Interna FpV

Julián vs. Aníbal: la batalla final por el poder del peronismo bonaerense

La interna del FpV marcará una nueva línea de conducción en el PJ provincial. El rol de la liga de intendentes, la tensa definición interna y el efecto Lanata.

En el peronismo bonaerense tienen claro que después del 10 de diciembre habrá un reacomodamiento de piezas en el poder provincial. La incertidumbre es en qué dirección se dará ese nuevo mapa político. La interna entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández, que además de resolver la candidatura por el Frente para la Victoria (FPV) tiene amplias chances de designar al próximo gobernador de la provincia, es ante este escenario la madre de todas las batallas. La que, a medida que se acerca el domingo, lejos de arrimarse a un marco de unidad cobra mayor virulencia.

 

La liga de intendentes bonaerenses, controlada desde siempre por los cabecillas de los grandes municipios del conurbano, parece jugar más fuerte en favor del presidente de la Cámara de Diputados. Eso responde a cierta lógica: en Domínguez ven a un negociador más afable a la hora de ceder poder a los barones provinciales. Más aún con la incorporación en la fórmula de Fernando Espinoza, intendente de La Matanza, a quien ven como el hombre que les abrirá las puertas de la Gobernación. En cambio, en Aníbal Fernández esperan el retorno de un jefe a la vieja usanza. Un jefe que el PJ bonaerense no tiene desde que el poder de Eduardo Duhalde se esfumó, junto con sus chances de ser electo presidente en las urnas, en 2003. La cabeza de una estructura de poder verticalista.

 

Un importante ex funcionario del Gabinete nacional, de profusa carrera dedicada al análisis político, ve entre Domínguez y Fernández otro cuadro de contraste: “El domingo va a ser un partido entre el aparato, que encarnan los intendentes, y la imagen hiper instalada de un tipo que sale todos los días, hace doce años, a defender a Néstor y Cristina Kirchner en todos los canales y todas las radios”. Esta fuente no se animó a hacer un pronóstico para este partido, pero vaticinó un “final atrapante”.

 

La apuesta –al menos pública- de un gran número de intendentes en favor de Domínguez busca también revertir ocho años de puentes angostos hacia el sillón de Dardo Rocha. Durante toda la gestión de Daniel Scioli, los jefes comunales que alcanzaron puestos de poder se cuentan con los dedos de una mano. Recién en 2011 Gustavo Arrieta (Cañuelas) fue nombrado ministro de Asuntos Agrarios y Cristian Breitenstein (Bahía Blanca), en el Ministerio de la Producción, Ciencia y Tecnología. Ninguno representaba al poder concentrado de la liga de intendentes del conurbano. El gesto más pesado hacia ese sector llegó en 2013, cuando Alejandro Granados (Ezeiza) tomó el Ministerio de Seguridad bonaerense. Justamente Granados, junto a Espinoza, Hugo Curto (Tres de Febrero), Martín Insaurralde (Lomas de Zamora) y Francisco “Barba” Gutiérrez (Quilmes) son hoy los principales impulsores de Domínguez entre el resto de los intendentes peronistas.

 

El último gobernador en armar un mapa de poder que cubra todo el ancho de la provincia fue Felipe Solá. Puso a su entonces jefe de Gabinete, Florencio Randazzo, a controlar la cuarta y la quinta sección electoral; en la segunda sección jugaban Ismael Passaglia y Eduardo Di Rocco; en la sexta selló un pacto de paz con La Cooperativa, un grupo de intendentes comandados por Dámaso Larraburu, armado para concentrar poder regional y negociar en conjunto. Ese fue el último ensayo de alcanzar el control y la contención política de todo el mapa provincial. Aunque los resultados no fueron los esperados: nunca pudo hacer pie en la zona sur del conurbano, la tercera sección, donde dominaba la llamada “Diputadora”, un grupo de legisladores que tensionaban con la Gobernación desde la Legislatura liderado por Osvaldo Mércuri y Baldomero “Cacho” Álvarez.

 

EL DÍA D. Tal vez la jornada crucial para terminar de crear el escenario de tensión actual entre las dos fórmulas kirchneristas que disputarán la representación del FPV en octubre fue cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner convocó a Olivos a Domínguez, Fernández y Espinoza. El día de la foto con los tres sonrientes en los parques, la última antes de desatarse la guerra intestina.

 

Ese día Cristina pidió que Espinoza se baje y que entre el presidente de la Cámara de Diputados y el jefe de Gabinete conformen una fórmula, en el orden que ellos acuerden. El consenso no llegó, Espinoza no se quiso bajar y empezó a contactarse con sus amigos intendentes. Fernández decidió entonces primereó al resto y armó una dupla “desperonizada” con Martín Sabbatella. Domínguez, cuyo plan A para vice era Sergio Berni, vio en esa fórmula un guiño de Cristina al vocero del Poder Ejecutivo y no tuvo otra posibilidad que recostarse en el aparato del PJ para tener chances en las PASO. Así consiguió que un grupo de intendentes convenza a Espinoza de bajar sus aspiraciones a las de vicegobernador y convertirse así en las manos y los ojos de los intendentes en el Ejecutivo provincial.

 

EL EFECTO CLARÍN. El último empujón para desatar la crisis final entre Aníbal y Julián llegó nada menos que desde la pantalla del Grupo Clarín. La operación mediática lanzada por Jorge Lanata desde su programa Periodismo Para Todos (PPT) contra Fernández derivó en una dura acusación del quilmeño contra su rival en la interna del FPV, denunciando públicamente sus aportes publicitarios al multimedios de Héctor Magnetto y Ernestina Herrera de Noble. Algo que desde el comando de campaña de Domínguez admiten sin renegar, pero agregando que la decisión de pautar publicidad en Clarín y otros medios no oficialistas, como Infobae, se tomó luego de las dificultades que encontraron para colocar pauta proselitista en los medios alineados con el Gobierno nacional. También mencionan un día en que le suspendieron una presentación a Domínguez en un importante canal de noticias, presentación que finalmente consiguió Sabbatella. El mismo día y a la misma hora que lo que ellos tenían pautado. La frutilla del amargo postre para Domínguez fue la invitación de Fernández a 6,7,8 sobre el límite de la veda electoral.

 

Lanata y Clarín consiguieron que Martín Lanatta, único condenado por el triple crimen de General Rodríguez, vinculara a Aníbal Fernández con esas muertes y la mafia de la efedrina. La operación se desvaneció rápido –incluso en los propios medios del multimedios- pero sus coletazos fueron grandes. Aunque nadie lo mencione en voz alta para no generar resquemores con el sciolismo, la autorización a la entrevista al detenido en el penal de General Alvear, como ocurre cuando cualquier medio solicita visitar a un preso, necesitó el OK del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Y, en muchos casos, de alguna firma del Ministerio de Justicia de la provincia de Buenos Aires.

 

Cuando Cristina vio a Domínguez bailando en el prime time de Canal 13 horas después de su conferencia de prensa solidarizándose con Aníbal por la “operación de prensa” que “perjudicó a todos”, tomó dos decisiones. Una, fue cortar la línea directa con el ex intendente de Chacabuco; la otra, fue levantar el veto y dar luz verde para que los ministros del Gabinete nacional brinden su apoyo público a Aníbal Fernández, si es que así lo deseaban. Ese golpe pegó fuerte en Domínguez. El martes, un funcionario con oficina en Casa Rosada y llegada directa a la Presidenta llamó a Domínguez para invitarlo al acto donde se anunció el último aumento en los haberes jubilatorios. El ex ministro de Agricultura aceptó el convite a regañadientes. Temía por un guiño presidencial a Aníbal por cadena nacional y con él presente, que nunca se dio. Todavía lamentan el error de su presentación en Showmatch.

 

En la esfera íntima que rodea a Domínguez celebraron en silencio la ausencia de la primera plana del sciolismo y de los principales baluartes de la liga de intendentes en el acto de cierre de Fernández. Sabían que un gesto en esa dirección podía transformarse en el certificado de defunción de las aspiraciones políticas del diputado. Ahora sólo esperan que Scioli no tuerza la balanza antes del domingo y baje mensajes a los intendentes para jugar con el jefe de Gabinete. Se entusiasman con una última encuesta de Ricardo Rouvier –quien mide para Domínguez- que le augura una victoria por dos o tres puntos en la interna del FPV del domingo. El resto de las mediciones, algunas por más y otras por menos, dan a Domínguez por debajo. Lo que sí confiesan sin tapujos es que, sin los intendentes, será “goleada” para el hombre de Quilmes.

 

El aparato, versus la imagen pública; el negociador, versus el jefe dominante. Entre Julián Domínguez y Aníbal Fernández se resolverá –salvo una hecatombe o un revés sorpresivo en el mapa electoral- gran parte del futuro del peronismo bonaerense. Las cartas ya están en el aire. Y caerán sobre la mesa este mismo domingo.

 

Alejandro Oxenford, durante la audiencia  en el Senado. 
Armando Traferri sobrevivió a otro embate más contra su dominio en San Lorenzo.

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