"La gran mayoría de los gobernadores nos ayudó a parar la pelota para volver a pensar este tema y reencausarlo", dijo el ministro del Interior y Obras Públicas, Rogelio Frigerio, cuando comenzó a blanquear el desenlace más previsible para el encuentro con los mandatarios provinciales: la última mesa de la serie que lanzó el Gobierno la semana pasada para evitar que el presidente Mauricio Macri vetara el proyecto de reforma del Impuesto a las Ganancias que impusieron massistas y kirchneristas en la Cámara de Diputados. De aquel riesgo que conmovió al Gobierno queda bastante poco, especialmente desde que el Ejecutivo logró romper el hielo con el triunvirato de la CGT. Pero quedan grietas más profundas en un gabinete resquebrajado y atomizado.
Desde el martes 13, cuando el jefe de Gabinete, Marcos Peña, lanzó el “diálogo” para renegociar con sindicalistas, senadores, diputados y gobernadores, la llave siempre estuvo en las manos de los gremios, que le facturaban al Gobierno, y especialmente al ministro de Hacienda Alfonso, Prat Gay, haber incumplido la promesa de anticiparles el proyecto inicial de reforma del oficialismo. A diferencia de las notorias ausencias que tuvo durante toda la negociación, el jefe de Hacienda estuvo junto a Frigerio en la foto con los gobernadores.
Desde que comenzó la cuenta regresiva de las negociaciones para torcer el destino amargo de las sesiones extraordinarias convocadas por el Presidente, las escenas de los últimos diez días tuvieron a Frigerio y al secretario de Coordinación Interministerial, Mario Quintana, como las dos principales espadas negociadoras del oficialismo. En rigor, se trató de una muestra de unidad, ordenada por Macri, para reordenar la tropa y reconducir las internas dentro del Gabinete, entre Peña y sus secretarios Quintana y Gustavo Lopetegui, frente a Frigerio y el elenco de funcionarios que lleva adelante la interlocución con las provincias y con el Congreso.
Detrás de la foto compartida, que buscó mostrar una síntesis de antagonistas, los saldos quedaron en evidencia, especialmente gracias a los gobernadores, senadores y diputados que se negaron a hablar con Peña cuando el ministro del Interior estaba en China, enviado por Macri para destrabar financiamientos orientales a favor de ambiciosos proyectos impulsados por los mismos mandatarios que, dicen por lo bajo, sólo se animan a “pototear” la letra chica de los acuerdos con Frigerio.
Desde que el jefe de la cartera de Interior volvió de China, su presencia fue casi ininterrumpida en todas las troikas que había lanzado Peña. “El ministro bombero”, lo bautizaron al funcionario durante las repetidas conferencias de prensa que encabezó. En su entorno, el mote fue celebrado con la relativa discreción necesaria para que cundiera el detalle.
Los saldos positivos luego de la crisis de Ganancias también alcanzan al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, que quedó posicionado como un interlocutor válido con el sindicalismo en momentos críticos, y especialmente cuando tuvo que interceder para reparar las heridas que causó la “impericia” de Prat Gay, como dicen dentro de la Casa de Gobierno.
Entre los gobernadores también hay roles que quedaron reforzados, como el caso del cordobés Juan Schiaretti, el salteño Juan Manuel Urtubey, el neuquino Omar Gutiérrez o el sanjuanino Sergio Uñac. Fuera de la mayoría que celebró Frigerio, quedaron el formoseño Gildo Insfrán y el pampeano Carlos Verna, que ni siquiera avisaron su inasistencia a la convocatoria de este martes.
Parte de ese mapa también es adjudicado a Frigerio y a su viceministro, Sebastián García de Luca, que se encargaron de reducir daños y de curar heridas con el chubutense Mario Das Neves, uno de los mandatarios que sólo aceptan negociar francamente con el titular de Interior, un dato que beneficia al Gabinete pero que atiza las internas previas a un año electoral determinante para el futuro del Gobierno.