EN LA CIUDAD DE LA FURIA

Larreta y los curas del sermón provocador

Son bergoglistas, viven en las villas y arrinconan al alcalde por “pecados” de gestión: violencia institucional, xenofobia y estigmatización del pobre.

El "plan de integración sociourbana" que Horacio Rodríguez Larreta desarrolla en algunos barrios populares porteños no basta para frenar los sermones de los curas villeros que, de tanto en tanto, le marcan la cancha al mandatario comunal por puntos de gestión y declaraciones oficiales que el equipo bergoglista considera que estigmatizan, discriminan y marginan aún más a las vecinas y los vecinos de las franjas más vulnerables de la Ciudad.

 

El último cortocircuito entre el jefe de Gobierno porteño y los sacerdotes de la pastoral villera fue provocado por el asesinato del adolescente Lucas González, perpetrado por tres agentes de la Policía de la Ciudad en las inmediaciones de un asentamiento urbano de Barracas; un hecho que conmocionó y movilizó a la sociedad para reclamar justicia, repudiar la violencia institucional y exigir las renuncias de quienes tengan responsabilidades políticas.

 

Los curas villeros, con Lorenzo “Toto” De Vedia como voz cantante, se movieron rápido tras el crimen del joven futbolista de las inferiores de Barracas Central: misa contra el “gatillo fácil” en la parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, enclavada en la Villa 21-24; pronunciamiento público advirtiendo que la violencia institucional “no es cosa nueva” en las barriadas populares y demandando un replanteo sustancial en los criterios de formación de las fuerzas de seguridad para evitar que estos hechos se repitan y acompañamiento a la familia y amigos de la víctima en la Marcha de la Gorra del pasado martes.

 

La prédica recurrente tanto de autoridades del PRO como de Juntos por el Cambio (JxC) por mano dura, baja de la edad de punibilidad y endurecimiento de políticas migratorias con raíz racista y xenófoba, entre otras temáticas de agenda, han hecho que este grupo de sacerdotes de los asentamientos urbanos reaccionara más de una vez contra los planteos ideológicos discursivos de la gestión amarilla comunal. Las recriminaciones tocaban a las puertas de Mauricio Macri y ahora arrinconan a Rodríguez Larreta.

 

A los curas villeros se los ha escuchado calificar de “demagogia punitiva” el proyecto para bajar la edad de inimputabilidad a 15 años como única salida a la inseguridad; contexto en el que también pidieron no convertir a los adolescentes en “enemigos sociales” y advirtieron sobre los riesgos de “bolsonorizar” la sociedad. Igual de duro fue el tono de los clérigos para repudiar los dichos y la mirada "prejuiciosa y estigmatizante" de la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, quien atribuyó la deficiente formación docente a que los maestros provienen de “niveles socieconómicamente bajos”. No menos interpelador fue el reclamo ante la necesidad de una ambulancia en las villas, a raíz de lo que calificaron como un “sistema de salud expulsivo” que no permite el ingreso de los servicios de emergencia para asistir a las vecinas y los vecinos de estas barriadas.

 

Quiénes son

Los curas villeros nacieron a fines de los 90 bajo el amparo de Jorge Bergoglio, quien los alentó no sólo a trabajar con los pobres y excluidos de las villas porteñas, sino, también, a vivir en ellas. Siguen el modelo del Carlos Mugica, el cura asesinado en 1974 frente a un templo católico por la organización parapolicial Triple A; luchan contra la discriminación y la captación de jóvenes por mafias narcos y trabajan para mejorar las condiciones de salud, vivienda, educación y trabajo en los barrios más humildes. También comparten el eslogan “Con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo”, del obispo mártir de la dictadura militar Enrique Angelelli, y las 3T bergoglistas (tierra, techo y trabajo) y las 3C (capilla, club, colegio) son sus claves pastorales.

 

El máximo referente del grupo es hoy Gustavo Carrara, un sacerdote promovido a obispo auxiliar de Buenos Aires que sigue viviendo en la parroquia Madre del Pueblo de la Villa 1-11-14, actual Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli. El más conocido y habitual vocero es, sin embargo, José María Di Paola, el "padre Pepe", a quien en 2009 Bergoglio protegió tras las amenazas de muerte que recibió de las mafias del narcomenudeo en la Villa 21 del barrio porteño de Barracas. Tras un tiempo de “aislamiento preventivo” obligado en Añatuya (Santiago del Estero), volvió al conurbano bonaerense, a la Villa La Cárcova, de José León Suárez. Desde allí comanda hoy la pastoral villera en el orden nacional.

 

Toto De Vedia (Villa 21-24) ha sido el sucesor natural de Di Paola en el liderazgo porteño del grupo, detrás del obispo Carrara, y seguido por Guillermo Torre (Villa 31), Juan Isasmendi (Villa 1-11-14), Charly Olivero (Villa Zavaleta), Adrián Bennardis (Villa 3 y Barrio Ramón Carrillo) y Pedro Baya Casal (Villa Rodrigo Bueno), entre otros de una larga lista que completan Agustín López Solari (31), Patricio Etchepareborda y Lucas Walton (1-11-14), Facundo Ribeiro y Ramiro Terrones (21-24 y Zavaleta), Gastón Colombres y Marco Espínola (15), Damián Reynoso (monobloques Villa Soldati), Martín Carroza, Oscar Gallegos Álvarez y Ramiro Pannunzio (Villa Cildañez), Ariel Corrado (3 y Barrio Carrillo), Andrés Tocalini (Villa Los Piletones), Franco Punturo (20) y Omar Mazza (Villa Inta).

 

Oscar Parrilli y otros tres senadores del PJ de la Patagonia piden que el 50% de las represas quede en manos de las provincias.
Javier Milei.

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