya avisó que irá y la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide) circuló un comunicado en el que anuncia que "cualquier socio que en el marco de la asamblea del club genere algún tipo de incidente será sancionado con el derecho de admisión". Lejos y cerca, quienes apoyaron hasta hace muy poco a Moyano, estarán observando todo, aunque con la resignación de los últimos meses. Porque el “que explote todo” ya no proviene de enfrente, sino de quienes están en la misma vereda.