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El papa malvinero: la otra “mano de Dios” a los ingleses

Marca diplomática, finta a la política exterior e hinchada propia de excombatientes. El diálogo como posición de juego y un gol de media cancha: “Son nuestras”.

Desde aquel 13 de marzo de 2013, cuando el habemus papam resonó en la plaza San Pedro, el Foreign Office puso bajo vigilancia diplomática a Jorge Bergoglio ante la mínima sospecha de que el primer papa argentino de la historia de la Iglesia pudiera intentar un cambio en la matriz de neutralidad que el Vaticano ha mantenido siempre sobre la disputa entre Buenos Aires y Londres por las Islas Malvinas.

Esta ecuanimidad vaticana, apelable para cualquier guerra entre naciones, en este caso se fraguó, paradójicamente, un día antes del estallido del conflicto por el archipiélago austral, cuando hace 40 años la Santa Sede y el Reino Unido comenzaron a tener formalmente relaciones diplomáticas. Otro punto visible de este standard imparcial fue el viaje fugaz que el papa Juan Pablo II hizo el 11 y el 12 de junio de 1982 al país, a modo de “compensación y con esa única motivación” –se leyó en ambientes diplomáticos- por la visita concretada entre el 28 de mayo y el 2 de junio de ese mismo año a Gran Bretaña. Uno no hubiera sido posible sin la otra.

Bergoglio todavía no se había sentado oficialmente en la Cátedra de Pedro, que el entonces primer ministro británico David Cameron salió a cruzarlo por la frase “Las Malvinas son nuestras”, con la que el residente de Downing Street 10 dijo, “respetuosamente”, no estar de acuerdo. Fue después de que diarios ingleses subrayaran la posición sobre el conflicto por la soberanía de las Islas Malvinas del flamante papa, citando palabras que el arzobispo de Buenos Aires había pronunciado el 1 de abril de 2010 en un inusual diálogo con la prensa tras haber presidido el lavatorio de pies del Jueves Santo en la unidad penitenciaria del hospital neuropsiquiátrico Borda.

Ni corta ni perezosa, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK), quien entonces incluía a Bergoglio entre sus “enemigos”, también aprovechó la volada por la proclamación papal para, desde el arranque, marcarle la cancha al neopontífice en materia de política exterior. Aunque sin referirse puntualmente a Malvinas, la primera mandataria le pidió a Francisco que llevara un mensaje “a las grandes potencias” y colaborara en la resolución de los conflictos por la vía diplomática.

El papa se mantuvo, sin embargo, distante de las sugerencias diplomáticas de sus compatriotas residentes de la Casa Rosada en un tema tan delicado y sensible para la argentinidad. Ni siquiera tuvo una mueca de aprobación a los pronunciamientos de Mauricio Macri en cuanto a que el reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas es “legítimo e irrenunciable” y que la única estrategia viable para su recuperación es mediante el respeto del derecho internacional.

Francisco con la imagen de la Virgen de Luján Malvinera.

Para tranquilidad de la flema británica, Francisco adhiere a la neutralidad y la idea de resolver los conflictos mediante el diálogo que ha caracterizado a sus antecesores frente a las contiendas bélicas; esa misma neutralidad que hoy también es cuestionada desde sectores políticos y eclesiásticos por insistir en hacer llamamientos a la paz en Ucrania y a ponerle freno a la carrera armamentista, pero sin condenar abiertamente la incursión armada del presidente ruso, Vladimir Putin, al país vecino.

No obstante, los gestos de Bergoglio son más fuertes que las palabras y la causa Malvinas y la cercanía espiritual con los excombatientes y sus familias no son la excepción. El último fue el 30 de octubre de 2019, durante un acto en la plaza de San Pedro tras una audiencia general, en la que no pudo contener las lágrimas al leer la placa en honor a los muertos de la guerra ubicada al pie de la imagen de la Virgen de Luján que acompañó a los soldados argentinos en la batalla y fue devuelta tras haber estado 37 años guardada en la catedral castrense británica de la ciudad Aldershot, muy cerca de Londres.

El Papa saludó a excombatientes de Malvinas durante una audiencia general.

Sin embargo, el gesto de mayor repercusión política de los últimos años fue el que Bergoglio protagonizó, intencionalmente o no, el 19 de agosto de 2015, cuando se fotografió mostrando un cartel que le acercaron durante una audiencia general con la leyenda “Es tiempo de diálogo entre Argentina y Reino Unido por Malvinas”. El revuelo fue mundial y la imagen se viralizó en las redes sociales. Londres no reaccionó oficialmente, pero el diario The Telegraph escribió, en el epígrafe de la foto, que el papa posaba con “propaganda” por el diálogo, mientras que la red Bloomberg sentenciaba que el pontífice había sido “engañado”.

En 2015, esta movida con Francisco de por medio formó parte de la campaña por los 50 años de la resolución 2065 de las Naciones Unidas, que llamaba a los dos países al diálogo de forma pacífica y es considerada una victoria de la democracia argentina porque la ONU reconoce que con Malvinas hay una disputa de soberanía y una situación colonial.

Las palabras de Bergoglio también resuenan en los oídos de excombatientes, veteranos y familiares de los caídos, como aquellas que pronunció el 2 de abril de 2008, cuando decía que la herida por Malvinas “está abierta y no cicatriza” y criticaba los intentos por “desmalvinizar la historia”; o en 2009 en la catedral porteña ante un grupo que viajaba a las islas. "Vayan a besar esa tierra que es nuestra y nos parece lejana", les pedía. Otra frase imposible de digerir para Londres es aquella del trigésimo aniversario del conflicto, en 2012, oportunidad en la que aseguró: "Venimos a rezar por aquellos que han caído, hijos de la Patria que salieron a defender a su madre, la Patria, a reclamar que es suyo de la Patria y les fue usurpado".

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