El abrupto giro del Gobierno para aplicar un plan de congelamiento de precios por seis meses cosechó dos reacciones casi unánimes en el entorno de la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal: alivio provisorio de la zozobra por la falta de respuestas de la Casa Rosada ante la inflación, pero también incertidumbre respecto al desgaste de la política económica del presidente Mauricio Macri, cuya suerte está totalmente atada al Fondo Monetario Internacional (FMI).
“Nunca es tarde para estas medidas”, evaluó un alto funcionario bonaerense ante las consultas de Letra P. Luego recordó que su administración fue la primera en impulsar medidas paliativas para contener el impacto de la inflación, con el acuerdo entre el Banco Provincia y distintos supermercados para realizar comprar con un 50% de descuento.
El dato aporta uno de los contornos de las internas más feroces dentro de la mesa chica que rodea al Presidente, porque Vidal fue una de las primeras cuestionadoras del impacto negativo de la política económica. Con ese mismo tono, sus funcionarios valoran el giro adoptado por el Ministerio de Hacienda, que conduce Nicolás Dujovne, pero le prenden velas a su eficacia, como quien siembra una última esperanza antes de que sea demasiado tarde.
“Nosotros aplicaremos todas las medidas que impulse el gobierno nacional”, confirmó la fuente, que tomó distancia de las decisiones que adopte la Casa Rosada, cuyos inquilinos llevan tres años denostando cualquier medida de control de precios. Por esa razón, el giro repentino en materia de precios puede aportar una bocanada de aire fresco ante la crisis, pero multiplica las dudas sobre la eficacia del modelo económico que Macri considera inamovible y que llamó a “aguantar”.
La nueva política para controlar los precios replica algunos aspectos de los intentos provinciales, pero con casi tres años de atraso. La adopción del Gobierno de esas medidas que resistió durante todo este tiempo fortalecen a Vidal, pero en medio de un escenario político donde la administración bonaerense teme por su futuro político.
En la Casa Rosada las lecturas son divergentes. Los funcionarios del equipo del jefe de Gabinete, Marcos Peña, continúan encerrados en un mutismo directamente proporcional a la capacidad que ponen para negar cualquier error de su jefe inmediato. Sin embargo, otros eligen una perspectiva diferente. “Lo concreto es que hay un cambio desde lo gestual, porque habla del pragmatismo de este espacio y de un cambio del sector más dogmático. No hubo dudas en hacerlo y ahora hay un reconocimiento implícito de que esa ideología no nos llevó a los mejores resultados. En modo campaña no hubo dudas en llevar adelante el cambio, que fue promovido por un sector del PRO, la Coalición Cívica y la UCR”, detalló la fuente.
En el radicalismo, desde la mesa que integran los tres gobernadores, el jujeño Gerardo Morales, el correntino Gustavo Valdés y el mendocino Alfredo Cornejo, contestaron una escueta evaluación. “En cierta medida, son nuestras sugerencias, porque en la reunión se habló de hacer 'seguimiento de precios'", contestó un dirigente que responde a esa tríada pero se cuidó de ampliar detalles para no despertar nuevos resquemores cerca del Presidente, que no tolera las críticas púbicas del radicalismo desde que Cornejo salió a cuestionar la política tarifaria y de precios, antes de la primera corrida cambiaria de mayo pasado.
A pesar de las señales de apoyo que lanzó la diputada nacional Elisa Carrió, sus voceros eligieron la autopreservación. “Por ahora hay rumores, no hay nada confirmado”, contestó uno de sus funcionarios, aunque Lilita también forma parte del continente panradical que puso el grito en el cielo ante el impacto negativo de la inflación en el electorado, un dato que habría sido valorado por Macri desde que el consultor Jaime Durán Barba le advirtió que el mayor desconcierto y malhumor social se cocina diariamente en las colas de pago de impuestos y en los supermercados, una urna casi silenciosa que encierra un malestar letal para los planes de Cambiemos.