"Lo hablé mucho con Néstor en su momento. Él miraba a los Estados Unidos". El que habla es Emilio Pérsico y el Néstor al que hace referencia es, claro, Néstor Kirchner. ¿Qué buscaba en el norte? El clima de las grandes batallas episódicas entre republicanos y demócratas.
En el germen del debate cíclico -subterráneo hasta este miércoles, cuando el bloque Provincias Unidas, aliado del Frente de Todos, presentó un proyecto de ley en la Cámara de Diputados que pone lo pone en la superficie- por la suspensión de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), el líder del Movimiento Evita apeló a la carta bajo la manga para defender una herramienta con la cual su espacio, en los territorios, ha obtenido mejores negociaciones, con una interna salvaje como espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza de más de un alcalde.
Pérsico realizó su encendida defensa de las PASO en AM 750 revoleando a Kirchner por la cabeza de un kirchnerismo que, a diferencia de otros años pares, en 2022 duda qué hacer con ellas. Del otro lado, quienes cuando eran Cambiemos querían voltearlas bajo argumentos económicos, hoy las sostienen como un método válido para dirimir una jefatura opositora vacante a pesar de la multiplicidad de interesados.
¿Qué quería Kirchner? Aire después de la derrota que pocos vieron venir en las legislativas 2009. Un armador del aquel Frente para la Victoria jura que no sirvió ninguna de las martingalas que el patagónico pretendió hacer para mejorar los 30 puntos, lo que le auguraban las encuestas en enero y los mismos 30 puntos que terminó sacando (en rigor, 32,1%). En un año pandémico signado por la Gripe A -una muestra de lo que vendría con el coronavirus en 2020-, el exgobernador de Santa Cruz fue candidato él mismo a diputado bonaerense, sacando de la galera jurídica su domicilio en la Quinta de Olivos y rompiendo la promesa de dedicarse a un café literario al dejar la presidencia; además, adelantó los comicios de octubre a junio bajo el argumento de la crisis económica mundial y, como no hay dos sin tres, inventó las "candidaturas testimoniales" al imprimir en la boleta los nombres de Daniel Scioli y Sergio Massa sabiendo que no asumirían sus bancas.
Le ganó Francisco de Narváez, un empresario que en febrero había sellado el acuerdo que desembocaría en la primera gran derrota electoral K, con Mauricio Macri y Felipe Solá. Posconflicto con el campo, el exgobernador era de los tantos peronistas díscolos. Un visitante de la residencia presidencial por aquella época sintetiza las PASO, 14 años después, como el intento de Kirchner de evitar fugas PJ en los comicios siguientes, con el deseo oculto de sumar al mismísimo De Narváez a una primaria panperonista.
A la distancia, Pérsico aporta el deseo anglosajón. Kirchner solía ensayarle al cerebro jurídico del andamiaje electoral, el fallecido Jorge Landau, su idea de replicar el calendario electoral norteamericano: primarias cada mes en distintos distritos para alimentar la emoción social por la batalla entre dos contrincantes hacia el final del año. Un modelo bipartidista, simbólico hoy entre peronismo y antiperonismo, atomizado en distintas variantes. El patagónico se chocó con la renuncia de la provincias, con sus conveniencias de turno que modifican las reglas electorales, con leyes de Lemas, de Acople y desdoblamiento, entre otros variopintos artilugios. Auguró imposible una sinergia federal para tributar a su plan y todo naufragó. Casi todo, en realidad.
Fue entonces que el concepto deseado fue mutando. Con Florencio Randazzo, que venía de escribir un libro sobre la modernización del Estado, se puso en marcha la reforma política que decantó en cuatro decretos, el 30 de junio de 2010, para la reglamentación parcial de la ley 26.571. Entre retoque al financiamiento partidario y otras exigencias de la Justicia Electoral, uno de ellos agendó el debut de las PASO para el 14 de agosto del año siguiente. El objetivo político de la Casa Rosada de entonces era que la mayor parte de las ofertas del peronismo compitieran por adentro.
A favor y en contra y viceversa
A grandes rasgos, los oficialismos pugnan por eliminarlas y las oposiciones, por mantenerlas. ¿Por qué? Siendo gobierno es más factible que haya una lista de unidad y en el llano, atomización de ofertas que necesitan de una herramienta que pueda financiar su pulseada. Los reducidos padrones de afiliados actuales no soportarían las históricas internas partidarias cerradas. En Juntos por el Cambio, frente a los rumores, activaron un plan B: si no hay PASO, harían su propia primaria abierta, como reveló Letra P, pero con derecho de admisión.
Con Alberto Fernández a favor, Sergio Massa en contra y Cristina Fernández de Kirchner dejando correr el debate, Máximo Kirchner abrió el lunes 24 la posibilidad de salir del laberinto por afuera. El diputado ensayó una opción que, a priori, generó un inédito consenso: sin suspender ni eliminar, acortar la brecha entre las primarias y las generales, hoy fijado por ley en casi 80 días. De paso, el FdT se garantizaría patear el calendario electoral hacia fin de año, a la espera de que la economía muestre signos de recuperación.
"Me da mucha bronca. Yo vivo trabajando para ahorrar de a 100 mil pesos y tirar 2.500 millones en una elección que sólo pasa acá en la Argentina y ya se ha demostrado inútil es otra falta de respeto y dilapidar recursos". El 4 de julio de 2017, el entonces mandatario Macri prometió que el siguiente año impulsaría su derogación en el Congreso. En 2022, ya como expresidente, en el llano, las defiende para 2023: “La competencia interna es lo mejor para todos. Estoy trabajando con todos (los posibles precandidatos del PRO) y serían buena unas PASO entre ellos”. Estos son mis principios; si no le gustan...
El cambio de 180 grados con respecto a las primarias no es exclusivo del fundador del PRO, que llegó a las generales de 2015 ensalzado por la sumatoria de los votos de Cambiemos que cosecharon sus contrincantes internos, Elisa Carrió y Ernesto Sanz. Una visión compartida entre analistas es que Macri fue beneficiado por las PASO como caldo de cultivo para ponerte techo a Scioli y a una presidencia que parecía inevitable con las encuestas previas. En el poder, ya sea en la Casa Rosada, una gobernación o una intendencia, la mirada es distinta. Tampoco la opinión es uniforme al interior de las fuerzas políticas. Hay tantas estrategias políticas como boletas. Así como quien se quemó con leche ve una vaca y llora, el peronismo bonaerense ve una interna y sufre: no son pocos los que señalan a la sangrienta primaria entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez de 2015 como la culpable de haber perdido para la provincia. Hay un modelo híbrido, la Y, un esquema por el cual una lista distrital pueda ir acoplada a varias papeles arriba.
Más allá de las razones políticas de turno, condimentado con el supuesto hartazgo social de ir varias veces al cuarto oscuro, el principal argumento esgrimido para su eliminación es siempre el mismo: es la economía, como dejaron en los libros de historia en la campaña de Bill Clinton. Durante su gestión, tanto para las legislativas 2017 como las presidenciales 2019, Macri buscó instalar la derogación, siguiendo la regla no escrita de presentar proyectos de reformas electorales en años impares (electorales). Al filo de la máxima, la Liga de las Provincias pretendió debatir el tema en diciembre de 2020, con la excusa del Covid-19 para los cercanos comicios de medio término. Pablo Yedlin, delegado en el Congreso de Juan Manzur, fue el encargado de estampar su firma en la iniciativa.
La cuestión económica volvió a asomar como justificativo. Maldita inflación mediante, los 2.500 millones de pesos de los que se quejaba Macri en 2017 serán casi diez veces más para las PASO cinco años después. En el Presupuesto 2023, el ministro de Economía destinó a la Dirección Nacional Electoral, dentro del apartado de "Ejecución de Actos Electorales", un total de $55.247.453.341. Es un 606% más que las presidenciales 2019. No está discriminado el cálculo por vuelta electoral: ese monto estima los costos de las primarias, las generales y un eventual ballotage. Por lo general, las PASO suelen demandar el 40% del total presupuestado, lo que implicaría un aproximado de 22.000 millones de pesos.
Para las últimas presidenciales, Cambiemos había estimado unos $7.821 millones para todo el proceso, con unas PASO con gastos por $3.081 millones.
El mundo teórico también está dividido. Una parte, la crítica, reprocha que las PASO son una "encuesta costosa" que anticipa las preferencias, pero no define nada. Desde ese punto de vista, los resultados en las primarias fomentan el futuro "voto útil", al hermanar sufragios que habían ido a distintas fuerzas políticas bajo la idea de unificar una postura antiotro. Por caso, si se busca perjudicar al gobierno de turno, una atomizada oferta opositora quedaría reducida a una opción del menú, la que hubiera salido mejor parada de las PASO. Esa visión es compartida por la trinchera defensora, con el argumento de que la sociedad realiza un voto "estratégico", menos pasional y más racional.