El día que chequeamos a Chequeado (y nos reímos)

La iniciativa argentina de fact-checking fue objeto de cuestionamiento por sus publicaciones durante el primer debate presidencial.

¿Tanto molesta que Chequeado verifique sus dichos? Desde las horas previas al #DebateAr2019, afronta una oleada de ataques cibernéticos domésticos y desde Rusia, Tailandia y Estados Unidos. ¿Tanto les incomoda?, se preguntó en un tuit el periodista de La Nación Hugo Alconada Mon, luego de que las publicaciones de chequeado.com durante el primer debate presidencial dieran lugar a críticas y memes en las redes. La Voz Pública para la Verificación del Discurso Público -tal su nombre completo- había montado, como en numerosas ocasiones anteriores, un operativo de chequeo de datos en tiempo real a cargo de especialistas y voluntarios.  

 

“Somos un medio digital no partidario y sin fines de lucro”, se presenta la organización de chequeo del discurso pionera en la región, que destaca su vocación por mejorar la calidad del debate público. Sin embargo, aunque blanco frecuente de cuestionamientos más o menos solapados, el último debate presidencial la colocó con claridad en el ojo de todas las críticas.

 

La revista satírica Barcelona, al igual que cientos de usuarios en las redes, se hizo eco de lo que consideraron chequeos poco criteriosos y desatinados por parte de la fundación.

 

 

Durante el primer debate presidencial del domingo pasado la etiqueta #chequeado cosechó cientos de menciones de usuarios que ironizaban en relación a la literalidad, parcialidad y, más ampliamente, cuestionaban los límites de lo chequeable en el discurso político.

 

 

 

 

Dos días después del debate, su titular Laura Zommer, firmó un comunicado donde reivindica la tarea y metodología de Chequeado, y denuncia ataques masivos al sitio web que lo mantuvo inaccesible desde el exterior. Curiosamente, el mismo comunicado cuestiona además a los “miles de usuarios que criticaron nuestro trabajo por su ´literalidad´ y nos acusaron de parcialidad, y lograron ser trending topic”, asociando a la vez ciber ataques con opiniones, humoradas (y algunas cuantas agresiones) de usuarios de la red.

 

Unos de los chequeos de la discordia fue la frase de Alberto Fernández “Pasaron siete semestres, Presidente, no entró un centavo a la Argentina de inversores de esas potencias”, que fue calificado como FALSO.

 

 

 

“Las hipérboles no se chequean”, reaccionaron algunos usuarios, a lo que la organización respondió contundente: “Los chequeadores analizamos afirmaciones sin reparar en las intenciones de su autor. Al hacerlo, dejamos afuera de nuestro análisis si una afirmación falsa fue producto de un error involuntario o se trató de una hipérbole u otro recurso poético. ¿Por qué? Porque la intención sólo la conoce quien la enuncia”.

 

Al margen de sus contenidos, siempre discutibles, lo que asoma cada vez que se cuestiona a Chequeado es la sospecha de parcialidad a favor del actual oficialismo siendo que Zommer, su directora ejecutiva y periodística está casada con el intendente de Pilar, Nicolás Ducoté, que integra la alianza Cambiemos. A propósito, vale aclarar que este dato está explicitado en el sitio web de la organización.  Otro punto de controversia suele ser el origen y distribución de los fondos que permiten el funcionamiento del proyecto, algunos provenientes de empresas y embajadas extranjeras, que siembran dudas sobre posibles condicionamientos a la tarea que llevan adelante.

 

 

 

“La experiencia de la organización argentina (NdR: por Chequeado) destaca tanto por la rapidez con la que logró continuidad en sus producciones y regularidad en su impacto, así como por la capacidad de sostener una agenda de temas y fuentes que combina preocupaciones inscriptas en la agenda pública, con la exploración en profundidad de aspectos que no son abordados intensivamente por los medios de comunicación”, valoraban en 2014 los investigadores Martín Becerra y Santiago Marino en el documento "Chequeando a Chequeado", elaborado a pedido de la propia fundación, donde además de valorar los aportes del proyecto al debate público, los autores marcan algunos desafíos, entre ellos ciertas limitaciones de la iniciativa en relación a la transparencia y rendición de cuentas.

 

En su libro La locura del solucionismo tecnológico, el investigador Evgeny Morozov carga las tintas contra lo que denomina “periodismo de cacería”, ese que acaba por avergonzar a los políticos a partir de una creciente obsesión por la verificación de datos. Al académico no le preocupan los extremos, aquello que a todas luces es verdadero o falso, pero ¿qué pasa con todo lo que queda en el medio? ¿Por qué deberíamos confiar en que algo es "VERDADERO PERO" o "ENGAÑOSO"? Y, en este punto, se hace Morozov la pregunta retórica de rigor: ¿Quién escruta a los escrutadores, que viven a su vez en su propia burbuja ideológica, que no siempre pueden detectar? Por otro lado, afirma, la democracia liberal estimula la hipocresía, porque la política de la persuasión necesita una dosis de disimulo, por lo que no queda claro que la fervorosa sinceridad sea favorable para la política liberal, concluye. 

 

El chequeo de discursos públicos pareciera eficaz desde los extremos pero, a su vez, la identificación de lo decididamente verdadero o falso la más de las veces no requiere mayores chequeos. Se hace más necesario en la ancha avenida del medio, donde los recursos poéticos del lenguaje se entrecruzan con las dosis variables de hipocresía y sinceridad del discurso político. Pero justo ahí es donde las nobles intenciones del fact-checking y sus formalismos con pretensiones de asepsia ideológica encuentran su mayor limitación, que en ocasiones lo colocan al borde del ridículo.

 

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