Julio César fue uno de los más reconocidos luchadores del programa de televisión Titanes en el Ring. El personaje, desde 1982, era protagonizado por el fisicoculturista y luchador profesional Adolfo Sánchez. Adolfo Sánchez era, al momento de producirse el golpe de Estado en 1976, trabajador y delegado gremial en Ford Motors. En la planta industrial de esta automotriz ocurrieron uno de los más aberrantes crímenes de lesa humanidad de la historia argentina. Sánchez fue una de las víctimas de aquellos delitos y el pasado 20 de marzo declaró en el "Juicio a Ford", donde se juzga a dos ex directivos de la empresa.
Sánchez personificando a Julio César, el luchador de Titanes en el Ring durante la década del '80
Trabajador de la sección subarmado desde 1971, el 24 de marzo de 1976, intentó ingresar a trabajar como todos los días, pero observó los retenes militares en el acceso y los comandos en el interior de la planta. Lo demoraron y luego, tras entrar, empezó a percibir que todo había cambiado: "Voy a la oficina gremial y estaba todo reventado", declaró Sánchez, agregando que entonces su capataz le dijo: "Ahora tenés que empezar a trabajar, se te terminó la joda". Por entonces, en la oficina gremial guardaban bien encarpetada una investigación contra los directivos de la empresa por una estafa con concesionarios de autos: "No existía ni el armario, se llevaron todo", precisó.
Reconstruyó ante los jueces el secuestro de tres delegados del comedor de la planta industrial, el mismo 24 de marzo, con quienes habían emprendido una lucha por el reencuadramiento sindical para afiliarlos al SMATA, que tenía mejores salarios y convenios que el sindicato de Comercio. Ese día, por pedido de las compañeras del comedor, se dirigieron con otros delegados, Pastor José Murúa, Juan Carlos Amoroso y Carlos Chitarrone, a los quinchos del club: "Estaba todo cerrado y tapado. Cuando vamos a preguntar nos apuntan con las armas los militares, dimos la vuelta y vimos que otro de los quinchos estaba tapado".
Sánchez habló del exacerbado clima de control especialmente sobre quienes ejercían funciones gremiales. Recordó las reuniones con la dirección de la empresa, el mismo 25, cuando les pidieron que terminaran con una medida de "trabajo a tristeza" que habían comenzado los trabajadores. En aquella oportunidad, uno de los gerentes, de apellido Fernández, les avisó que el viernes tendrían una reunión con la alta gerenecia. Aquella fue la famosa reunión en la que Galarraga dijo que los trabajadores tenían que empezar a colaborar con la empresa para mejorar la producción, porque se acababan las funciones gremiales, y luego agregó temerariamente: "Larguen la paleta porque la pelota la tenemos nosotros" y "ya que están, mandenle saludos a Camps", que en aquel entonces todavía no era el reconocido jefe de la criminal policía bonaerense.
Luego de aquella reunión, Sánchez y los otros delegados que escucharon las amenazas del gerente, acordaron presentarse el lunes en la comisaría para demostrar buena voluntad, ya que no tenían antecedentes policiales. Sin embargo, el domingo 28 de marzo, Sánchez fue secuestrado de su casa. Los efectivos llegaron cuando estaba jugando en la cama con sus dos hijos. "Te vamos a tirar al río y desaparecer como todos los zurdos", le dijeron. Lo depositaron en el piso de un auto y se lo llevaron: "A mi suegro le muestran la credencial de Ford", afirmó Sánchez, al hacer referencia que cuando los efectivos preguntaron por su nombre, mostraron un carnet con su cara que era la copia de la credencial con la que ingresaban los trabajadores a la planta. De la casa, los delincuentes se llevaron un convenio colectivo y un pasacalle que decía: "Bienvenido Mi General", firmado por SMATA.
Sánchez fue llevado junto a Amoroso, Chitarrone y Murúa, a la comisaría de Maschwitz, donde recibieron brutales golpes y les hicieron simulacro de fusilamiento. Luego de un par de días, fueron llevados a la comisaría de Tigre. Allí, como el resto, conocieron al teniente coronel Molinari, quien les preguntó sobre su rol en la fábrica y sobre sus compañeros: "La empresa los mandó presos", le dijo el oficial del Ejército a Sánchez. En aquella misma comisaría, tras escuchar órdenes radiales de la policía, se enteraron quién era Ramón Camps. Sánchez pasó por los penales de Villa Devoto y La Plata, hasta que fue liberado a comienzos de 1977. Entonces, mientras estaba preso, su esposa recibió el telegrama de despido de la fábrica "por subversivo".
"Decir Ford es decir Ejército Argentino", afirmó Sánchez ante el tribunal, luego de recordar que jamás volvió a la fábrica y que la empresa no le pagó días trabajados. Con anterioridad al Golpe, sin embargo, la empresa le había ofrecido una millonada para irse de la empresa, cuando el gerente Fernández le advirtió: "A usted lo aprecio mucho, le conviene irse, porque no sabe lo que puede pasarle". "Alcanzaba para comprarte diez o doce vehículos en ese momento", calculó Sánchez.
El ex trabajador recordó especialmente el rol jugado por uno de los ex directivos enjuiciados, Héctor Sibila, encargado de la seguridad en la planta, que controlaba las tareas de control en el predio. Con él habían discutido, antes del Golpe, cuando en ocasión de un supuesto sabotaje en el galpón de estampado, se llevaron detenidos a cuatro trabajadores.
LA ESTRATEGIA DE LA DEFENSA Y LA TENSIÓN DEL JUICIO. "Me siento agraviada por las palabras de la doctora Gómez Alcorta". La abogada de Héctor Sibila se mostró ofuscada ante el tribunal porque los abogados de la querella le recriminaron una actitud de revictimización sobre los testigos. El altercado ocurrió luego de que -como ha sucedido en los anteriores testimonios-, la defensa preguntara a los ex trabajadores si sabían de sabotajes en la planta, de atentados a los directivos de la empresa y si tenían militancia en organizaciones político-militares.
La tensión ha ido aumentando durante las sucesivas jornadas del juicio. La defensa insiste con llamar la atención al tribunal entre las declaraciones que brindan los ex trabajadores y las que dieron en años anteriores. En el caso de Sánchez, el patinaje del abogado de ex gerente Pedro Müller fue severo: intentó sugerir que Sánchez estaba tergiversando intencionalmente su relato, señalando que ahora manifestaba haber sido torturado, cuando en sus declaraciones de 1985 y 1987 no lo había hecho. Los abogados de la querella y los representantes de la acusación fiscal salieron al cruce de inmediato: la percepción de lo que era la tortura en aquellos años y en la actualidad ha cambiado radicalmente. Sánchez aclara que a él no le pasaron la "picana", pero sí fue sometido a brutales golpizas, malos tratos, mala alimentación y condiciones de salud y a simulacros de fusilamiento.
¿Un problema de percepciones? Sánchez tambien cortó en seco, a uno de los abogados defensores cuando éste le pregunto por el momento en que "lo suben al auto": "me tiraron en el auto", lo corrigió Sánchez con visible fastidio.
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Para seguir la cobertura del juicio que se lleva adelante consultar el blog Empresaydelitosdelesa.blogspot.com.ar