Una legión de voluntarios. Asistencia y promoción humana. Voces contra la injusticia social. Recorte de planes y roces con el gobierno de Javier Milei.
Cáritas Argentina, el ministerio de la solidaridad de la Iglesia
“La ayuda que más ayuda es la que se organiza”, resume la filosofía de Cáritas Argentina, el brazo solidario de la Iglesia que articula una red nacional frente a la emergencia social. En un país con la pobreza en niveles alarmantes, pese al freno inflacionario, la organización se mueve entre la asistencia urgente y las tensiones con el gobierno de Javier Milei.
En declaraciones a Net TV, el obispo Roberto Álvarez, vicepresidente de institución solidaria eclesial, comparó la inflación con una catástrofe natural: “Ya no estamos en medio de la inundación, pero hay infinidad de colchas mojadas”, graficó.
La imagen buscó captar los efectos persistentes del deterioro económico sobre los sectores populares, incluso cuando el IPC se desacelera y va camino, según consultoras privadas, a ponerle un 1 delante en mayo para otro festejo pírrico del ministro Toto Caputo, a quien Milei considera “El Messi de las finanzas”.
Álvarez, diocesano de Rawson, también aludió al temporal que en marzo azotó Bahía Blanca, con un saldo de 17 personas muertas y más de 1.400 evacuadas, para marcar un contraste: mientras este desastre movilizó una ayuda masiva, otros episodios como los incendios en Epuyén o el declive petrolero en Comodoro Rivadavia quedaron opacados por el centralismo porteño.
“Hay urgencias que no salen en los medios. Sin visibilidad, la solidaridad se achica”, lamentó el obispo, que representa a la Patagonia en la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina. Su mirada advierte sobre un reparto desigual de la atención pública y los recursos solidarios.
Desde la llegada de la administración libertaria a la Casa Rosada, la relación entre el Gobierno y la Iglesia atravesó momentos de fricción de variada intensidad. Tres conflictos concentran los reclamos: la interrupción en la entrega de alimentos a comedores, el desfinanciamiento del Fondo de Integración Socio Urbana (FISU) y el freno a los programas de prevención de adicciones.
En este último frente, Cáritas acompaña a unas 10.000 personas en 250 centros barriales distribuidos en todo el país. La reducción del apoyo estatal amenaza con desarticular esta tarea.
“La caridad organizada necesita coordinación con el Estado. Si esta articulación se corta, el daño es inmediato”, advirtió una fuente de la organización consultada por Letra P.
El Ministerio de Capital Humano se mantiene en silencio y no opina públicamente sobre estos reclamos de la Iglesia, mientras que voceros eclesiásticos confirmaron que persisten los contactos informales con personal de segunda línea de la cartera a cargo de Sandra Pettovello.
Según el Rinde Cuentas 2024, Cáritas Argentina aplicó más de $ 10.778 millones en programas de asistencia y desarrollo humano integral.
Los fondos se distribuyeron en las 67 diócesis en que está organizada la Iglesia en el país y se volcaron a áreas como educación, trabajo, seguridad alimentaria, autoconstrucción de viviendas y respuesta a emergencias climáticas.
“Esta es una maquinaria que funciona con poco y hace mucho”, resume una vocera de la organización, que este fin de semana realiza su Colecta Anual con el lema “Sigamos organizando la esperanza”.
La catástrofe de Bahía Blanca activó una operación humanitaria sin precedentes para Cáritas. En apenas dos semanas, movilizó a más de 500 voluntarios, distribuyó 10.240 kits de alimentos e higiene y recaudó más de 1.036 millones de pesos, fondos que ya fueron repartidos.
El plan incluye reacondicionamiento de viviendas, microcréditos, asistencia a emprendimientos, bancos de herramientas y apoyo logístico. Se estima que las acciones beneficiarán a más de 15.000 familias.
“Aunque el agua bajó, la reconstrucción recién empieza”, dijeron fuentes de la arquidiócesis.
“La caridad no es solo dar, sino organizar”, repite Álvarez, en línea con el pensamiento social del fallecido papa Francisco.
Frente al ajuste del gasto público y el repliegue del Estado, la Iglesia redobla su apuesta comunitaria, pero advierte que el esfuerzo solidario tiene un límite.
“La pobreza no se combate sólo con buena voluntad. Se necesita justicia estructural”, concluye el obispo. En tiempos de crisis, Cáritas se mueve en esa tensión entre el bálsamo inmediato y la demanda de transformaciones duraderas.