Horacio Rodríguez Larreta medita desde hace semanas la chance de desdoblar las elecciones porteñas de los comicios nacionales de 2023. Los motivos para que el jefe de Gobierno porteño lo esté analizando son varios y variopintos: pueden responder a una estrategia netamente política hasta una esotérica de repetir una cábala para emular lo que sucedió en 2015, año de la consagración presidencial de Mauricio Macri.
Poco a poco, en los despachos en Uspallata como así también en la Legislatura, la versión empieza a correr. No hay demasiado trámite para hacerla realidad: a diferencia del escenario en la mayoría de las provincias, la Ciudad de Buenos Aires no necesita que el desdoblamiento sea ratificado con una ley. Cuando se sancionó el Código Electoral porteño, en 2018, se estableció que es potestad del alcalde porteño decidir si el calendario va pegado o no con el que disponga al Casa Rosada.
Sin embargo, hay algunas cuestiones que la mesa chica larretista debe tomar en cuenta. Una, la principal, es que el llamado a elecciones no puede pasar de febrero, siempre y cuando sea el cronograma sea similar al de 2015, en donde las listas se presentaron en marzo para llevar adelante las PASO en abril. De esa forma las generales, serían en junio y la eventual segunda vuelta porteña en julio. Asimismo, si los comicios son locales, el sistema de votación podría volver a ser la Boleta Única Electrónica (BUE).
Uno de los motivos políticos que esgrimen cerca de Larreta, entre aquellos que buscan avanzar con el desdoblamiento, tiene que ver con forzar la estrategia del diputado nacional Javier Milei. Convencidos de que lo que sucede con el economista es un fenómeno urbano, apuestan a minimizar al máximo el impacto libertario. “Si vos desdoblas, lo obligas a ser candidato en la Ciudad si quiere mantener una relevancia”, explica una fuente al tanto de esa idea.
Y para explicarlo muestra un Excel. El cálculo es el siguiente: Milei necesita retener el 17% de los votos porteños que cosechó el año pasado pero carece de otras opciones para encabezar una boleta a jefe de Gobierno, a falta de otros candidatos potentes, sobre todo después de la cruenta interna que se desató puertas adentro de Avanza la Libertad como consecuencia del rol de su hermana Karina Milei y Carlos Kikuchi en detrimento de los legisladores Ramiro Marra y Eugenio Casielles.
Al no tener, por ahora, otro postulante, quedaría obligado a tener que jugar él, siempre según el pronóstico del larretismo. Entonces se cerraría la trampa: si Milei quisiera ser luego candidato a Presidente, implicaría que jugaría a una doble candidatura, lo cual, sostienen, golpearía su bandera de la “lucha contra la casta”.
Pero Milei no es el único factor para la meditación. Lo que suceda con el senador nacional Martín Lousteau también es parte de la consideración de la estrategia larretista. De ir junto con las elecciones nacionales, la boleta en la Ciudad tendría dos cuerpos con sus respectivas opciones, que son los cruces que pueden darse entre Juntos por el Cambio en la PASO. Por ejemplo, de haber un candidato radical y otro del PRO tanto para Presidente y Jefe de Gobierno, ¿van a ir todos con todos o cada tramo atado al de su partido? Esa pregunta es la que se hacen en Uspallata por estas horas.
Y hay un tercer motivo para que el larretismo se decante por el desdoblamiento, y no tiene que ver con un factor exógeno: es la posibilidad de tener antes de las elecciones nacionales una oportunidad de enrostrar el control del pago propio. Tal como sucedió en 2015, una victoria del candidato o candidata larretista, como prólogo de los comicios presidenciales, significaría la revalidación del poderío del alcalde porteño y generaría expectativas. Algo similar a lo que pasó en su momento con Macri, cuando logró terciar en una elección que, a priori en las encuestas, estaba polarizada por Daniel Scioli y Sergio Massa. .
“Ganar te permite tener un espaldarazo para pararte de otra forma en lo que viene”, repiten cerca del jefe de Gobierno, desde donde admiten asumen los riegos de una eventual derrota. Si esa jugada local no le sale bien, Larreta debería olvidarse de su sueño presidencial. No es la única contra a la idea.
También en su entorno son conscientes del humor social, que es una de las preocupaciones. Salvo en los comicios porteños de 2019, por como está planteado el mecanismo numérico para ungir al ganador, se tuvo que ir a una segunda vuelta en la Ciudad. En 2015 significó que los porteños fueran seis veces a las urnas. En las usinas de pensamiento del larretismo hay temor a que el fastidio social por la situación económica del país se traslade en un voto bronca con la duplicación de elecciones.
El temor a que el fastidio social por la situación económica se traslade en un voto bronca se encuentra presente en las usinas de pensamiento del larretismo como también de Juntos por el Cambio.