Política

El recuerdo iluminado después de la oscuridad

Lo enviaron en el 82, cuando realizaba el Servicio Militar obligatorio y tenía 19 años. Como parte del equipo de Asuntos Civiles, que se desprendía del Batallón de Infantería de Marina Nº 2, estaba encargado de que los servicios para la población siguieran en función. Junto a otros tres colimbas en un grupo de 50, entre oficiales y suboficiales, Carlos Giordano sabía hablar inglés y debía establecer relación con la población civil kelper. El desafío de un envío obligado para regresar con vida. “Llegué el 2 de abril, que fue el primer día de invasión, intervine en los primeros combates. Después tuvimos la ocupación civil y después volví al continente hasta el final de la guerra, que no estuve como sí estuvieron los compañeros del Regimiento 7 de La Plata, por ejemplo, hasta el 14 de junio”, comenta Carlos.

Sin demasiadas introspecciones en lo que fue la guerra, lo que interesa es pensar lo que pasó y por qué pasó. “A 30 años, lo que me parce que hay que decir es que Malvinas es un tema que sigue teniendo actualidad, que tiene que ver con que hay que hacer memoria y recordar el pasado. Pero también Malvinas es muy actual para con las cosas que a la Argentina todavía le falta, en términos de tener la soberanía plena sobre el territorio, de tener la hegemonía y la decisión política sobre la totalidad de sus recursos”, afirma el ex combatiente.

 

Esos recursos son los que, según el entrevistado, forman parte de los intereses ingleses y colaterales, que los depredan, los toman y los usan en pos de la propia utilidad.

 

“La existencia de una base militar como la de Mount Pleasant, que está en Malvinas y es una base militar de primer orden que tiene una capacidad nuclear, de intervención, con alrededor de 6 mil o 7 mil kilómetros y que puede tener 4800 soldados en 24 horas en cualquier punto de Latinoamérica, la capacidad de amenaza permanente sobre una zona que tiene el 6% de la población mundial, y arriba del 45% de los recursos naturales no explotados –que son las reservas para la humanidad–, representa una presencia activa, muy violenta y muy ofensiva no solamente para la Argentina o la memoria de Malvinas, sino para el presente de todo un continente”, sostiene.

 

Para Giordano, las políticas actuales están en el camino correcto, es el inicio de un Estado responsable en torno a lo que hay que hacer con la soberanía y el territorio de las Islas. “Por fin, después de 30 años, el Estado argentino transforma a las Malvinas en una política de estado que, con sus más y con sus menos, los partidos políticos terminan acompañando y que tiene que ver con estas banderas de la desmilitarización del Atlántico Sur, con la paz como norte, con la reivindicación de la memoria histórica y con la necesidad de investigar plenamente lo que pasó hace 30 años”.

 

Pero, además, el recuerdo tiene que ver con lo que pasó en la posguerra, con los ex combatientes y con las Fuerzas Armadas propiamente dichas. “En ese sentido, creo que el planteo del Estado argentino, con la administración del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, está bien orientado. Hay que ver qué hacemos nosotros, qué hace la sociedad con esta política de estado y cómo nos la apropiamos para hacerla efectiva y para hacerla, no solamente del Estado, sino del conjunto de la sociedad argentina”, enfatiza.
El 2 de abril alude a los caídos en Malvinas y a los ex combatientes, temas que para Giordano deben diferenciarse. “Con respecto a los caídos, a esta altura del partido, creo que lo único que resta es ser responsables con la entrega que ellos tuvieron a los 19 años, muchas veces sin tener consciencia de cuánto y por qué peleaban, entregaron su vida más allá de la dictadura genocida que nos mandó a combatir”, expone.

 

“Con el presente de los ex combatientes, creo que el Estado argentino ha dado cuenta, a partir de muchas presiones de nuestras propias luchas, de un bienestar material que implica las pensiones y subsidios y ya a esta altura creo que es suficiente, que está bien, estamos bien en términos monetarios y lo que se trata ahora es terminar de comprender qué pasó en esta sociedad para que hace 30 años entráramos en una guerra con la máxima potencia miliar mundial”, cierra la idea para decir que es importante conmemorar a sabiendas de lo que realmente significa ese día.
Sin embargo, la deuda mayor es poder explicar por qué fue posible una guerra y por qué fue posible en esas condiciones.

 

“Ya no se trata de materialidades, sino de dar una explicación histórica, responsable, profunda, sobre las causas verdaderas de la guerra y sus consecuencias para poder terminar un círculo que, sin dudas, necesita de una explicación y un sentido porque sino uno puede pensar que lo que pasó hace 30 años fue en vano, inútil, y la verdad es que ninguna vida que muere en combate por la bandera, por la patria, por los símbolos nacionales, por la soberanía, debiera sentir que fue inútil su sacrificio”, asegura Carlos.

 

Entre el dolor, las pérdidas y el horror de una guerra, las anécdotas de compañerismos son las más rescatadas. Los lazos de solidaridad, fueron el principal sostén de los jóvenes que poco sabían de acciones militares. “Implicaba encontrar momentos en el medio del combate, o la espera, en las cuales pudiésemos reír, pudiésemos sentirnos vivos. Una de las cosas que nos hacía sentir vivos era el recuerdo de los nuestros, de nuestras familias, de lo que haríamos cuando volviéramos y, sobre todo, un tema constante era la comida, qué íbamos a comer, cómo lo íbamos a preparar. En ese sentido había especialistas, compañeros que eran verdaderos gourmets de la palabra, porque lo contaban. Preparaban comidas, las disfrutábamos y después nos quedábamos esperando que llegara la comida que no iba a llegar”, recuerda.

 

“Las buenas anécdotas vuelven a tener sentido luego de 30 años, porque nos hacen sentir vivos reclamando por la memoria, por el respeto a esa historia y por la reivindicación de esas vidas en el medio de la denuncia  y el terror que fue la dictadura, de lo que fue el terrorismo de estado y lo que hicieron con los otros colimbas”, sostiene Giordano cuando resalta las imágenes luminosas en medio de tanta oscuridad isleña. “Nadie dejó a un compañero atrás. Hay innumerables ejemplos de suboficiales y suboficiales que abandonaron a sus tropas, se volvieron a puerto argentino y se afeitaron los bigotes para que no pensaran que eran oficiales y no los vieran como responsables”.

 

Con el tiempo, Carlos sintió que el tema Malvinas llegó a una altura donde los ex combatientes habían dicho todo, o casi todo, y que podía tener sentido hacia el futuro si alguien tomaba la posta. Por eso, planteó en el momento en que sus hijos y los de otros 9 ex combatientes, tenían la misma edad que ellos cuando fueron a la guerra, realizar un documental en primera persona como los progenitores de la guerra. El fruto fue “Nuestras historias. Una película de los hijos…”.

 

“Lo tomaron con una seriedad extrema, profesional. Se llama ‘Nuestras Historias’ porque es eso, las historias de ellos y en muchos casos dicen cosas que a lo mejor yo discutiría desde un punto de vista político pero es la verdad de lo que piensan, el presente de lo que es el tema Malvinas de hoy y el futuro. En ese sentido a mí me produce una emoción profunda y a esta altura veo feliz como ellos cuentan su historia”, expresa Giordano.

 

Esas historias no fueron siempre felices, ni suaves, “no vivieron la guerra, pero vivieron su vida con padres que fueron a la guerra y no siempre estamos de buen humor, no siempre somos buenos tipos, no siempre sonreímos, así que nos han sufrido mucho. Que tomen el tema, lo reivindiquen y pongan la memoria en perspectiva del futuro, para mi es extraordinario”, afirma.

 

Hoy, Carlos Giordano es Dr. En Comunicación, miembro destacado del Centro de Ex Combatientes de La Plata (CECIM), docente titular e investigador de la cátedra libre “Malvinas, comunicación y Nación” en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Sin dudas, la vigencia de Malvinas se mantendrá, las declaraciones, testimonios, documentales, relatos y demás serán volcados todos los años cuando el 2 de abril se acerque. Pero nunca está de más responder a la historia, contar lo que pasó y reflexionar los sucesos más allá de que las fechas encierren un número redondo. A 30 años, la memoria sirve.

 

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