Alberto Fernández en el espejo de Grecia

El fin de semana pasado hubo elecciones en Grecia. Alexis Tsipras y la coalición de centroizquierda Syriza, después de gobernar durante cuatro años llevando adelante un feroz ajuste exigido por la “troika” (FMI, Banco Central Europeo y la Comisión Europea), sufrieron una durísima derrota a manos de la conservadora Nueva Democracia. Vuelve así al poder la misma fuerza que gobernaba (y ajustaba) antes de 2015. Syriza, que entonces aparecía como “lo nuevo de la izquierda”, culminó cayendo sin pena ni gloria, repudiada electoralmente por los trabajadores. Peor aún: aplaudida por la propia troika, que los felicitó por “haber cumplido con ordenar las cuentas y llevar adelante el ajuste”.

 

¿Por qué traemos a referencia el caso griego? Porque en 2015, Syriza afirmaba que iba a terminar con las políticas de ajuste y tenía planteado un interrogante: ¿era posible hacerlo sin romper con las exigencias del FMI y los otros organismos europeos? Tsipras afirmaba que sí, “renegociando de otra manera” y con acuerdos con los organismos internacionales para desarrollar una política económica progresista. Nada de eso sucedió.

 

La troika le exigió continuar, más aún profundizar, el ajuste que se venía realizando desde años antes. El gobierno de Syriza terminó aceptando, incluso contra el voto popular que en un plebiscito se había expresado rotundamente contra el acuerdo con la troika. Tsipras terminó siendo el ejecutor de las políticas exigidas por el FMI y sus socios. Así gobernó cuatro años, con un PBI que se redujo un 30%, bajando 14 veces las jubilaciones, con una reforma laboral que le quitó todos los derechos a los trabajadores, flexibilizándolos al máximo, haciéndoles perder un tercio de su poder adquisitivo y con salarios mínimos de 600 euros, con la privatización total de sus y con un incremento descomunal del desempleo que llevó a millones de jóvenes griegos a buscar el camino de la emigración.

 

Grecia nos enseña, trágicamente, que no hay “término medio”: o se rompe con los organismos que exigen los planes de ajuste, como el FMI y se deja de pagar la deuda externa, o se termina siendo el nuevo administrador del ajuste. Ese es justamente el dilema que está planteado en nuestro país. El gobierno de Macri ha llevado el endeudamiento externo a niveles insostenibles: debemos más de 400.000 millones de dólares, de los cuáles 150.000 vencen en los próximos tres años. ¿Alguien puede pensar que se puede cumplir con las exigencias del Fondo, pagar todos estos vencimientos de deuda y a la vez resolver los bajos salarios, las jubilaciones de hambre, el desempleo o el derrumbe de la educación y la salud pública? Alberto Fernández plantea lo mismo que en su momento le proponía Tsipras y Syriza al pueblo trabajador griego: que van a “renegociar” y así “arrancarle” al FMI un acuerdo “progresista” o “nacional y popular”. Pero nada de eso sucederá. Es un secreto a voces que cualquier “renegociación” con el FMI se va a hacer a costa de un mayor ajuste, sumado a la exigencia de llevar adelante las reformas laboral y previsional.

 

Argentina tiene un acuerdo vigente con el FMI y una deuda descomunal. Por eso llamamos la atención sobre lo ocurrido en Grecia con el gobierno de Tsipras, que traicionó totalmente las expectativas que tenía el pueblo griego. En nuestro país, Alberto Fernández va en dirección a recorrer el mismo camino. Por eso, desde el Frente de Izquierda Unidad insistimos: no hay salida si no se rompe el acuerdo con el FMI y se suspende los pagos de deuda externa, para poner todos esos recursos al servicio de un plan económico que resuelva las urgentes necesidades populares de salarios dignos, empleo, educación, salud y vivienda.

 

primer trimestre de javier milei: mas mujeres, ninas y ninos pobres
Aníbal Fernández. 

También te puede interesar