Hay cuestiones de la política que son difíciles de entender, que no resultan ser comprensibles al contraponer los hechos con las explicaciones de los actores protagónicos. Tal es el caso de la ruptura del bloque del Frente para la Victoria de la Ciudad de Buenos Aires.
Lo que no se le escapa a nadie es que los sectores en pugna mueven sus fichas pensando ya en el 2017 y no dejan de mirarse de reojo uno al otro. Así fue como se recelaron todo el tiempo La Cámpora y el PJ de la Ciudad, antes tras bambalinas y, a partir de la ruptura, a plena luz del día.
Los unos acusan a los otros de que no construyen en la Ciudad o que no saben construir mayorías, pero lo cierto es que ni unos ni otros han logrado interpelar a los porteños. Por una lado, una construcción sectaria y excluyente beneficiada por el dedo en el armado de las listas que colocó al Frente para la Victoria en el incómodo tercer lugar en la Ciudad y fuera del balotaje para la elección de Jefe de Gobierno. Por otro lado, un Partido Justicialista inmovilizado y esclerosado que sólo sabe de derrotas electorales, que no promueve ni la formación política ni propicia el debate interno, mucho menos practica la democracia interna.
Estamos frente a una ruptura de bloque entre dos sectores que no se diferencian en el modo de construcción política sino, más bien es, en lo que más se parecen. De hecho son los que juntos prorrogaron mandatos en el Partido Justicialista para que todo siga igual y evitar definiciones políticas que hubiesen provocado un gran debate en el seno del peronismo porteño.
Cuando se trata de evitar el debate para ocultar los disensos florece la unidad entre los sectores en pugna, ahí no importa a que bloque pertenece cada uno porque de lo que se trata es de silenciar los disensos, de no escuchar a la militancia, la misma que salió a militar de manera inorgánica y desordenada por la candidatura de Daniel Scioli.
Dicen por ahí que la gente les pide que se unan, mas ciertamente nadie ha visto a las masas movilizadas demandando unidad. Lo que sí pudo comprobarse es que en el 2015 la gente le pidió al Frente para la Victoria que haga lo posible para evitar que el macrismo siga gobernando cuatro años más la Ciudad, pero la conducción del Partido Justicialista y de La Cámpora (que también es conducción del PJ en la Ciudad) le propusieron a sus votantes en la Ciudad que en el balotaje voten en blanco, pero en un hermoso acto de dignidad los peronistas salimos a votar en contra de Rodriguez Larreta y fue por muy pocos votos que el macrismo siguió gobernando la Ciudad.
Cuando no se habla ni se discute la política se la esconde bajo la alfombra y nada de lo que se produce es político, por eso no estamos ante una ruptura de bloque que pueda explicarse desde lo político.
Es tiempo de debate, de análisis, de autocrítica y de reafirmación de nuestra identidad, es tiempo de terminar con la política de las trastiendas demostrando la capacidad para instalar la política allí donde el pueblo pueda enriquecerla con su participación y creatividad. Sólo de esa manera vamos a poder construir mayoría en la Ciudad.