En su libro Grupo Clarín: de diario argentino a conglomerado mediático convergente, Guillermo Mastrini, Martín Becerra y Ana Bizberge -habituales colaboradores y colaboradora de Letra P- describen la historia económica, política y cultural de la empresa de medios más importante del país. El relato tiene diversas cualidades. Entre ellas pueden ubicarse su capacidad para combinar la síntesis con análisis profundo y novedoso de un objeto muy estudiado y debatido desde diversos ámbitos. También puede citarse la enorme utilidad de la clasificación en etapas de una evolución económica y mediática que no fue ajena a crisis, tropiezos, marchas y contramarchas pero que, a 75 años de la fundación de Roberto Noble, convirtió a Clarín en uno de los grupos económicos más influyentes de Argentina y en una referencia obligada de la cultura nacional.
El libro tiene el gran valor, además, de conversar con otras grandes obras que estudiaron al diario y a la empresa como las de Martín Sivak y Graciela Mochkofsky, pero realiza aportes centrales e inéditos. Uno de los más importantes es la descripción, intensa pero sin desperdicio, que hace de la evolución económica. El paso de un diario en papel a una de las tres empresas con mayor facturación del país implica, además de aristas políticas y culturales, el levantamiento y el diseño de una estructura financiera que pueda responder a las necesidades de inversión. En esa descripción, Mastrini, Bizberge y Becerra cuentan que el primer gran salto económico de Clarín se da con la participación en Papel Prensa facilitada por la última dictadura militar. Allí, gracias a esas buenas relaciones políticas, consiguió una volumen de ingresos que le permitieran pensar en salir de la caja de la prensa gráfica.
Pero bien sabido es que fue solo el primer paso. Para la década de los 90, en la etapa de la expansión y concentración multimedia, Clarín se endeudó en dólares con acreedores extranjeros para asegurar y concretar su llegada al mundo de la radio y la TV y al de la televisión por cable. El endeudamiento le sirvió para que Multicanal comprara cientos de pequeñas cableras de Buenos Aires y también para participar del negocio de la televisión satelital siendo el primer accionista mayoritario de DirecTV e incursionar en la incipiente telefonía móvil comprando CTI. La fiesta del endeudamiento terminó en una crisis económica que lo puso al borde de la quiebra con el fin de la convertibilidad y volvieron a brillar sus relaciones políticas con el gobierno de Néstor Kirchner, la Ley de Bienes Culturales heredada del duhaldismo, la extensión de licencias y un fuerte asistencialismo mediático.
A partir de entonces, el Grupo Clarín se transformó en un hábil tomador de deuda –en el libro se entiende como mecanismo de “endeudamiento controlado”- para lograr la fusión Multicanal-Cablevisión y, más adelante, la fusión con Telecom. Socios estratégicos de antes ( Goldman Sachs), hoy (Fintech) y siempre (los gobiernos de turno) posibilitaron que Clarín fuera lo que es. El libro trabaja muy bien en indicar que no fueron únicamente los gobiernos de turno los que concedieron distintas posibilidades de negocios y expansión. La figura de Héctor Magnetto y su visión de negocios, casi siempre acertada, forman parte de la otra cara de la moneda de una empresa que aprovechó cada favor para potenciarse y que, aun en épocas de enfrentamiento abierto con gobiernos democráticos como el de Cristina Fernández de Kirchner y Raúl Alfonsín, consiguió crecer económicamente.
Otra de las grandes (y necesarias) lecturas que hace el trabajo de Mastrini, Bizberge y Becerra sobre el fenómeno “Clarín” es la relación con sus audiencias y la capacidad para interpretarlas. Si bien el libro busca mostrar la heterogeneidad de razones que pueden explicar la caída en la cantidad de lectores, ventas y audiencias en general en sus unidades de contenido, la subordinación de estas áreas a otras más lucrativas como la televisión por cable, la telefonía móvil y la provisión de internet asoman como un factor ineludible. En ese sentido, el libro plantea un interrogante bien interesante: ¿por qué el diario Clarín no perdió lectores sino que los aumentó cuando saltó del peronismo al antiperonismo en el golpe del 55’ pero los resignó en su enfrentamiento con el kirchnerismo a partir de 2008? Y este autor se pregunta: ¿es este fenómeno la contracara de la pregunta por la posibilidad de ganar elecciones con los grandes medios a favor o en contra?
Las respuestas a estos interrogantes están lejos de completarse en esta nota, pero pueden dejarse algunas pistas para profundizar en la lectura de esta obra: nunca antes, como indicó Sivak también en sus libros, se les exigió tanto compromiso político-ideológico a las audiencias de sus medios. En tal sentido, los autores dicen:
“La principal fortaleza del Grupo Clarín fue la de tener la suficiente amplitud frente a los vaivenes de la política nacional y mantener la amenaza -por momentos, latente pero en otros casos, explícita- de generar conflictos contra aquello o aquellos que atenten contra sus planes. Esa amplitud también se advierte en el perfil cultural del grupo, su definición como multitarget y policlasista, aunque el proyecto cultural fue subordinado a su lógica de acumulación económica y la búsqueda de legitimidad política para lograrlo”.
La gran pregunta que asoma en el horizonte del Grupo Clarín es si los contenidos mediáticos, junto con sus marcas, continuarán como activo secundario del conglomerado o en algún momento se transformarán en un lastre del que desprenderse. Eso, junto con el próximo y necesario trasvase generacional en el accionariado así como la capacidad de expansión a otros mercados (internacionales como laterales a las telecomunicaciones como la big data, la plataformización de servicios y los servicios de redes) aparecen como futuras paradas de un tren que aumenta su velocidad (poder económico y político) kilómetro a kilómetro.