Entre Durán Barba y la “barba” de Alem, la UCR pone la historia y el PRO se la remata

La insólita actitud de la UCR dejando pasar una fórmula absolutamente porteña para la provincia de Buenos Aires, es la muestra clara de la decadencia fenomenal por la que atraviesa un partido que perdió el rumbo después de la desaparición física del ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín.

 

María Eugenia Vidal y Cristian Ritondo, dos porteños para la Provincia.

 

La primera, una vecina del barrio de Flores, lugar de emocionante y románticas historias,  y que hay que reconocer que también es cierto que tiene componente bonaerense porque desde allí, en noviembre de 1859, se reintegra la provincia de Buenos Aires a la Confederación, o también esa condición se encuentra porque había inicialmente algunas quintas ocupadas por caudillos que tuvieron predicación intensa en el territorio provincial. ¿Quién sabe qué tan cerca del entonces Camino Real del Oeste (hoy Av. Rivadavia) vivía María Eugenia?

 

El segundo, Ritondo, en la antigua barriada de “la Nueva Chicago”, luego conocida por Mataderos, nombre popularizado por la actividad de la mayoría de sus pobladores dedicada a la industria de la carne. De barrio trabajador y peronista, el actual legislador porteño no deja de ser, tal como lo dice su afiche de campaña, “un porteño como vos”.

 

Esa mezcla amarilla rancia, que se autodefine con escalofriantes tildes al llamarse “de la pureza”, es la fórmula para gobernar Buenos Aires que tiene Cambiemos. Sin muchas definiciones, -bien a lo PRO-, María Eugenia y Cristian buscan ganarse los futuros cargos en un gabinete imaginario.

 

Incluso la candidatura de Cristian es una hipocresía mayor que la de María Eugenia, simplemente porque el actual legislador ya tiene trabajo asegurado en el Gobierno de la Ciudad, -si es que gana Horacio Rodríguez Larreta-, pues será su ministro de Seguridad.

 

Esta situación embraveció a los radicales, pero ya es tarde.

 

En la UCR no hay ingenuos. No hay ninguno “de los que mandan” que hacen política desde ayer. No hay nadie que se pueda sorprender. Ninguno desconocía a Mauricio Macri ni a Jaime Durán Barba. Tampoco ninguno desconoce cada momento de la centenaria historia radical, como la gloriosa Revolución del Parque de los 90, en donde militantes dejaban la vida por una causa; o la naciente YPF con Don Hipólito; o la nobleza de un presidente que cayó, entre otras cosas, por una ley de medicamentos, y de otro que fue uno de los artífices de la reconquista democrática y que todos los días de su mandato tuvo que luchar para que intentonas golpistas no triunfaran nuevamente en el país.

 

La Convención de Gualeguaychú, con el tiempo será recordada como la certificación de una operación en donde el radicalismo inaugura una sociedad poniendo sus principios e historia (personajes intachables como Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen, Arturo Illia, Ricardo Balbín, Crisólogo Larralde, Raúl Alfonsín, y tantos más) y el PRO se los maquilló con cotillón noventista para luego colocarlos en un “todo por dos pesos”.

 

Si el conjunto de la operación “Cambiemos” era difícil de digerir para una amplia porción de radicales, mucho peor resultó la fórmula a la Gobernación bonaerense. Semejante desprecio a los habitantes de La Provincia no encuentran un calificativo fácilmente, y el grado de caradurez no vislumbra límites.

 

¿Cambiemos de qué? ¿Cambiemos de distrito para ser electos? Fotos, frases marketineras y un espacio en donde la ideología quedó congelada quien sabe hasta cuándo.

 

¿Cuál es el proyecto colectivo que alumbra el camino de Cambiemos? ¿Acaso es Fernando Niembro diputado, o esta fórmula a la Gobernación? ¿Qué tiene que ver el radicalismo con eso? Nada.

 

Hay radicales que están enojados, y con razón. Algunos intendentes fueron muy descriptivos en una sola frase. Por ejemplo, Miguel Lunghi, radical de Tandil, consideró que a Ritondo “no lo conoce ni el loro”, pero además dijo algo clave: la militancia radical a esa fórmula no la va a trabajar, no la votará.

 

Igualmente algo me sorprendió, y es la sensación de brazos caídos, de resignación de muchos militantes radicales. Si bien protestan en las charlas de café, en las redes sociales y en el diálogo que uno puede tener telefónicamente, no están activos como antes. Por mucho menos hace exactamente dos años militantes radicales juveniles tomaron el Comité Provincia, de manera pacífica, protestando contra “las proscripciones” que dejó una alianza entre Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer.

 

¡Miren ustedes, un hecho bochornoso de ese momento quedó como algo infantil, como una picardía, ante la alianza bestial de hoy en día!

 

Esa sensación de resignación me alarmó más que la realidad en sí mismo. Resignarse a un rejuntado vergonzoso del que muchos hoy se arrepienten, pero ya es tarde.

 

¿Qué quedará del radicalismo el día después de mañana?

 

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