“Hablé con (Sergio) Massa y me dijo que es importante que los textiles firmen el acuerdo pendiente. La sinergia entre el gobierno nacional, el provincial y empresarios está mostrando resultados”, afirmó el gobernador de Catamarca, Raúl Jalil, ante una incrédula platea empresaria del rubro de la hilandería, la tejeduría y la tinturería, los eslabones más industriales de la cadena textil.
La confesión de partes dejó en claro la presión que envió el ministro de Economía al corazón mismo del Círculo Rojo productivo, que ya se había resignado a ceder y sólo pugnaba por reducir de cuatro a tres meses la variación de precios atada a los saltos controlados del dólar oficial.
El catamarqueño y su par riojano, Ricardo Quintela, que compartieron panel, son aliados de las textiles por los negocios que desarrolla el sector privado, alentado por esos estados provinciales.
Por esas horas de la calurosa tarde en la coqueta estancia La Herencia, en Pilar, donde se realizaba la 18ª edición de la Convención Pro Textil, las fuentes gubernamentales daban por cerrado un acuerdo que los propios líderes de la Fundación Pro Tejer, que preside Luciano Galfione, habían admitido como alcanzado en horas de la mañana. “Sólo estamos esperando que el Gobierno llame a firmar a las 50 empresas que estarán dentro del congelamiento de precios”, dijo uno de los empresarios que tiene fábricas en el país y, sin embargo, desconfiaba del impacto real en el cambio de tendencia en el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que mide el INDEC, que iba a provocar el entendimiento.
“Es momento de aportar y será muy conveniente si mañana (por este viernes) los textiles cierran el acuerdo de precios. No queremos que cierren nuevamente las fábricas”, insistía Jalil. Para algunos empresarios consultado por Letra P, que estuvo presente en el cónclave textil, ese mensaje les sonó a “apriete”. “Si está todo acordado, no entiendo cuál es la necesidad de enviar a uno de los gobernadores con mejor vinculación con el sector a decirnos, públicamente, lo que ya habíamos alcanzado en privado”, se lamentó una de las fuentes consultadas. De hecho, si bien serán las empresas firmantes las que se acojan al plan de estabilización de precios, la firma del acuerdo marco la realizará la Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA), que lidera el integrante de la UIA, Luis Tendlarz.
El ingreso de la cadena de valor textil al acuerdo de precios llegó luego de múltiples resistencias. Los industriales se cansaron de explicarle al Gobierno que los costos de las empresas se rigen por remarcaciones a nivel macro, lo que implica un impacto en los márgenes de rentabilidad ante cualquier movimiento en términos de energía o transporte, por caso.
Otra razón para el atrincheramiento es la desaceleración de la actividad fabril ante el impacto negativo de las restricciones en la importación de insumos para la producción. Según los empresarios, hay fábricas que están al 50% de su funcionamiento, porque el Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA) recién comenzará a entregar dólares en enero. “Le estoy pagando a la mitad de los trabajadores para que no trabaje”, se lamentó un empresario consultado por Letra P.
“Queremos ayudar en el combate contra la inflación y dar una señal de colaboración para los demás actores económicos y la sociedad en su conjunto, tratando de poner su granito de arena en la solución del problema de la inflación, la cual afecta a la industria y al sector textil, que también se ve afectado””, aclaró Galfione en una conferencia de prensa que brindó antes de la convención en Pilar.
Fue particular el proceso de negociación del Gobierno con las empresas. Según fuentes del sector privado que participaron de las charlas, el Gobierno inicialmente había pedido 30 días de congelamiento. Recién en el transcurso de la última semana se estiró el reclamo para que fueran 60 días sin ningún cambio en las vidrieras, lo que implica que llegará hasta el último día de diciembre.
Algo parecido sucedió con las alimenticias, que cuentan, sorprendidas, que el secretario de Comercio, Matías Tombolini, y su subsecretaria de Políticas para el Mercado Interno, Anastasia Daicich, visitaban a las empresas sin un plan prediseñado.
En esta semana, Economía pisó el acelerador e impusieron condiciones para la pronta aplicación del programa Precios Justos, de modo de ponerle techo a las remarcaciones que más preocupan al presidente Alberto Fernández: los alimentos de primera necesidad.
“La industria tiene que asumir los costos que van aumentando. Es muy distinto a la indumentaria, que coloca un precio de temporada, que es el máximo, porque recién después viene el desmonte de precios, con las rebajas de fin de temporada”, señaló un empresario textil.
Lo que parece una explicación técnica en realidad esconde un enfrentamiento por lo bajo entre los intereses de la primera parte de la cadena de valor y el último eslabón, que es la indumentaria, que vende sus productos terminados al público.
Las fábricas le reprochanal sector responsable de la comercialización de incrementar por demás su rentabilidad y, además, de vender gran parte de productos importados. “El industrial tiene mayor rentabilidad cuando fabrica más, no cuando se multiplica el precio. La industria no tiene crecimiento de rentabilidad por precio, sino por cantidad”, aclaró otra fuente del sector.
Las industrias creen que, luego el acuerdo firmado por la Cámara Argentina de la Indumentaria (CAI), que congeló precios tras las acusaciones de inflar los números de la ropa, ese sector presionó para empujar a las fábricas a pasarse a la misma vereda de controles. “Es mentira que no forman precios. La hilandería explica el 50% del costo de las telas”, se quejó una fuente de esa entidad consultada días antes por Letra P.
Tras consultas a ambos sectores, quedó claro que existen cuentas atrasadas dentro de la cadena de valor. “Si no hay fábricas, importan y siguen vendiendo. Les importa poco lo que sucede con un sector que se maneja con rentabilidad de un dígito y que en los últimos dos años rompió récords históricos de inversión, por encima de los 800 millones de dólares para renovar la capacidad instalada”, disparó un empresario industrial.
En la Pro Textil 2022, los ceos también hacían cálculos electorales para imaginar el futuro de la recuperación de las inversiones. Si bien se entusiasmaban en los pasillos contando cuánto plata habían puesto en el último año para renovar las fábricas, siempre quedaba para el final la pregunta incómoda: “¿Habrá que volver a pasar otra vez por momentos de incertidumbre con nuestras inversiones si cambia el modelo productivo?”. La respuesta de un industrial bonaerense, dueño de una empresa de 50 años en el interior de la provincia, se pareció más a un grito de arenga: “Si no nos mataron ni (el ministro de la última dictadura militar, José Alfredo) Martínez de Hoz ni (Domingo) Cavallo ni (Mauricio) Macri, es porque somos invencibles”.