El partido militar, listo para saltar al poder

Bolsonaro buscará arrancar votos a los otros candidatos sin hacer compromisos. Haddad, negociar un pacto republicano. La gobernabilidad es un enigma. ¿“El Capitán” duerme con el enemigo?

BRASILIA (enviado especial) Como es esperaba, Jair Bolsonaro, el representante del “partido militar” de Brasil, se impuso por amplio margen en la primera vuelta electoral de este domingo, pero sin lograr la mayoría absoluta de los votos positivos necesaria para evitarse un segundo turno con el candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad.

 

El resultado estuvo a tono de lo anticipado por las encuestas y su rasgo más visible es la amplia diferencia que le sacó a su rival, quien no pudo retener todo el voto potencial de Luiz Inácio Lula da Silva y quien ahora deberá remar con intensidad para que la campaña que comenzará este lunes no se le haga definitivamente cuesta arriba.

 

En paralelo con lo anterior, cabe preguntarse qué fue del 39% de la intención de voto que las encuestas le adjudicaban a Lula antes de su inhabilitación. El dato inquietante para el PT es que una porción fue a parar indudablemente al ultra derechista, quien, además, logró deshidratar en buena medida los apoyos de los postulantes que ensayaron terceras vías, sobre todo el socialdemócrata (conservador) Geraldo Alckmin y la ecologista Marina Silva. La incapacidad de estos y del laborista Ciro Gomes para dar pelea en un marco de unidad dejó servida la campaña a la polarización y al naufragio de la supuestamente ancha avenida del medio brasileña.

 

 

 

LO QUE VIENE, LO QUE VIENE. Si el resultado estuvo en línea con lo anticipado por los sondeos, aunque con “El Capitán” más fuerte que lo esperado, cabe darles a estos entonces el crédito de lo que, al sábado a la noche, anticipaban como escenario de segundo turno.

 

En efecto, para Ibope, si se votara este domingo, aquel obtendría un 45% de los votos contra 41% de Haddad, que “es Lula”. Para Datafolha, el resultado sería un apretadísimo 45 a 43%. Todo está dentro del margen de error y queda un intenso partido por jugarse.

 

Si algo mostró esta campaña es un Brasil dividido dramáticamente, con Lula preso y Bolsonaro herido en un atentado; no llamó la atención, en ese sentido, que este votara este domingo con un chaleco antibalas. Todo es PT o anti PT, Bolsonaro o anti Bolsonaro. Los dos extremos del espectro político deberán ahora buscar votos en el centro y los dichos de ambos candidatos ni bien votaron en la mañana de este domingo dan señales sobre el modo en que piensan buscarlos.

 

Haddad trató con guante de seda a sus rivales menores, Gomes, Alckmin, Marina y hasta al muy minoritario ex presidente del Banco Central de Lula y ex ministro de Hacienda de Michel Temer, Henrique Meirelles, con quien dijo haber trabajado muy bien en la etapa en la que coincidieron en la función pública. Haddad moderará su discurso, buscará alianzas, apoyos explícitos y echará mano al argumento de que Brasil necesita una coalición republicana para enfrentar a la extrema derecha.

 

Bolsonaro, en tanto, cuestionó duramente a Alckmin, entre cuyos votantes podría encontrar lo que le falta para dar el salto al gobierno el domingo 28. Para él, el negocio pasa por buscar votos de todos sus rivales con una mirada supra partidaria o, a tono con su trayectoria, incluso anti partidaria.

 

 

 

EL DILEMA DE LA GOBERNABILIDAD. Así, confrontando y rompiendo el sistema tradicional, es como planea gobernar. En ese sentido, ya recibió el respaldo de los 200 diputados de la llamada bancada ruralista, que pertenecen a diferentes agrupaciones pero coinciden en defender en el Congreso al agronegocio. Lo mismo ocurrió con los 92 legisladores de la evangélica, que nunca como esta vez estuvo unificada en el respaldo a un dirigente. La suma de las bancadas “del buey” y “de la Biblia”, además del seguro respaldo de la de “la bala”, a la que pertenece el propio diputado Bolsonaro, le aseguran una mayoría bastante confortable, que lo pondría a tiro de las mayorías especiales necesarias para sacar adelante reformas como la previsional.

 

Mientras, Haddad sí necesitará negociar, lo que lleva a una pregunta que solo pueden responder hoy los más atrevidos: ¿Cómo haría el PT para darse una mayoría legislativa negociando con otros partidos, dado el historial de corrupción grave que fue el sustrato de esos enjuagues en el pasado? Y, de la mano de eso, ¿quiénes y bajo qué condiciones querrán negociar una alianza semejante con la izquierda?

 

Pero si a nivel parlamentario Bolsonaro parece tener las cosas más fáciles para, eventualmente, gobernar este país enorme, diverso y difícil, sus amenazan están en casa.

 

 

 

LA PRESIÓN DEL PARTIDO MILITAR. Tal como reveló Letra P, la cúpula militar preparó a Bolsonaro desde 2014 para convertirlo en presidente de Brasil. Lo entornó, lo orientó, lo ayudó a ordenar su vida personal y le aconsejó limar las aristas más filosas de su lengua. Lo reforzó en su conservadurismo político y lo convenció de abandonar el nacionalismo económico para abrazarse al liberalismo a ultranza.

 

De la mano de eso, le puso a Hamilton Mourão, un general de cuatro estrellas de línea dura, como su vice y, si hay éxito en las urnas, varios oficiales de alta graduación serán ministros. “Ya no queremos ser ciudadanos de segunda”, le dijo un alto jefe militar a este portal al explicitar la doctrina de la “nueva democracia”, tal el nombre de la nueva militarización de la política brasileña.

 

¿Será que los militares se contentarán solo con ser ministros? ¿Satisfará eso su deseo de ser otra vez protagonistas de la política local? ¿O acaso el objetivo es poner, algún día, alguien propio en la Presidencia?

 

“Ya no queremos ser ciudadanos de segunda”, le dijo un alto jefe militar a este portal al explicar la doctrina de la “nueva democracia”.

Es cierto que Bolsonaro es un ex militar, uno de los suyos, pero se trata apenas de un ex capitán que mandará en un gabinete con varios generales de cuatro estrellas. Casi una extravagancia para los códigos castrenses.

 

Por eso, algunos repasan los artículos de la Constitución que determinan cómo actuar en caso de ausencia del presidente, algo que se puso en práctica tras el juicio político a Dilma Rousseff. Si tal cosa sucede antes de que el jefe de Estado en cuestión cumpla la mitad de su mandato, se llama a nuevas elecciones. Pero si el infortunio se produce después de eso, el vice completa el mandato, tal como hizo Temer.

 

Para muchos, Mourão, quien amenazo abiertamente con un auto golpe, es un vice “anti impeachment”, porque ningún político querría entronizar a un militar de línea tan dura. Pero el sistema político está implosionando en estas mismas horas, con partidos tradicionales como el PSDB hundiéndose sin remedio y con el PT luchando por su supervivencia. Ante el vacío, suelen primar los poderes permanentes.

 

Cabe recordar que, en las últimas semanas, el general Mourão prometió terminar con el pago de los aguinaldos y las vacaciones. Llamado a silencio por su jefe, Bolsonaro, Mourão simplemente prefirió repetir ese rap en nuevas entrevistas.

 

El Congreso brasileño ya demostró cuán impiadoso puede ser. ¿Será que Frank Underwood pretenderá volver a las andadas?

 

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