

"¿Héroe o asesino?", se pregunta Telefé.
El avance del caso Chocobar en el ámbito judicial transcurre por carriles distintos a los recorridos por las lógicas rutinarias de los medios tradicionales -congruentes con los pronunciamientos de ciertos dirigentes políticos y funcionarios públicos-, proclives a acelerar los tiempos de sentencias, aplanar complejidades e identificar a las víctimas y a los victimarios alrededor de los aconteciendo noticiados, sin importar sobre quién recae la acción violenta.
Hace escasos días, la Corte Suprema de Justicia de la Nación desestimó el recurso de queja presentado por Luis Oscar Chocobar, confirmándose así el procesamiento sin prisión preventiva del policía. En diciembre de 2017 había sido acusado de matar con un disparo por la espalda a un joven de 18 años, Juan Pablo Kukok, luego de que este participara de un robo violento a un turista estadounidense. Más aún, los cambios que sufrió la carátula a medida que avanzaba la investigación judicial priorizan el derecho a la vida por encima del delito contra la propiedad: la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional cambió el atenuante de la imputación, que pasó de “homicidio en exceso en la legítima defensa” a “en exceso del cumplimiento de un deber”. No parece ser el caso de la cobertura periodística que recibió el acontecimiento del 8 de diciembre pasado y otros similares. Tampoco el de los funcionarios del Gobierno, quienes respaldaron el accionar de Chocobar como ejemplo a seguir y cuya máxima expresión se cristalizó hace pocos días en las palabras de la ministra responsable de regular el accionar de las fuerzas de seguridad. Para Patricia Bullrich, Chocobar “actuó para defender a un ciudadano norteamericano al que estaban apuñalando. Actúo bien. ¿Por qué lo vamos a condenar?”.
Desde el Gobierno se intenta instalar la imperiosa necesidad de cambiar el paradigma en materia de seguridad que, según arguyen, respaldaría erróneamente los Derechos Humanos de los victimarios y no los de las víctimas. Algo que, por cierto, se contradice con el informe del relevamiento del CELS sobre treinta casos en los que efectivos policiales mataron a particulares (entre 2014 y 2016) y que pone en cuestión la doctrina Bullrich: “De los 38 efectivos policiales involucrados en esos hechos, 27 fueron absueltos, sobreseídos o su causa fue archivada; otros siete se encuentran con sus causas aún en trámite, y solo cuatro fueron condenados”.
Solo el policía tiene apellido, los otros son “el ladrón” y “el turista”. C5N habla de “disparar por la espalda”, elemento usado en defensa de Kukok. Los otros omiten ese ¿detalle?
Tal como se ha venido observando en el marco de la investigación “De la propiedad a la recepción. Estudio integral del circuito productivo de las noticias sobre delito e inseguridad en los noticieros televisivos de mayor audiencia de la Argentina”, es posible reconocer una serie de rasgos que caracterizan la configuración discursiva de las noticias de esta índole, en particular los modos en que suelen ser figurados tanto las víctimas como los victimarios, en tanto personajes centrales de las notas sobre delito, violencia e inseguridad.
Permanentemente encontramos términos y expresiones en el discurso mediático que propician la configuración de un universo dicotómico bien/mal o legalidad/ilegalidad, promoviendo un discurso polarizado. Tal fue el caso, por ejemplo, de un informe televisivo en el cual se narra otra muerte derivada del accionar policial. En esa nota puede verse que el noticiero de Telefé describe el acontecimiento como un "enfrentamiento entre el ladrón y el policía". De un lado, se presenta la figura del policía que cumplió con su deber; del otro lado, la figura del delincuente que ha sido asesinado. También puede observarse que las acciones realizadas por el policía —quien, principalmente, es presentado mediante su identificación sociológica-laboral, como es habitual en estos casos— son atenuadas por un discurso que las justifica siempre como inevitables, como consecuencia de un enfrentamiento provocado por otro. El nombre propio de la persona asesinada suele ser escamoteado en este tipo de notas, al calificarla meramente a partir de apelativos de identificación moral (“ladrón”, “delincuente”) y nunca como víctima de la acción violenta. He aquí un encuadre individual del suceso que propone como único responsable al “ladrón”, al interior de un discurso descontextualizado y deshistorizado que refuerza ese universo dicotómico al que aludimos. Tal como lo explica el semiólogo español Jorge Lozano en una entrevista realizada hace unos años, con el objeto de darle cierta inteligibilidad a los sucesos los medios tienden a reducir la información significativa que tiene todo acontecimiento, inscribiéndolos en una determinada narración en el que usualmente abunda la lógica de la causalidad.