La mediatización de la política

La mediatización de la política no se explica solo por la difuminación de la frontera entre política y espectáculo. No da cuenta del ingreso de las noticias de actualidad a los programas de entretenimiento, que arrastra a las élites políticas, sociales y culturales al ring cual si fueran celebrities confinadas a registros tabloides. Tampoco expresa de manera suficiente la crisis de representación de las instituciones tradicionales. La mediatización de la política se traduce en la orientación de la dinámica política hacia la lógica mediática, donde emergen actores despojados de toda consideración estructural que dé sentido a sus acciones.

 

La cobertura noticiosa posterior al 21-F fue intensa aunque efímera, como varios de los últimos “eventos críticos” que se taparon unos a otros sin solución de continuidad. La marcha fue un evento crítico -un acontecimiento contextualmente disruptivo- que dio lugar a todo tipo de repercusiones e invitó a una redefinición colectiva. Coherente con ello, hubo tratamientos mediáticos diversos, consideración en la que contemplo medios tradicionales, alternativos, comunitarios y sociales.

 

El encuadre mediático de un acontecimiento no es ajeno a la perspectiva de los otros actores que participan de esa trifulca político-discursiva. Las noticias no son factuales ni objetivas. Tampoco un foro para el intercambio aséptico de voces y puntos de vista. La noticia-espectáculo cobra sentido porque atraviesa los comportamientos de los políticos -sus comunicaciones públicas-, de los periodistas -sus productos, las noticias- y de sus públicos -sus ideas y toma de decisiones- en su espectro más heterogéneo. Todos absorbidos por la misma lógica discursiva.

 

En el caso del 21-F, los medios y los periodistas que comulgan con las ideas del actual gobierno acompañaron sus marcos interpretativos mediante una cobertura personalizada y dramática. La palabra oficial en su conjunto minimizó una convocatoria heterogénea, que reunió a sectores sindicales, movimientos sociales y personas no encolumnadas. Sobre la base de un universo dicotómico que distingue el bien del mal, cristalizó la resistencia social en dirigentes corruptos cuyos intereses personales enquistan el dinamismo de los sectores productivos.

 

 

La multitud del 21-F en Buenos Aires. (FOTO: Cedoc)

 

 

La personalización de la noticia. Presentado por delante y por fuera del movimiento sindical, Hugo Moyano pareciera tener como único propósito una demostración de fuerzas -¿traducida en 400 mil, 140 mil, 90 mil personas?- en su confrontación mano a mano con Mauricio Macri -también ubicado por encima del gobierno de Cambiemos-, quien “minimiza” la capacidad de movilización de un arco sindical y político opositor heterogéneo. Un Moyano “temeroso”, que sin disimular “su preocupación personal”, se defiende de la cruzada judicial -ahora, con aparente luz verde- contra presuntas maniobras delictivas que ese mismo Poder Judicial no había visto hasta ahora.

 

La dramatización de la noticia. Los medios no son capaces de dar sentido dramático a un hecho si los protagonistas de los acontecimientos no “dialogan” en esos mismos términos. Las noticias expresan una controversia cuya estética es consistente, en forma y contenido, con la estética de la propia disputa de poder promovida por los dirigentes políticos y sociales. Por ello, la anticipación mediática de que Moyano dirigiría sus palabras a Macri en primera persona y que el mandatario le respondería con un desplante novelesco -confiando la guerra de trincheras a funcionarios de alto rango y periodistas influyentes-, mantiene una autonomía relativa con el discurso de cierre del 21-F, en especial con algunos tramos de excesiva autorreferencialidad. Una vez más, la noticia dramática crea héroes y demonios fugaces; imprime en la memoria pública nombres propios alrededor de una polémica con el objetivo de ascender al juego de la política.

 

En tiempos de calma, los medios de élite suelen poner el foco en las acciones y reacciones de los gobiernos frente a otras instituciones con ideas diferentes. Frente a eventos críticos, cuando las defensas perceptivas se atrincheran, es posible configurar un contramarco que desafíe la versión oficial. Las discrepancias al interior de las élites políticas, sociales y corporativas son un requisito necesario, pero no alcanza con las riñas de Palacio. La pregunta es, entonces, si están dadas las condiciones para ir más allá de esa etapa y obstaculizar la activación del encuadre oficial-gubernamental, simplificador y maniqueo. Para lograrlo, es clave que el contramarco defina la situación en términos opuestos, que el 21-F pueda pensarse como “la articulación de sectores heterogéneos alrededor del cuestionamiento a la política económica del gobierno”, que las causas de tal congregación se enfoquen en los despidos, en el recorte de ingresos a jubilados y trabajadores, en el aumento de precios y tarifas, en el desmesurado incremento de la deuda externa. Si estos ejes logran disputar sentido, habrá un resquicio para imaginar la conformación de un nuevo espacio que incluya sectores sociales, gremiales y políticos diversos.

 

@natyaruguete

 

Nacho Torres, María Eugenia Vidal, Mauricio Macri, Gisela Scaglia, Rogelio Frigerio y Silvia Lospenatto en el relanzamiento de la Fundación Pensar.
Javier Milei, en el Congreso

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