Esta podría ser la última semana de Cameron como jefe de gobierno de una Escocia británica, donde pedirá una vez más que no se afronte la cita del jueves como un castigo a su gobierno conservador, muy impopular en Escocia.
Cameron insistirá en que un “Sí” a la independencia sería irreversible y perjudicaría al bolsillo de los escoceses.
Uno de los argumentos a favor de la independencia es que con ella no habría que soportar más a los Tories de Londres, la “élite de Westminster”, como se les llama despectivamente.
Escocia vota tradicionalmente a los laboristas en las generales y a los nacionalistas en las regionales, aunque los sondeos revelan que una parte importante de los primeros se inclina hacia la independencia.
El jefe de gobierno escocés y líder de la campaña independentista, Alex Salmond, volvió a acusar a Cameron de “orquestar” la respuesta adversa de las grandes empresas a la posibilidad de la independencia.