TENSIÓN REGIONAL

No tan solos en el Mercosur: Uruguay irrita a Paraguay y parte aguas en Brasil

Itamaraty calificó de “anuncio político” el gesto oriental para avanzar en el libre comercio con China. Montevideo necesita aval a una grosería jurídica.

La visión habitual sobre la posición de la Argentina en el Mercosur es la de un país aislado. Sin embargo, esos rasgos delinean una caricatura, mientras que la realidad marcha por otro lado: el país ha aceptado recientemente ciertas flexibilizaciones del club y el portazo uruguayo, que apunta a abrir unilateralmente la caja de Pandora de un tratado de libre comercio con China, no ha recibido de Brasil y Paraguay, al menos por ahora, el apoyo que Luis Lacalle Pou esperaba.

 

 

“No hay ninguna consecuencia práctica, no hay ninguna consecuencia jurídica. No veo ningún motivo para pronunciarme sobre este tema en este momento, sería especulativo”, dijo el diplomático a propósito de la última cumbre de presidentes, en la que Alberto Fernández le entregó la presidencia pro tempore del Mercosur a Jair Bolsonaro.

 

“Desde Itamaraty no estábamos al tanto” de la decisión de Uruguay de iniciar negociaciones de libre comercio unilateralmente, dijo el funcionario. “Por lo menos, en la reunión de cancilleres nadie estaba al tanto de que Uruguay iba a publicar su nota”, añadió, ratificando el runrún acerca de una molestia brasileña con los modos del canciller Francisco Bustillo.

 

Según Miguel, hasta entonces se estaba negociando alguna fórmula de flexibilización mayor que la ya vigente, según la cual Argentina acepta negociaciones comerciales a diferentes velocidades, con autorizaciones conjuntas caso por caso, como ya ocurre con Corea del Sur. Sin embargo, “ahora hemos traspasado eso. El gran proponente de esa discusión era Uruguay y Uruguay ahora hizo pública una postura de naturaleza política. Bueno, tomamos nota y vamos a ver”, explicó.

 

El negociador se negó reiteradamente en la entrevista a avalar la posición uruguaya, que señala que las negociaciones comerciales conjuntas están establecidas en la Decisión 32/00, la que no regiría por no haber sido aprobada por su Parlamento.

 

Sin embargo, es conocida la postura de Itamaraty, que, al igual que la Argentina y la práctica unanimidad de los especialistas, considera que dicha disposición sí ha sido internalizada por los sistemas políticos de los Estados miembros por estar incluida en el artículo 1 del Capítulo I del Tratado de Asunción, constitutivo del bloque.

 

Lacalle Pou apuesta todas sus fichas a que la presidencia rotativa que Brasil ejercerá en los próximos seis meses le permita consumar su postura. Esa es la ventana de oportunidad que encuentra la diplomacia uruguaya ya que, después, Brasil ingresará en un año electoral en el que, tal como están hoy las cosas, el desgastado Bolsonaro tiene todas las de perder con Luiz Inácio Lula da Silva, cuya postura es claramente afín a la Argentina. Si la cuestión no se resuelve muy pronto en el sentido que pretende, Uruguay debería replantearse su propio lugar en el club, esto es si sigue siendo un miembro pleno o se convierte en un mero Estado asociado, como Chile. El debate sobre “bajarse del barco” en los términos usados por el presidente argentino, sería un revulsivo para un sistema político en el que la propia izquierda frenteamplista se muestra dividida.

 

Itamaraty, una burocracia poderosa, choca en esta cuestión y en muchas otras con el ministro de Economía Paulo Guedes, un ultraliberal para quien una apertura radical es la mejor alternativa. Cuenta para eso con el respaldo del propio Bolsonaro y del sector más concentrado del empresariado brasileño, pero no del grueso de una industria que teme verse arrasada por la competencia de China en un bloque en el que perdería la reserva de mercado de la que ha disfrutado gracias al Mercosur. Itamaraty y esos grupos industriales son los principales puntos de apoyo de la Argentina para evitar que el bloque retroceda al estatus de zona de libre comercio y, de hecho, los contactos del embajador Daniel Scioli motivaron hace poco que Guedes exagerara al acusarlo de haber redactado la carta de apoyo a la integridad del Mercosur firmada en conjunto por Lula y Fernando Henrique Cardoso.

 

Sin embargo, el propio Guedes fue más parco que lo esperado en torno al caso uruguayo. Volvió, claro, a atacar a la Argentina repitiendo el sonsonete del camino venezolano, pero se refirió al veto argentino a una reducción del Arancel Externo Común (AEC) del 20% en términos que no implican per se una renuncia a seguir negociando.

 

Con el economista, la amenaza de la decisión unilateral siempre queda flotando. Sin embargo, el embajador Pedro Miguel pisó otra vez el freno en la mencionada entrevista. “En el tema de la AEC, negociamos hasta el último momento para buscar un entendimiento con los argentinos porque ya teníamos una visión de acuerdo con Paraguay, Uruguay y Brasil sobre una reducción del 10% en una modalidad horizontal (…). Pero los argentinos tenían otra filosofía y no fue posible llegar a un acuerdo. Bueno, es parte de la vida, pasa en muchos foros negociadores. Ahora empieza la presidencia brasileña y vamos a tener que ver qué vamos a hacer”.

 

¿Qué hay que esperar de Paraguay, en tanto? Su canciller, Euclides Acevedo, dijo el último jueves en relación con la “flexibilidad” para negociar reclamada por Uruguay que “la posición de Paraguay sigue siendo invariable, coherente y consecuente con el Tratado de Asunción (de 1991) y con el Protocolo de Ouro Preto (de 1994), proconsenso y en bloque”.

 

Ya comenzó a correr el reloj en los seis meses clave para la diplomacia argentina. Esta deberá ser capaz de articular posturas dentro del Mercosur y en la relación con factores de influencia dentro de cada país, por caso entre el empresariado industrial brasileño. Llegar a enero con un Mercosur entero, por más que esté golpeado, es el gran objetivo. El año próximo promete en el socio mayor una historia política completamente diferente.

 

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