Anabel Marín es economista y se especializa en políticas de ciencia, tecnología e innovación. Con paso por el Conicet y distintos proyectos, obtuvo un doctorado en la Universidad de Sussex, en donde ganó un concurso internacional para dirigir a un grupo de investigación con 20 integrantes. Desde Reino Unido atiende a Letra P, antes de participar de un seminario que se propone "Pensar el futuro agrícola, minero y energético de la Argentina", organizado por Fundar, el Centro Interdisciplinario de Estudios en Ciencia, Tecnología e Innovación (Ciecti) y la Fundación Cenit, organización que integra. La especialista critica el enfoque con el que el Gobierno encara su estrategia de desarrollo de sectores claves vinculados a los recursos naturales y considera que hace falta darles más participación institucional a la sociedad civil preocupada por el impacto en el medio ambiente.
-En tres de los sectores estratégicos que definió el Gobierno, el agro, la minería y el gas y petróleo no convencionales, se cruza el debate entre la producción y el ambiente. ¿Hay punto de encuentro?
-Creo que es viable empezar a transitar un camino que tenga en cuenta las inquietudes con respecto a las consecuencias de las industrias de recursos naturales que existen en la sociedad en relación a los efectos sobre el medio ambiente. Más allá de que hay un piso, como la ley de glaciares, hay leyes que el Estado debe dictar para proteger bienes comunes, lo intocable. Después, hay un montón de temas que tienen que ver con visiones contrapuestas sobre la sustentabilidad.
-¿Están esas inquietudes en el Gobierno?
-No están canalizadas. Vi un tuit de Daniel Schteingart (director del estatal Centro de Estudios para la Producción - CEP XXI) sobre el trigo transgénico... si alguien que está en el Gobierno escribe eso, no entiende nada sobre lo que hay que hacer para generar algún acuerdo social. No existe una definición de "sustentable" en un manual. Se necesita un acuerdo social. Es lo que hicieron los países que se desarrollaron sobre los recursos naturales. Hay un montón de cosas para resolver que, sin un acuerdo social y sin instituciones de diálogo, no se se resolverán.
-En el agro, el debate es tan amplio que va desde las semillas hasta el uso de agroquímicos, la protección de humedales, las granjas para exportar cerdos a China. A la vez, parece haber resistencia a modificar prácticas por parte de los productores. ¿Cómo se buscan esos equilibrios entre las partes?
-Los productores tienen hoy vía libre para hacer lo que quieran, salvo por pequeñas regulaciones sobre pesticidas que no se cumplen. El Estado debe proteger a los sectores de la sociedad civil que son más vulnerables. En relación a estos temas, hay que animarse a plantear los debates para redireccionar la tecnología. Si ponés restricciones no complicás la actividad. Hay mucha innovación dando vueltas. La reacción sectorial de corto plazo es defender su rentabilidad y no transparentan que tienen opciones tecnológicas. ¿Por qué no se invierte más en tecnologías sin uso de pesticidas, por ejemplo? Es súper marginal, hay cosas por hacer en el agro.
-¿Hay posibilidad de producir a gran escala con esas consideraciones?
-No sé si a gran escala. Que Argentina pueda seguir produciendo grandes cantidades, sí. No necesariamente aumentando la escala de cada unidad de producción. Hay un montón de avenidas posibles, pero si no nos adelantamos y regulamos, lo van a hacer otros y nos vamos a quedar atrás. El mundo no va a seguir consumiendo productos agrícolas con pesticidas. Cada vez hay más restricciones. La Comunidad Económica Europea restringe cada vez más los productos hechos con pesticidas considerados tóxicos. El glifosato lo es. El que se quiere usar para el trigo transgénico también.
-¿Cómo se compatibiliza esto con la necesidad urgente de generar divisas?
-Hoy igual no sacás dólares. Hay 21 proyectos de minería frenados por el nivel de conflicto. La falta de solución del Gobierno frena el ingreso de divisas. El escenario de comparación no es un escenario en el que lluevan las divisas. Se frena todo porque la sociedad civil está muy alerta. Por suerte, la discusión es compatible con las políticas productivas, con una mirada más interesante que la actual.
-¿Cómo participaría la sociedad civil?
-En las discusiones sobre cómo se tiene que hacer la actividad. Si vas a una provincia y decís “hacemos minería sin contaminar”, la gente no te cree porque ya derramaron cianuro, por ejemplo. No me parece un enfoque muy inteligente. Cualquier avance en reconocer los riesgos y los costos e involucrar a la sociedad va a ser importante.
-La discusión sobre el litio parecería centrarse entre la extracción y exportación del mineral y la aspiración del Gobierno de armar una cadena de valor agregado. ¿Falta la mirada ambiental?
-Faltan millones de miradas. No me parece inteligente. La producción de baterías es estratégica para las empresas automotrices que quieren limpiar su producción, pero no sé cómo Argentina va a entrar competitivamente al mercado de baterías de litio. Se puede entrar, se aprende, pero pondría más énfasis en los métodos extractivos. Hay patentes de investigadores argentinos a las que no se les han dado importancia. Se les da importancia a las baterías porque es simbólico, pero tenemos habilidades para extraerlo de manera limpia. Utilizamos tecnología de empresas coreanas que desarrollaron en otro lugar, que no funcionan bien, contaminan. Hay un área para desarrollar. La obsesión con las baterías me parece pobre, más allá de que está bien generar proyectos de innovación.
-Entonces, ¿el enfoque del Gobierno sobre estos temas te parece pobre?
-Siento que se ha empobrecido bastante. Entiendo la situación de crisis, la necesidad de divisas, entiendo todo. Pero me parece que ponerse a decir “no” desde un lugar caprichoso no es constructivo tampoco. Empobrecer el debate y descalificar a una parte de la sociedad que pide transparencia, involucramiento, una visión crítica, es una mirada absolutamente equivocada.
-¿Las empresas cambian sus procesos a raíz de la presión de la sociedad civil?
-Las empresas deberían transparentar sus opciones tecnológicas. He visto informes de impacto ambiental en minería y ellas venden que hay una manera de hacer las cosas, porque es la que más les conviene a ellas. No incluyen el costo de contaminar y destruir no les importa. Se necesita un modelo de desarrollo vinculado a los recursos naturales.
-¿No se adaptan a las demandas de la sociedad?
-Hay muchas empresas que se están direccionando más fuerte que otras hacia ese rumbo. Está el rol de los bancos de desarrollo para transformaciones verdes. Ahí se va a requerir que las políticas de apoyo y financiamiento se direccionen en el mismo sentido. Nos pasa que, como país, se pueden tomar decisiones, pero las empresas globales se pueden ir a otro lado. Lo primero es discutir con seriedad, no poner la grieta como si hubiera locos ambientalistas. Hay reclamos razonables. El tema es cómo canalizarlos y promoverlos como una fuerza de cambio.