Licencias compartidas por paternidad y maternidad en el trabajo

Un plenario de comisiones de Legislación del Trabajo y de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia de la Cámara de Diputados dará tratamiento a los proyectos de ley que se han presentado para modificar la legislación que actualmente contempla una licencia por nacimiento de hijo muy reducida, tanto para la madre como para el padre. 

 

Es absolutamente necesario ampliar las licencias por maternidad y paternidad pero también, como muchos países ya lo han hecho, establecer un mecanismo de licencias compartidas entre ambos padres, lo que se conoce con el nombre de licencias parentales. 

 

Mediante este sistema, son los padres quienes distribuyen el uso de la licencia por el nacimiento del hijo, compartiendo la crianza en los primeros meses con un enfoque de igualdad que centra la responsabilidad parental tanto en la madre como en el padre. Compartir los cuidados infantiles lleva a una relación laboral, familiar y social más igualitaria. 

 

La integración de la mujer en el trabajo ha sido un proceso constante en los últimos 20 años y el aporte de su salario en las familias ha devenido importantísimo e indispensable en aquellos hogares más pobres. Según datos de la OIT se estima que en América Latina 5 de cada 10 mujeres trabajan. Si se considera la etapa de crianza, es decir, mujeres entre 20 y 40, años la cifra aumenta a 7 de cada 10 mujeres (o sea el 70% de las mujeres que trabajan). Tienen más años de educación para una inserción laboral menor que los varones (un 25% menor).  Los varones permanecen activos hasta jubilarse pero las mujeres están condicionadas por otros factores: niños, personas mayores, matrimonio.   

 

Las responsabilidades familiares deben ser compartidas entre varones y mujeres para generar incentivos en la inserción laboral de las trabajadoras, porque está demostrado que el peso excesivo de las responsabilidades sobre las mujeres reduce sus posibilidades de participación laboral y genera discriminación. Las mujeres casadas tienen menor participación en el mundo del trabajo que las solteras, viudas o divorciadas. 

 

Además, el contexto general del trabajo no ha mejorado: hoy existe mayor precariedad y desocupación y los hogares necesitan ambos ingresos. Muchas mujeres continúan trabajando, pero cargan con doble y triple jornada, lo que repercute en su salud y en la de su grupo familiar. Por otro lado la sociedad registra cambios importantes y las familias con jefatura femenina son una realidad creciente. Un tercio de los hogares depende de los ingresos de la mujer que mantiene a la familia sin apoyo de una pareja. La importancia es mayor en caso de ruptura de la relación conyugal, si los varones no asumen su responsabilidad parental. 

 

La autonomía de las mujeres ha aumentado pero el nivel de desigualdad sigue sin modificarse. La proporción de la fuerza laboral protegida por las leyes se ha reducido. Se imponen ritmos de trabajo más intensos, por cumplimiento de metas, lo que acelera el agotamiento físico y psíquico. Las mujeres ocupan un lugar mayoritario entre los trabajadores precarizados, sin seguridad social, vacaciones ni aguinaldo. La economía informal tiene una alta presencia de mujeres (50% son mujeres contra 40% de varones) según datos de la OIT.

 

Por ello, las licencias por nacimiento del hijo deben ser compartidas por ambos progenitores y las leyes del trabajo deben asegurar mecanismos para que la crianza y las responsabilidades familiares resulten asumidas equitativamente por varones y mujeres. 

 

Esta es una enorme deuda que la legislación laboral de nuestro país tiene para con las mujeres. En esta última década, se han tratado muchos proyectos que establecían la licencia parental pero luego de una media sanción, el proyecto no era tratado en la cámara revisora, perdiendo estado parlamentario. 

 

Confiamos en que el tratamiento en la Cámara de Diputados configure un paso adelante en este camino que no puede seguir experimentando retrocesos.

 

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