El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, cumplió nuevamente con el mandato presidencial y se reunió por segunda vez en menos de dos meses con los popes del empresariado argentino. Fue en un almuerzo en el hotel Four Seasons donde el funcionario desplegó el plan económico de corto y mediano plazo y también pidió respaldo. No lo hizo ante gerentes o interlocutores del sector corporativo: se reunió con los dueños de las 10 empresas más grandes de la Argentina. Es que desde hace varios meses fue Mauricio Macri quien, defraudado por lo que consideró un escaso acompañamiento empresario a su gestión, requirió hablar directamente con los que comandan el Círculo Rojo, figura que el propio mandatario utilizó para describir al núcleo de poder nacional. Es casi una elección política del Gobierno Nacional para que el mensaje llegue mejor, sin distorsiones, y que respondan aquellos que toman decisiones de relevancia en cuestiones de inversión y puestos de trabajo.
A tales fines, las últimas charlas importantes se han canalizado a través de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), una entidad que preside Jaime Campos, el único hombre sin empresa dentro de una estructura en la que se miden las grandes fortunas locales. En el centro de la mesa se ubicó Dujovne, acompañado de Sebastián Galliani, el secretario de Política Económica al que muchos de los hombres de negocios señalan como “el tipo que sabe dentro del ministerio”. Inmediatamente a la izquierda de Galliani, en una especie de postal posmoderna de la Última Cena en la que se respetaron las jerarquías, se ubicó el mandamás de Techint, Paolo Rocca. El resto de la mesa en forma de “U” la integraron Aldo Roggio, de la constructora que además opera el subte porteño; Luis Pérez Companc; Pablo Roemmers; el petrolero de Bridas, Alejandro Bulgheroni; el italo argentino que preside la FIAT, Cristiano Ratazzi; Teddy Karagozian, de TN Plátex; Mauricio Bezzecheri, de Edesur; Martín Migoya, el CEO de la empresa de software Globant; el supermercadista Alfredo Coto; el jefe del banco Santander Río, Enrique Cristofani; el constructor José Cartellone; el dueño de IMPSA, Enrique Pescarmona (que comentó su disposición a desprenderse de la firma para salvarla de la crisis financiera); Eduardo Elsztain y Sebastián Bagó, titular de la empresa de laboratorios medicinales. “Fue una reunión más bien informativa”, explicó a Letra P uno de los laderos de un hombre de los ladrillos. Pero la realidad es que hubo agenda abierta en la cual los empresarios plantearon una necesidad de morigerar el impacto de los impuestos sobre la actividad. Eso, según muchos de los que almorzaron con Dujovne, no sólo retrasa las inversiones sino que además imposibilita la contratación de personal. La comida se prolongó a lo largo de una hora y media, y hubo espacio para preguntas: inflación y déficit fiscal fueron los cuestionamientos más repetidos, a los que Dujovne respondió sin poner peros.
El ministro, quien mantendrá además en la jornada un encuentro con las autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI) tuvo algunas definiciones concretas. “El Gobierno continúa trabajando para crear un marco institucional estable que genere incentivos para la inversión y fomente el crecimiento”, explicó. Y les dijo que “para crecer sostenidamente es necesario aumentar la productividad de la economía”. Esa situación no puede venir sólo por una mejora en el tipo de cambio, como muchos pretenden que ocurra. Como corolario, el funcionario aseguró que “provistos los incentivos, la infraestructura y un sistema educativo mejorado, necesitamos que nos acompañen en ese proceso. Empresarios que respondan a esos incentivos, que salgan al mundo y lo conquisten. No hay sectores que no tengan oportunidades en el país que estamos construyendo”.
Por medio de un comunicado, "los empresarios de la AEA destacaron su acuerdo con el rumbo general del Gobierno y señalaron que el marco de previsibilidad y de reglas del juego claras que existen actualmente posibilita vislumbrar un crecimiento económico sostenible. Para ello, se han comprometido a avanzar decididamente en una agenda de productividad que contribuya a acelerar el desarrollo económico en áreas tales como la reforma impositiva, el abastecimiento energético, la baja de costos logísticos y el financiamiento para las inversiones". Para finalizar, AEA explicó que Dujovne señaló como hechos relevantes de la gestión que en 2016, por primera vez, el gasto consolidado de Nación y provincias no creció en términos reales, que las exportaciones están mostrando un desempeño positivo y que la economía argentina ya ha iniciado un ciclo de crecimiento económico.
En el encuentro anterior, en la sede de AEA, el equipo económico al pleno -fueron incluso los dos laderos de Marcos Peña en la Jefatura de Gabinete, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui- había compartido un mayor detalle sobre el diagnóstico de la coyuntura actual. En este segundo encuentro hubo camaradería y se reforzaron conceptos.
También hoy, en la sede de Avenida de Mayo, Macri mandó a otro interlocutor a hablar con los gerentes que representan empresas en la Unión Industrial Argentina (UIA). Con esa entidad estrechó lazos el ministro de la Producción, Francisco Cabrera. Lo recibieron bien, pero la central fabril espera desde hace semanas ser recibida por Macri, dado que hace muy poco ha asumido la nueva conducción a cargo del aceitero Miguel Acevedo. En la UIA se ven desplazados en la consideración oficial. Saben que el Gobierno tiene una relación compleja con las industrias, un sector que está lejos de mostrar mejoras en los niveles de actividad, que ha perdido muchos puestos de trabajo y que vive en queja constante por la alta carga impositiva aplicada por Nación, Provincia y los municipios. La expectativa es que este jueves haya un encuentro entre Macri y algún representante de UIA, será por la tarde en Casa Rosada.
De todos modos, los mismos referentes fabriles reconocen que “es natural que se quieran reunir con los dueños”. Aunque refunfuñan contra los popes que durante el kirchnerismo se corrieron de la línea de fuego para hacer jugar a las segundas líneas, y hoy vuelven al ruedo para poner la cara en una negociación directa. Se acuerdan de cuando la propia Cristina Fernández pidió hablar con "los titulares", en los años más duros de la batalla de los K con los sectores corporativos.