La intervención de Javier Milei en el plenario de jefes de Estado y Gobierno del Grupo de los 20 (G20) fue recibida con indiferencia por sus homólogos, indicó el diario brasileño Metrópolis, al tiempo que la agencia ANSA Latina destacó que sólo fue aplaudida por la delegación argentina.
Tal vez a esta altura sorprende menos que sus ejes fueran, como ocurrió, la reivindicación del libre mercado como único modo de luchar contra el hambre y la pobreza. "Sea por malicia o ignorancia, la mayoría de los gobiernos modernos ha insistido en un error: el error de que para combatir el hambre y la pobreza hace falta mayor intervención estatal y mayor planificación centralizada de la economía", empezó agrediendo a todos los que lo escuchaban.
"Nunca verán a nuestra administración defender propuestas que impliquen mayor presión fiscal ni propuestas de desarrollo sostenible que prioricen caprichos de políticos con la panza llena en países ricos, cuando los países pobres necesitan explotar sus recursos para salir de la pobreza", agregó.
Pese a eso, desistió de convertirse de modo fatal en un paria internacional y terminó firmando, aunque con enormes disidencias, la Alianza Contra el Hambre que propuso el organizador, Luiz Inácio Lula da Silva, como marca principal de la cita de Río de Janeiro.
Asimismo, para no romper todo, la Argentina también se sumó –con numerosas reservas– a la Declaración final, aunque "disociándose parcialmente de todo (sic) el contenido vinculado a la Agenda 2030", contra el cambio climático según un comunicado oficial.
En rigor, repudió un mundo: la lucha contra el cambio climático, la idea de inducción de un desarrollo sostenible, la promoción de la igualdad de género, la aplicación de un impuesto a los superricos, la regulación de la inteligencia artificial y la moderación de los discursos de odio de las redes sociales.
Frío, frío con Lula da Silva
La recepción que le dio el brasileño fue gélida y contrastó con todas las demás, incluida la que le prodigó a la derechista Meloni.
La razón no radicó solamente en las diferencias ideológicas y personales –en su momento, llegaron a la descalificación–, sino en el obstruccionismo argentino a las negociaciones de la Declaración.
"Argentina cruzó una línea roja". "La participación de los negociadores argentinos fue de bajísimo nivel". "Vetan todo, pero no hacen propuestas alternativas". Esas y otras cosas dijeron diplomáticos brasileños y europeos sobre la delegación encabezada por el sherpa Federico Pinedo.
Milei siguió, de ese modo, su agenda de "batalla cultural", que se hará menos solitaria el 20 de enero, cuando asuma Donald Trump en Washington.
Javier Milei, mano a mano con la China comunista
Este martes será el día de las reuniones bilaterales, entre las que se destacan las que el argentino mantendrá con Xi Jinping, el presidente de la China comunista, con la que había jurado que no tendría ningún tipo de relación; con la directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, y con el premier indio Narendra Modi.
Una buena. La pelea con Lula da Silva no impidió que Toto Caputo sellara con el ministro brasileño de Minas y Energía, Alexandre Silveira, un acuerdo para la exportación de gas de Vaca Muerta a Brasil que, en el mejor de los casos y si se realizaran las obras necesarias, podría reportarle a la Argentina 6.000 millones de dólares por año hacia 2030.
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Toto Caputo con el ministro brasileño de Minas y Energía, Alexandre Silveira.
Todo dependerá de que el yacimiento neuquino siga creciendo en su explotación y de la realización expeditiva de una serie de obras de infraestructura. Pequeño problema: Milei ha retirado al Estado de esos quehaceres. Su apuesta, a todo o nada, será al RIGI.