Lugar acostumbrado a grandes recepciones y con una historia peronista fuerte, la parrilla El Mangrullo fue el sitio elegido el viernes último para un agasajo bien del riñón Cambiemos. Cerca de las 9 de la noche empezaron a llegar los autos al célebre recinto de la zona de Ezeiza, propiedad del intendente comunal Alejandro Granados, uno de los opositores más alineados con la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal. La cena fue en honor del flamante ministro de la Producción de Buenos Aires, Javier Tizado hijo.
Las más de 100 personas que participaron del convite ocuparon la mayor parte del salón superior del local. Granados, más allá de que no había sido participado, decidió no perdérselo. A la hora del ingreso de invitados, se sentó a comer en la segunda mesa más cercana a la puerta de entrada. Amable, les tomó la chapa y saludo con simpatía a funcionarios y empresarios que llegaron bien a horario.
En la planta superior los mozos ya bandejeaban empanadas de carne, el apetizer previo a una ronda variada de ensaladas que acompañaron las achuras y el asado. Según relataron a Letra P varios de los presentes, fue una noche con algunas definiciones, análisis de coyuntura y varias anécdotas. Lo más destacable es que tanto Tizado como Ignacio Pérez Riba, jefe de Gabinete del Ministerio de la Producción Nacional, deslizaron a los presentes que la idea de la nueva designación en una cartera que permaneció vacía por casi 6 meses es clara: el alineamiento de Producción bonaerense con los intereses y las formas de trabajar de la cartera fabril nacional. La posición explica, en parte, la elección de Tizado, un hombre que hasta hace días trabajaba bajo la tutela del secretario de Comercio, Miguel Braun, ambos bajo la mirada general del jefe de Industria nacional, Francisco Cabrera. Cerca, en la misma mesa de Tizado y Pérez Riba, se ubicó Enrique Cánepa, el abogado que ejerce como jefe de Gabinete de Braun, uno de los alfiles de Tizado en Comercio. Se vieron además algunas terceras líneas del club Chacarita, del que Tizado es vicepresidente.
La decisión de circunscribirse a las metas de Nación, no cae nada bien en los industriales nacionales, muchos de los cuales tienen industria en territorio bonaerense o son gerentes con representación provincial en la Unión Industrial Argentina (UIA). Naturalmente, la relación de ellos con Cabrera es, en algunos casos, tirante. Sobre todo por la caída en la actividad fabril consecuencia de la baja en el consumo. Y, por otro lado, las quejas sobre las importaciones de productos terminados.
En el resto de las mesas del Mangrullo había presencias repartidas. En una de ellas conversaban como viejos amigos el dueño de la cadena de electro Ribeiro, su hijo y Carlos Brown, el hombre de Eduardo Duhalde en las cuestiones vinculadas al comercio y los precios. Recordaban cuando viajaron juntos a Houston en los años ´90. Hacia uno de los costados uno de los hijos de los petroleros Bulgheroni compartía charlas sobre la actualidad con gente del supermercadismo y la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME). Hubo poca presencia nacional, muchos se excusaron por estar de viaje con la comitiva que acompañó al Presidente de la Nación, Mauricio Macri, por China, Japón y los Emiratos Árabes.
El que no faltó fue Agustín O´ Reilly, el vice de Industria bonaerense desde los tiempos de Joaquín De La Torre en la cartera. Cuando empezó la danza de nombres para cubrir el cargo, muchos apostaron sin éxito por el ex Arcor para cubrir la vacante. Llamó la atención en el marco del agasajo la enorme expectativa sobre la marcha de la economía que se percibía en el aire. Tal fue el entusiasmo que aquellos sectores del consumo que tenían representantes en la cena se dedicaron a deslizar críticas en forma de chiste con sorna. “Miren muchachos, esto es civilización o barbarie”, se entusiasmó uno de los funcionarios. Así, en esos términos, se midió en el recinto del “Sheriff” la situación económica, social y política y las perspectivas de cara a las próximas elecciones. Un blanqueo de la confrontación entre presente y el no regreso al pasado.
Para muchos de los presentes, que brindaron con vino caro y algún que otro espumante, sonó a una épica forzada, pero entendieron que Cambiemos ve ese guerra en el fondo, y observa de costado las pequeñas batallas diarias.