Los fundamentos de la distinción fueron por la labor de Mujica a la hora de “defender la libertad y las igualdades para todos los habitantes de su Nación, garantizando el acceso libre y gratuito a la educación, trabajando por una mayor integración continental, destacando lo hecho por Artigas y San Martín y defendiendo la construcción de un mundo equilibrado”, entre otros.
Alrededor de las 15 horas del jueves, el presidente de la UNLP Fernando Tauber tomó la palabra, le dio una vez más la bienvenida al presidente uruguayo y, en el medio de cánticos mutuos entre militantes universitarios radicales y peronistas, dejó en claro en su discurso que “este es un acto que no le pertenece a ninguna línea en particular ni a ningún partido político; es un acto público de la UNLP para homenajear a nuestro querido Pepe Mujica, y por esa línea les pido que me acompañen”. Todos aplaudieron. “Gracias por ser como es”, le dijo Tauber a Mujica previo a destacar los valores latinoamericanos de defensa de la educación pública y gratuita, y luego le cedió la palabra.
“Permítanme sentarme porque la ingeniería está vieja”, arrancó diciendo el mandatario, como entrada a un discurso en el que, con mucha simpleza, giró en torno a los valores de la vida, dirigido principalmente a la juventud. “Yo tomo este título como un homenaje al pueblo trabajador uruguayo; a los trabajadores anónimos que no componen la Historia pero hacen la historieta de todos los días: los que arreglan autos, cables, los que trabajan la tierra, los que juntan verduras, los maestros, los enfermeros que nos ponen inyecciones y nos sacan la mugre”, expresó; dijo que se siente “feliz”, “amigo de todos los argentinos” y que “los argentinos y los uruguayos nacimos de la misma placenta”.
“¿Cómo construimos una sociedad mejor si nuestros pueblos están hundidos en un brutal analfabetismo? ¿Cómo construimos una sociedad mejor si adentro llevamos la tiranía de una sociedad de consumo que nos tiene esclavizados?”, se preguntó, respondiéndose que el camino que hay que tomar es el de la humildad, “subiendo muchos escalones, pero de a uno”, y destacando que “los mejores luchadores no son aquellos que hacen más, sino aquellos que son capaces de dejar gente que los suplante con ventaja”. Así, remarcó más de una vez que “el camino es larguísimo y sobrepasa el periplo de nuestras vidas”.
En un pasaje de su oratoria se refirió a aquellas notas periodísticas que circularon en varios medios mundiales, en donde se lo definió a él como un “presidente pobre”. “Yo no soy pobre”, aseguró, explicando que “pobres son los que precisan mucho”. “La vida es hermosa, estar vivo es casi un milagro. La vida de cada uno de nosotros es casi inexplicable. Ningún valor es más importante que la vida. La vida es un objetivo en sí mismo: vivirla”, reflexionó, y agregó que “se precisa tiempo para contemplar lo que admiramos; esas cosas elementales que no se compran y que a cada uno le gustan, como por ejemplo pescar, jugar al fútbol, estar panza arriba debajo de un árbol: eso es la libertad humana. Somos libres cuando hacemos de nuestra vida lo que nos gusta”.
“El problema cultural es tremendo, porque si no defendemos nuestra libertad acá y sólo dedicamos nuestra vida a pagar cuotas una y otra vez porque el supuesto progreso es una acumulación infinita de consumo material, ¡se nos termina yendo la vida!, y nada vale más que la vida”, dijo, recordando que descubrió todos estos valores “estando preso siete años en el calabozo”, en donde no lo dejaron leer. “Si no hubiese vivido esos años no sería lo que soy, porque se aprende más del dolor que de la bonanza”, aseguró, y analizó: “yo no fui en cana por vocación de héroe; fui en cana porque me agarraron”.

Continuando con esa línea de destacar lo que para él son los valores importantes de la vida, habló de un “problema civilizatorio y cultural” y cuestionó cómo es posible que nos preocupemos “por cambiar el auto cada dos años, la cocina; y que la casa necesita limpieza, entonces hay que conseguir una sirvienta, y demás”. “Si todo puede ser mucho más simple y más sencillo”, reflexionó en tono de resignación pero a la vez optimista, producto del aprendizaje que a él mismo le brindó su propia historia. “No estoy defendiendo la pobreza, estoy defendiendo la sobriedad, para que la gente pueda ser libre. Porque el objetivo de la vida humana no es vivir trabajando: hay que trabajar para vivir pero no hay que despilfarrar la vida. Nada es más hermoso que la vida”, sentenció. Luego contó historias de cuando él era un adolescente, para terminar criticando cómo los hombres “adoramos el fetiche de la mercadería”. “Bastante abombados somos los hombres”, se reprochó.
Habló de Europa, China, India y hasta destacó por varios minutos la figura de José Artigas, al que lo definió como una personalidad clave en nuestra historia, por ser hoy el más vigente de los patriotas. Así, rescatando los hechos que lo catapultaron como uno de los principales hombres en la Historia de nuestro continente, dijo que hoy “la unidad de los latinoamericanos será confederada o no será. El reto de los años que vienen es la integración, a pesar de los intereses que hay en contra de que estemos juntos; porque la mejor manera que tienen de debilitarnos es que estemos divididos y que hagamos mucho chauvinismo”. Allí, alzó los valores de la universidad pública como una herramienta clave en esa lucha, que debe dedicarse “no sólo a enseñar, sino también a investigar y a formar un hondo pensamiento político, pero no partidario”.
“El mayor problema que tenemos en América Latina es la falta de visión política a largo plazo”, dijo, y agregó que “lo urgente se come a lo imprescindible”, explicando la velocidad y la vorágine con la que se vive hoy en día. En esa línea remarcó lo importante de “dar batalla en el campo del conocimiento”, ya que de lo contrario “somos dependientes”.
Para concluir, casi mirando a los ojos a los presentes, dejó un mensaje directamente a los jóvenes que colmaron el Rectorado, diciéndoles que “no vivan la juventud al pedo. No dejen escapar la vida. No se dejen robar la vida. Vívanla con la mayor intensidad posible porque no tiene retorno”. Y volvió a remarcar que “pobre no es el que tiene poco; pobre es el que no tiene comunidad, el que no tiene compañero de vida”.
Estuvieron presentes el presidente de la UNLP, Fernando Tauber, el ministro de Economía de la Nación, Hernán Lorenzino, la ministra de Gobierno bonaerense, Cristina Álvarez Rodríguez, la directora general de Cultura y Educación, Nora de Lucía, el embajador uruguayo Guillermo Barriola, los intendentes Pablo Bruera (La Plata), Enrique Slezak (Berisso), Mario Secco (Ensenada), Fernando Carballo (Magdalena), Hernán Izurieta (Punta Indio), Gastón Arias (Brandsen), Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, concejales locales, dirigentes, y diputados provinciales y nacionales.
Para la anécdota quedarán los abucheos generales que recibieron el gobernador Daniel Scioli, la directora general de Cultura y Educación Nora de Lucía y el intendente platense Pablo Bruera. Es que el discurso de Mujica fue emotivo, con un mensaje marcado por la simpleza, directo y fácil de comprender, plagado de sentimiento. Los presentes respondieron con reiterados aplausos y le regalaron una ovación repleta de agradecimiento por sus palabras. Cuando el acto ya había finalizado, en un rincón permanecía una señora envuelta con la bandera de Uruguay, mirando todavía el escenario –ya vacío-, visiblemente emocionada. Se le acercó un joven estudiante, y ella simplemente le dijo: “hace tanto lo escucho y me sigue emocionando; ojalá los jóvenes interpreten y tomen su mensaje”. Y se fue.
Matías Moscoso
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Fotos: AGLAPLATA