La política argentina entró en etapa de ebullición. Aun faltando meses para los cierres de lista a nivel nacional, las especulaciones y la “rosca” sobre los armados se apoderaron de la agenda política impulsadas por las proyecciones de los distintos espacios y por las discusiones a nivel provincial.
No resulta extraño que en el medio de toda esa ebullición los estudios de opinión hayan ganado tanto espacio en la discusión política, en especial aquellos que miden directamente la intención de voto de los actores que pueden participar de la compulsa presidencial.
Es tanto el protagonismo dado a esos estudios, que incluso han aumentado en los últimos días los análisis políticos y periodísticos que hablan de la influencia de las encuestas en la economía y en los altibajos del dólar. De repente la maquinaria política y económica de un país tan complejo como Argentina parecen girar sobre estudios de opinión.
Sin intenciones de detenernos en analizar la veracidad de las opiniones que emparejan el ritmo del dólar con las encuestas (no creo que sea necesario siquiera discutir al respecto), si me parece interesante ampliar un poco sobre cuál es el aporte real que los estudios de opinión pueden realizar sobre el análisis del contexto actual.
Y creo que en esas últimas palabras precisamente radica lo esencial. Las encuestas son por excelencia una foto de un momento coyuntural, en especial aquellas que miden solo intención de voto de uno o varios escenarios.
Pero la verdadera riqueza de esos estudios no está en el análisis de los escenarios electorales, sino en las herramientas de análisis que podemos utilizar dar para entender mejor el contexto que los acompaña.
Los que estudiamos y trabajamos en comunicación política, repetimos hasta el hartazgo que el contexto es el que manda y ordena. Jerarquiza a la política. Esto es mucho más que un mantra, es la certeza basada en el estudio científico que escenarios electorales se construyen sobre el contexto imperante en determinado momento.
En nuestro último estudio nacional del mes de febrero, hemos corroborado de modo muy exhaustivo, que el contexto nacional en Argentina está marcado por la crisis económica y el impacto que la misma tiene en los ciudadanos de a pie. Este impacto no debería ser subestimado por la clase política y por los analistas.
Un 42% de los argentinos cree que la situación seguirá empeorando durante los próximos meses, y un 24% cree que de mínima seguirá estando igual de mal. El bando de los optimistas se ha reducido a un 21%, menor incluso que la intención de voto del presidente Macri.
La inflación por octavo mes consecutivo y el endeudamiento han tomado el podio de los principales problemas del país para los argentinos, desplazando a la corrupción a un tercer lugar, y la imagen del presidente rompe por tercer mes consecutivo su récord de impopularidad, alcanzando un 63% de imagen negativa.
Antony Dawns, autor del enfoque racional de las teorías que intentan explicar el comportamiento de los votantes, advertía ya en 1957 que la competitividad de los partidos opositores aumentaba drásticamente si el balance del desempeño económico del partido gobernante era negativo, y que dicha competitividad podía alcanzar niveles muy importantes si las personas creen que un cambio de gobierno puede mejorar su situación económica.
Seguramente esa perspectiva es la que alimenta las posibilidades electorales de cualquier candidato opositor, a la vez que debilitan cada vez más las del actual presidente.
El contexto manda, y la clase política haría bien en recordarlo. Los análisis de campaña y las negociaciones por las listas no deberían opacar el entendimiento del contexto, porque van a ser las finas variaciones del mismo, sobre todo en el aspecto económico, las que terminarán definiendo la competitividad de todos los actores en carrera.
Creo que el círculo rojo argentino tiene que dar un salto de calidad en sus análisis. Quedarse solo con el análisis superficial que brindan los escenarios electorales es desaprovechar el inmenso poder estratégico que las encuestas mismas tienen. Me atrevo a decir, que aquellos que se animen a utilizarlas para llegar a un entendimiento más profundo del contexto son los que probablemente tengan el termómetro más preciso en las semanas que vienen.