Muchos años después, en 1904 se terminaba de pagar una deuda contraída en 1824. La primera deuda del país autorizada por Bernardino Rivadavia por un millón de libras esterlinas, de las cuales sólo llegaron la mitad.
Según Scalabrini Ortiz sólo llegaron al Río de la Plata en oro, como estaba convenido, el 4% de lo pactado, es decir 20.678 libras. El compromiso de hacer un nuevo puerto, ciudades y agua corriente nunca se cumplió. El compromiso del 6% de interés anual y las comisiones bancarias, sí. La deuda siguió creciendo hasta la llegada de Hipólito Yrigoyen, que desendeudó el país como lo hicieron todos los gobiernos nacionales y populares.
Manuel Belgrano, el creador de nuestra bandera y primer economista argentino, nos advertía que no encontraríamos auxilio tomando deuda sino todo lo contrario: “Todas las naciones en el apuro de sus rentas han probado el arbitrio de los empréstitos, y todas han conocido a su propia costa que es un recurso miserable con que se consuman los males que se intentaban remediar”.
Pero como evidentemente no aprendemos de nuestra historia, volvimos a endeudarnos en pocos meses. Y la última novedad es el Global 100, un bono a 100 años, en dólares. Es decir una moneda que no manejamos y casi al 8% anual.
Hagamos una cuenta sencilla. Si hubiéramos emitido 100 millones de dólares, el año que viene pagaríamos de intereses casi 8 millones de dólares. Al siguiente año lo mismo, y así hasta el año 2117. Con los US$2.750 emitidos, a lo largo de los 100 años habremos pagado más de 20.000 millones de dólares de intereses.
Es decir, tomamos menos de 3.000 millones de dólares y pagaremos de intereses más de 20.000 millones dólares.
Cuando Bernardino Rivadavia pidió autorización para tomar la deuda, le preguntaron “¿Pero cómo vamos a devolver un millón de libras esterlinas?” La pregunta 194 años después ya no sólo es “cómo vamos a pagar 23.000 millones de dólares”, sino “por qué”.
Ese “por qué” quizás haya que buscarlo en la satisfacción de los que van a recibir ese beneficio, inédito a nivel mundial por cierto.
A nosotros, los argentinos, los deudores, esta “Nación desesperada” de hoy en día, nos dejará durante 100 años una marca del 8% que será difícil de cambiar. Les dejará a los próximos gobiernos menos opciones para invertir en nuestra tierra. Les dejará a nuestros nietos una deuda sobre la que no habrán tenido oportunidad de opinar.