Imputabilidad: propuestas humanas para cuidar a nuestros niños

“…Un pibe que se topa con la Policía podrá decir, como aquel pastor rebelde de la novela de Corrado Alvaro, al verse rodeado de uniformados que le apuntan con sus armas:  ‘Al fin podré hablar con la Justicia. ¡Cuánto ha sido necesario para poder encontrarla y contarle mis problemas!’, porque es sólo así, en su forma represiva, que la Justicia llega a los pobres.” Lalo Painceira

 

 

“Ningún pibe nace chorro”, repetía el cura Cajade cuando algún ministro o legislador o dirigente, siempre alineados a la derecha del arco político, retomaba la bandera del castigo ejemplar y la cárcel para un hijo de la pobreza y la marginalidad de 15 años, acusado de robar o, como en el caso Brian, de haber matado o ser cómplice del asesino en un crimen tremendamente angustiante de un chico casi de su misma edad.

 

La gran difusión del hecho y la reiteración de la nueva cadena oficial televisiva comandada por los medios hegemónicos de información ocultan algo importante: sólo el 5% de los delitos importantes tienen como protagonistas a menores de 16 años. No obstante la evidencia, y obedeciendo al clima que ellos mismos crearon, estos sectores reclaman la baja en la edad de imputabilidad de los 16 a los 14 años.

 

Acostumbrados al mundo financiero y empresario del que son parte, los gobernantes actuales se sienten también patrones de la justicia y vale como ejemplo lo que acontece en Jujuy, provincia convertida en un feudo. Los nombres son los mismos. El pueblo los conoce y los recordará porque tiene memoria. Son los mismos que disminuyeron los ingresos de los jubilados a fines de los años ’90 y que en este solo año de gobierno endeudaron al país como si hubieran gobernado diez años, los que devaluaron salvajemente nuestra moneda provocando una inflación inmanejable para los escasos bolsillos de los trabajadores y de los desposeídos, los que se apuraron en pagar a los fondos buitres, los que están destruyendo el sistema de seguridad social, los que quieren eliminar una a una todas las conquistas logradas durante los gobiernos de Néstor y Cristina. Por eso recortan el Plan Procrear mientras eliminan retenciones a las mineras y al agro y aumentan de manera desmedida los servicios esenciales para cualquier familia. Son los que están produciendo la más grande transferencia monetaria de la historia argentina hacia los sectores que más tienen, exprimiendo todo lo que pueden a los más pobres, a los que pretenden quitarles hasta la posibilidad de protestar. Son los mismos que ante el menor tropiezo hablan de la “pesada herencia”. Pero el pueblo los conoce y también se da cuenta de que las conquistas sociales logradas en  los años K les permitieron vivir muchísimo mejor que ahora. El pueblo, además, tiene memoria.

 

Estos sectores, expresión cruda del neoliberalismo, necesitan desviar la atención y generan maniobras políticas de distracción de la mano de sus gurúes y contando siempre con la protección de los medios de comunicación hegemónicos. Sacan sus conejos de sus galeras de magos torpes, porque siempre los trucos quedan a la vista. Este reclamo represivo que agitan aprovechando hechos muy dolorosos, como los que hoy padece la familia del pequeño Brian lo hacen de manera apresurada porque sólo les importa instalar el debate sobre la baja de la edad de imputabilidad de los 16 a los 14.

 

De adolescente a niño. A pibe.  

 

Curioso, cuando son los que han eliminado el plan de Conectar Igualdad y se llenan la boca criticando los planes que el gobierno de Cristina Kirchner había implantado para favorecer a la niñez en riesgo.

 

Es indignante, para todos aquellos que tenemos memoria, la impunidad que les otorga la prensa cómplice. El salvaje crimen de Brian necesita justicia en serio y sin especulaciones de tipo político.

 

Eso no les importa. Lo que vale por unos días, en tiempos de feria judicial, es imponer un debate en la sociedad que no es nuevo pero que apunta directamente contra los chicos que menos tienen, los hijos de la miseria, de los nadies. Lo hacen en defensa del modelo de país que quieren imponer, que debemos condenar porque deja a la intemperie a miles y miles de argentinos y hará que sus hijos se críen en condiciones inhumanas. “Si dejamos que nuestros niños se críen en condiciones inhumanas, tendrán respuestas inhumanas”, decía el cura Cajade, testimonio real de que otro camino es posible y, además, necesario.

 

Hay dos modelos de país que se generan a través de políticas que debe implementar un gobierno. Una es inyectando dinero desde abajo a través de los salarios, las jubilaciones, los beneficios sociales y que sus beneficios, a través del consumo, lleguen a los de arriba, que fue el implementado desde 2003 a diciembre de 2015, y el modelo actual, inyectando dinero a los de arriba, a los sectores poderosos, para esperar que, cuando el vaso de ellos se llene, se derrame hacia los de abajo. Este hecho jamás se cumplió en la historia humana.

 

Por eso arrinconan al pueblo. Instalan un modelo que gradualmente lo excluirá del mercado laboral, de la escuela, de los hospitales públicos. Por eso necesitan un control social con represión. Si no, ese modelo no les cierra.

 

No sorprende que en este gobierno empresarial aparezca un ministro de Justicia y Derechos Humanos que seguramente ignora que hay despidos, recortes en los planes asistenciales, pérdida de salario y malhumor social, y que ese ministro atienda la demanda mediática y hable de bajar la edad de imputabilidad.

 

Se debe generar el debate en serio por la inclusión de los niños, con ideas que analicen la forma de asistir a las familias, que incorporen a los niños a través de sociedades intermedias como los clubes y que se acompañe el crecimiento desde una escuela que los contenga, quizás con doble jornada, con un Estado provincial que acompañe con programas estas disposiciones y un estado municipal que asuma los compromisos a los que está obligado por adherir a la ley de promoción y protección de los derechos de los niños.

 

La actual ausencia del Estado es la responsable de que nuestros niños estén atravesando estas situaciones y corriendo estos riesgos. Por eso convoco a los Oportunistas a elaborar propuestas humanas para que cuidemos a nuestros niños y no tengamos que cuidarnos de nuestros niños.

 

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