El arca de Horacio


“Haz que entre en el arca una pareja de todos los seres vivientes, es decir, un macho y una hembra de cada especie, para que sobrevivan. Recoge además toda clase de alimento, y almacénalo, para que les sirva de comida…”.  Cualquier parecido entre este diálogo bíblico entre Dios y Noé, versus una conversación entre Macri y Rodríguez Larreta, no tiene nada de casualidad. El visible fracaso económico de la administración Macri, compromete seriamente sus chances electorales el año próximo. Más aún, hasta dispara versiones de elecciones anticipadas que suponen una compleja ingeniería política, al estar fijado el calendario en la letra de la propia constitución nacional. En dicho escenario, la ciudad de Buenos Aires es el único distrito donde el PRO podría cavar trinchera, replegarse y guarecer a sus líderes políticos y cuadros técnicos en retirada de Nación, provincia de Buenos Aires y algunos municipios del conurbano.

 

En este sombrío panorama, donde el gobierno supera el 60% de desaprobación de la gestión, así como expectativas negativas sobre el futuro económico de similar magnitud según datos de Gustavo Córdoba, Rodríguez Larreta adquiere el mismo rol salvador de Noé, aunque esta vez no sustentado sobre una barca de madera, sino sostenido por una red política tejida alrededor de un inusitado fervor por el cemento que no se veía en la ciudad de Buenos Aires desde los tiempos del intendente de facto Cacciatore.

 

Inclusive, la misión redentora del actual jefe de gobierno excede el hecho de salvar vidas y tiene un carácter estratégico fundamental de cara a la supervivencia futura del PRO. En primer lugar, la ciudad de Buenos Aires es el único enclave donde esta fuerza tiene un anclaje territorial afianzado durante tres triunfos electorales sucesivos que trascendieron el núcleo duro de Recoleta, Belgrano y Palermo, abarcando todos los barrios de la capital sin distinción de nivel socioeconómico.

 

Por otro lado, el valor político, material y simbólico de la capital es incalculable. Si bien en el plano electoral, la ciudad de Buenos Aires equivale a otros grandes distritos del interior como Córdoba, Santa Fe y algo más que Tucumán, en la faz material la capital no tiene parangón. El ingreso per cápita de la ciudad de Buenos Aires triplica al de cualquier provincia argentina, con la excepción de la poco habitada Neuquén. Poniendo las cosas en blanco sobre negro, la riqueza por habitante de los porteños, hasta la megadevaluación de estos días, equivalía en magnitud a aquella de la Comunidad de Madrid, una de las tres más ricas de España junto al País Vasco y Cataluña.

 

En particular, esa referencia de capacidad económica genera tensiones con el resto de los gobernadores en el marco de la discusión de los ajustes fiscales comprometidos con el FMI. Cualquiera de ellos, en el trayecto de Aeroparque al microcentro, observa como la gestión Rodríguez Larreta no para de techar la ciudad de Buenos Aires y reparar el asfalto que rompió el día anterior en el marco de alguna otra obra pública en marcha.  

 

En tercer lugar, como reza el adagio, la política es cash y expectativas. La abundancia del primer componente, le permitió a Rodríguez Larreta cultivar un estilo político con eje casi exclusivo en temas de gestión y signado por la presencia de ministros de bajísimo perfil que no llegan a sobrepasar la barrera del 3% de conocimiento. Sin embargo, conviene echar un manto de duda sobre la sustentabilidad política de este modelo, ante un nuevo escenario donde la gestión del gobierno porteño, al igual que la nacional y la provincial, sufrió desde abril a la fecha un aumento de más de 20 puntos de desaprobación según datos de Grupo de Opinión Pública. Sumado a ello, vuelve a emerger esta semana con fuerza la posibilidad de que Rodríguez Larreta tenga un papel formal de primera línea, el informal ya lo tiene, en una casual reconfiguración de un gobierno nacional en emergencia más política que económica. En tal caso, ello forzará la redefinición del esquema local de ministros casi invisibles.

 

Por último, la ciudad de Buenos Aires es el territorio donde, además de la concentración económica, se asienta el núcleo del poder mediático nacional. Esa vidriera le otorga relevancia a cualquier acción del gobierno local. De hecho, los últimos dos presidentes no peronistas surgieron de este distrito. No obstante, en el marco de una ola generalizada de voto castigo a una administración nacional hoy tambaleante, la tremenda maquinaria comunicacional asentada en la ciudad de Buenos Aires podría penetrar rápidamente la coraza de cemento de la gestión porteña, así como catapultar a potenciales adversarios con el punch requerido para multiplicar los panes en sus apariciones mediáticas.

 

En tal aspecto, la candidatura de Lousteau es el antecedente más inmediato del carácter líquido del tablero porteño, así como el mayor riesgo que enfrenta Rodríguez Larreta como garante de la supervivencia del PRO más allá de 2019. Sin embargo, ello no excluye de ningún modo la posibilidad de que emerja algún postulante alternativo en tiempo récord, siempre que cumpla con las condiciones sine qua non de instalación en este distrito: control de una red partidaria territorial y un candidato o candidata con gran talento para traspasar la pantalla.

 

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