Como anticipó Letra P el viernes, Venezuela entró finalmente en default, aunque selectivo o restringido a divisas extranjeras. Claro que, como toda noticia que viene del país caribeño, ésta también tiene sus pliegues. Las que consideran que Venezuela ha entrado en cese de pago de su deuda son las calificadoras de riesgo, mientras que el gobierno, tras una opaca reunión que mantuvo este lunes con algunos de sus acreedores, afirma que está en proceso de reestructuración de su deuda.
Venezuela tiene bonos de deuda por más de 150.000 millones de dólares. Tan solo el año próximo se le vencen obligaciones por 8.000 millones y sus reservas son de apenas 9.7000 millones. El viernes, un bono de deuda de la compañía de electricidad estatal de Caracas venció sin que se cumpliera su pago y este lunes, tras el vencimiento del plazo de gracia de un mes post fecha de pago de dos cupones por un valor de 200 millones de dólares, la calificadora estadounidense Standard & Poors (S&P) colocó en grado SD/D ("selective default/default") la deuda soberana de Venezuela a largo y corto plazo en moneda extranjera.
Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
El endeudamiento en moneda nacional de largo y corto plazo se mantiene en CCC/C, el grado anterior a suspensión de pagos, pero, aclararon desde la firma en un comunicado, con una vigilancia negativa en cuando a las perspectivas de que se cumplan los pagos de ese endeudamiento, ya que S&P cree que hay 50% de posibilidades de que Venezuela "pueda entrar en suspensión de pagos otra vez en los próximos tres meses".
En paralelo, en Brasil el gobierno provisional de Michel Temer ya clasifica como default el retraso de más de dos meses en el pago de 262,5 millones de dólares a proveedores brasileños de alimentos que exportan a Venezuela en el marco de un convenio de pagos de créditos recíprocos, CCR. Brasilia comunicó formalmente al Club de París que Venezuela entraba en default ante, dijo, “la falta de respuestas diplomáticas” de parte del deudor.
Pero, según los especialistas, queda aún una instancia importante por cumplir. Los bonos tienen seguros y los acreedores no los “disparan” hasta tanto no estén convencidos de la inviabilidad del cobro de sus acreencias. Si eso sucede - ahí define mucho la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA) - y las compañías de seguros de deuda son las que pasan a ser propietarias de los bonos, podrían entonces dispararse sanciones de expropiación contra bienes venezolanos en el exterior. En ese sentido, todas las miradas apuntan a la compañía petrolera Citgo, que opera quince mil estaciones de servicio en EE.UU. y es propiedad mitad de la venezolana Pdvsa y mitad de la rusa Rosneft.
Por su parte, el gobierno de Nicolás Maduro – que ya dijo que Venezuela “nunca entrará en default” - anunció este lunes que había iniciado "con rotundo éxito" la refinanciación de su deuda externa en una primera reunión con sus acreedores pese a que de esa cita no surgieron formalmente acuerdos o propuestas concretas y, según la información disponible, la reunión duró menos de una hora y no está claro que acreedores participaron después de que el gobierno de Donald Trump prohibiera, a través de un decreto en agosto pasado, a inversores estadounidenses operar con bonos de deuda venezolanos. La reunión fue encabezada por el vicepresidente Tareck el Aissami, acusado en EE.UU. de narcotráfico.
¿Hasta dónde está preocupado Caracas por el default? Analistas calculan que el cese de pago le permitiría al gobierno chavista disponer de miles de millones dólares para la campaña electoral de las elecciones presidenciales del año próximo. En esa línea, el chavismo ha recuperado músculo tras el polémico triunfo en las elecciones regionales del mes pasado y ha quebrado a la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) en al menos tres partes, una de las cuales se apresta a participar de una nueva ronda de diálogo con auspicios internacionales en Santo Domingo.
También se apresta el chavismo a barrer a la oposición en las próximas elecciones municipales que se realizarían en diciembre próximo. El combo de división opositora, abstención, capacidad de movilización de su base militante y uso y abuso de los recursos del Estado para trampear y entorpecer al máximo posible el voto opositor le garantizarían un resultado positivo.
Y ni siquiera el anunciado aumento del precio del crudo promovido por la crisis de Medio Oriente que enfrenta a saudíes y persas ayudaría económicamente a Caracas: por primera vez en 28 años, la producción venezolana de petróleo cayó por debajo de los dos millones de barriles diarios. Según las cifras difundidas por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Venezuela sumó 1.995.000 barriles diarios durante octubre, lo que supone una pérdida de 130.000 barriles respecto del mes anterior.
No es aventurado vislumbrar, entonces, que Maduro dejará que avance el default con los bonistas estadounidenses (hay una incógnita de cómo se manejará con los acreedores venezolanos, integrantes de la llamada boliburguesía, socia del chavismo) acudiendo al discurso antiimperialista tan útil en casos como áste. Ya dirigentes del chavismo salieron en las redes a recordar que estas calificadoras fueron incapaces de anticipar la crisis de las hipotecas en EE.UU., en 2008.
Con quienes sí negociará y negocia Maduro es con sus socios chinos y rusos, que se han convertido en sus principales sostenes internacionales frente a la hostilidad de la mayoría de los países de la región, EE.UU. y la Unión Europea. A China, Venezuela le adeuda unos 28.000 millones de dólares y a Rusia, 8.000 millones. Un dato que ilustra es que la agencia de noticias china en español CGTN no dio mayor espacio a la noticia del default y sí a las detenciones ordenadas por Maduro contra funcionarios de Pdvsa acusados de corrupción y a sus declaraciones contra las sanciones que le aplicó la Unión Europea.
En el tablero mundial se libra una batalla mucho más grande que la que vemos por TV en las calles de Caracas. China (que tiene comprado petróleo venezolano por muchos años) es ya el principal socio comercial de América Latina y todos los libros de historia coinciden en que, tarde o temprano, la influencia económica deriva (o compra) influencia política y cultural. EE.UU. y Europa conservan las dos últimas, pero vienen detrás en la primera y el juego está abierto.