Aunque gran parte de la atención del día se la llevará la reforma de la ley de Inteligencia, el Congreso aprobará este miércoles el convenio marco de cooperación en materia económica y de inversiones entre Argentina y China, que ya generó el rechazo de la oposición, algunos sectores industriales, la CGT opositora – y parte de la oficialista – y fue defendido con firmeza por Cristina Fernández de Kirchner.
El proyecto fue aprobado en el Senado en la última sesión de 2014, el 29 de diciembre. La Presidenta le había ordenado al kirchnerismo que lo votara antes de su viaje a China, que tuvo lugar los primeros días de febrero, como señal de buena voluntad hacia el gobierno de Beijing. Ahora pasará por la Cámara baja. Claudio Lozano, diputado del partido Unidad Popular ya adelantó su rechazo. “Este acuerdo está urgido por la coyuntura y no por una estrategia seria que implique que la Argentina se pregunte qué necesita de una relación con China”, dice el economista de la CTA.
-Usted no se opone a que Argentina firme un acuerdo con China sino que critica las condiciones ¿qué tipo de relación considera que debería establecerse?
-Lo que comanda el acuerdo es la necesidad de que ingresen dólares a como dé lugar. De esa forma queda desplazada la posibilidad que podría implicar algún tipo de acuerdo con China, de posibilitar una estrategia de reemplazo de la matriz productiva y de fortalecimiento de un proceso de reindustrialización. El problema no es el convenio, a nosotros nos parece razonable que se negocie con China. El tema es que la relación ya existe y es muy desventajosa para Argentina.
-¿En qué sentido?
-Hoy el 96 por ciento de lo que se vende son productos de carácter primario. El 85 por ciento de las exportaciones de Argentina a China están concentradas en tres productos: porotos de soja, aceite de soja y petróleo crudo. Mientras, China nos vende productos manufacturados de bajo, medio y alto nivel tecnológico. Hay muchos de esos productos que Argentina tranquilamente podría sustituir con muy bajo esfuerzo. Además hay que mencionar el agravante de que esta especialización productiva degradada tiene un componente de empleo muy bajo y que tenemos un deterioro en la balanza comercial. Entre 2009 y 2014 China acumuló un superávit de 21 mil millones de dólares en su relación con Argentina. En 2014 fueron más de 5 mil millones.
-¿Esa relación se va a profundizar con los acuerdos?
-Lo que tendríamos que hacer es replantear el tipo de vínculo, porque el que tenemos no es bueno. Es el mismo vínculo que China tiene con el resto de países de América Latina y fundamentalmente con el Mercosur, con lo cual reemplaza parte del intercambio que podríamos hacer entre los países de la región. O sea que no solo tiene un efecto complicado en la relación con nosotros sino que interviene de manera de negativa en las relaciones de los países del Mercosur. Lamentablemente, Argentina está reeditando con China el mismo tipo de vínculo, complejo y negativo, que tuvo sobre finales del siglo XIX con Gran Bretaña.
-¿De qué manera perjudica la relación de Argentina con el resto del Mercosur?
-Hay muchas cosas que comprábamos a Brasil y ahora estamos comprando a China. Y encima el acuerdo pone a China en paridad con el Mercosur. No hay ninguna prioridad de la región frente a la relación con China, que pasa a tener el mismo estatus que los países de la región. Lo lógico sería que la región negociara en bloque con China para equiparar una relación asimétrica y no que Argentina lo haga en soledad.
-¿Cree que hay algún otro tipo de especulación, más allá de la necesidad de divisas que tiene Argentina?
-Es claro que está fomentado por los sectores exportadores que están interesados en mantener el patrón que hoy tenemos. Los sojeros, por ejemplo, quieren que el mercado se expanda y no se alteren las condiciones de la relación. Además, las inversiones que surjan de estos acuerdos van a estar orientadas a los sectores que ya exportan a China, con lo cual si bien eso puede llevar a reducir el déficit comercial, va a profundizar la especialización primaria. El acuerdo es funcional a los intereses que hoy priman en la relación con China.