La sombra de la cuarentena: género, teletrabajo y violencia

La cuarentena evidencia realidades que son previas a la pandemia y se produce en un contexto donde el sistema estructural de desigualdad se profundiza.

Los veloces cambios que estamos experimentando en la vida cotidiana por la cuarentena del COVID19 repercuten de distinta manera en las mujeres y los hombres. De repente, familias enteras se encuentran encerradas todo el tiempo en espacios reducidos, están bajo estrés económico e implementan la enseñanza a distancia de los niños y niñas. 

 

En estas circunstancias, la dinámica de género con la que convivimos a diario puede conducir a resultados y experiencias muy diferentes. Para  las mujeres es una exigencia doble: demanda entre las tareas del hogar y la imposición de productividad requeridas por el mercado. El aislamiento profundiza las desigualdades por cuestiones de género. La violencia, que actualmente aparece como una mancha negra de esta pandemia, es un reflejo de nuestros valores, nuestra resiliencia y nuestra humanidad compartida, que se ven ahora amenazados. 

 

Hacer de la casa una oficina es lo que propone el el teletrabajo en tiempos de cuarentena, partiendo de la premisa que aquellas quienes desarrollaban actividades laborales fuera del hogar, deben ahora destinar su tiempo a la organización de un “espacio” de teletrabajo. Sumar los objetivos laborales sin descuidar las demandas de su familia son la consigna. Ya que, en un mismo espacio físico, se encuentran en debate distintos tipos de tareas que configuran dos formas de trabajos, el remunerado y el no remunerado. En todo el mundo, las mujeres representan el 70 % de quienes trabajan en los sectores sanitarios y sociales, y hacen el triple del trabajo de cuidados no remunerado en comparación con los varones.

 

 Sin embargo, en la visión patriarcal no se reconoce el tiempo que insume la significativa carga mental en la vida de una mujer que dedica su tiempo a la organización y planificación familiar en cuarentena. La información disponible sugiere también que los efectos económicos del COVID-19 se sentirán más fuerte en las mujeres, dado que ellas son mayoría en los empleos informales, inseguros y de baja remuneración.

 

 ONU Mujeres lo advirtió en una de sus primeras recomendaciones tras el estallido de la pandemia: “Incluso antes de que existiera el COVID-19, la violencia doméstica ya era una de las violaciones de los derechos humanos más flagrantes. En los últimos 12 meses, 243 millones de mujeres y niñas (de edades entre 15 y 49 años) de todo el mundo han sufrido violencia sexual o física por parte de un compañero sentimental. Y, con el avance de la pandemia del COVID-19, es probable que esta cifra crezca con múltiples efectos en el bienestar de las mujeres, su salud sexual y reproductiva, su salud mental y su capacidad de liderar la recuperación de nuestras sociedades y economías, y de participar en ella” declare Phumzile Mlambo-Ngcuka su Directora Ejecutiva.

 

 Es decir, en el caso de las mujeres que sufren distintos tipos de violencia en sus hogares tener la opción de salir a trabajar hace la diferencia, sobre todo por la posibilidad de estar en contacto con otras mujeres y eventualmente, poder pedir ayuda. Tradicionalmente, los bajos índices de denuncia generalizados respecto a la violencia doméstica y de otro tipo han dificultado las medidas de respuestas efectivas. 

 

 El teletrabajo refuerza el aislamiento de las mujeres que tienen compañeros violentos, separándolas de las personas y los recursos que mejor pueden ayudarlas. Es la situación perfecta para ejercer un comportamiento controlador y violento en el hogar. Por esa razón es muy importante que las empresas y los empleadores acerquen información en relación a todos los canales de acompañamiento y apoyo. Poder estar “cerca” ayudará a identificar necesidades específicas y abordarlas.

 

En este sentido, desde el inicio de la emergencia sanitaria, se coordinaron acciones de trabajo en el marco del convenio conjunto vigente entre la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Tucumán y la Unidad de Vinculación Tecnológica - CEDyAT para articular desde la perspectiva de género en el fortalecimiento preventivo de las organizaciones durante la cuarentena, impulsando proyectos que ponen el foco en propuestas de recuperación económica, para apoyar a las pequeñas y medianas empresas de mujeres, con el fin de mitigar los efectos negativos del brote en la economía.

 

Desde la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se recomienda para que el teletrabajo sea efectivo del apoyo de los/as líderes y en el contexto de una pandemia requiriendo de mayores cuidados:

 

Apoyo de los liderazgos: comunicación fluida y cercana con el personal para poder medir situaciones de preocupación extrema y brindar apoyo psicológico acorde.

 

Herramientas y capacitación adecuadas: incluye tener acceso a dispositivos y aplicaciones apropiados, soporte técnico y capacitación tanto para gerentes/as como para teletrabajadores/as. Se debe hacer todo lo posible para ayudar a las personas a mantenerse conectadas con sus superiores, colegas y con la organización general.

 

 Expectativas claras: Hay que cambiar el foco a una gestión basada en resultados. Esto implica identificar objetivos, tareas e hitos, y luego monitorear y discutir el progreso sin solicitar excesivos informes. Además, con las escuelas cerradas, hay que tener en cuenta algunos ajustes en los objetivos de rendimiento, para las personas con responsabilidades de cuidado.

 

Soberanía del tiempo: Es esencial establecer reglas básicas claras sobre cuando los/as trabajadores/as están o no disponibles para trabajar, y luego respetar esas reglas. El teletrabajo puede ofrecer la flexibilidad de hacer su trabajo en momentos y en los lugares que les resulte más conveniente, mientras permanecen en contacto durante el horario normal de la organización. Esta flexibilidad es esencial para que el teletrabajo sea efectivo porque les permite a los/as trabajadores/as programar su trabajo remunerado en función de sus responsabilidades personales, como el cuidado de niños/as, adultos/as mayores y gestión de su tiempo libre.

 

Gestión de Límites: Incluso si las expectativas son claras, sigue siendo esencial para los/as teletrabajadores/as crear sus propias estrategias personales para una gestión efectiva de la frontera entre el trabajo remunerado y la vida personal. Esto debe incluir un espacio de trabajo dedicado libre de interrupciones y la capacidad de desconectarse, del mismo en momentos específicos reservados para el descanso y la vida personal.

 

Confianza: Es la clave. Los/as líderes, los/as teletrabajadores/as y sus colegas deben confiar entre sí. El teletrabajo no puede existir sin la confianza.

 

Es momento de escuchar a las mujeres de diferentes sectores y prestar especial atención, en este particular contexto de pandemia, como deciden convivir con esta nueva modalidad de trabajo y cómo pueden hacerlo sin subestimar y desconocer sus capacidades en la toma de decisiones y gestión de crisis.  De forma que la “nueva normalidad” no signifique un retroceso en cuanto a derechos conquistados.

 

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