La reforma monetaria con la que el presidente Nicolás Maduro pretende frenar la hiperinflación debuta formalmente este martes en Venezuela, pero la actividad se ve limitada por un paro de 24 horas convocado por un sector amplio de la oposición.
En rigor, los billetes del nuevo bolívar soberano, que surgen de la eliminación de cinco ceros a la divisa anterior, el bolívar fuerte, comenzaron a circular el lunes, expendidos por los cajeros automáticos, aunque el gobierno chavista decretó que la jornada fuera feriado para facilitar la reconversión.
La nueva divisa, que inicialmente establecía la quita de solo tres ceros, estará respaldada, dice el oficialismo, en la criptomoneda nacional (que se referencia, a su vez, en el barril de petróleo), el petro.
Con la medida, las operaciones corrientes y los cálculos contables se simplificarán notablemente, pero mientras las autoridades sostienen que supondrá un avance claro en la lucha contra la inflación, el escepticismo domina a los economistas.
Ocurre que varias decisiones complementarias siembran dudas sobre el futuro inmediato.
Por un lado, la orden de Maduro de que el salario mínimo se ajuste un 3.400% el mes que viene, algo destinado a paliar la enorme erosión de los ingresos pero que volcará más circulante a la calle en momentos en que el Fondo Monetario Internacional proyecta una hiperinflación de 1 millón por ciento en el año.
Además, se anunció que se liberará el mercado cambiario, pero no está claro cuál será la oferta oficial de divisas.
Por último, se dijo que el precio de los combustibles, enormemente subsidiados en el país petrolero, será llevado a niveles internacionales, pero también se aclaró que un sector no definido de la población accederá a precios subsidiados a través del uso del carnet de la patria, el documento instaurado por Maduro y que centraliza toda la información de los receptores de cualquier tipo de ayuda social.
En medio de esas dudas, un sector amplio de la oposición lleva adelante una medida de fuerza que se siente con especial intensidad en Caracas y otras grandes ciudades.
La misma no es secundada por todo el antichavismo, lo que da cuenta del nivel de dispersión y debilidad relativa de ese sector.