Quienes presenciaron esos momentos de algarabía, comentan que el ex Jefe de Gabinete de Cristina Fernández atendía en su despacho de la Municipalidad de Tigre con una sonrisa de oreja a oreja. En los pasillos y salas contiguas a su oficina había muchos dirigentes políticos; peronistas, macristas y hasta diferentes figuras del espectáculo, entre otros.
“Todo era alegría”, sentencian. Massa corría de un lado a otro, agarraba del hombro a todos, los palmeaba, les hacía chistes, se reía. “Estaba a pleno”, describen.
El jefe comunal se tomó el trabajo de premiar y castigar en la cara a todos los dirigentes. Los llevaba a su despacho, los hacía pasar, los sentaba, y hablándoles de frente, incluso a aquellos que eran “castigados” por no tener lugar en la lista o tener mucho menos de lo que esperaban, les decía mirándolos a los ojos: “estás sentado en el despacho del futuro Presidente de la Nación”, ni más ni menos.
Algunos se iban con caras largas. No importaba que fueran familiares. Hasta hubo un momento de ira vivido por el Pato Galmarini. Es que a su hijo -cuñado del intendente-, lo subían y lo bajaban de la lista sin ningún tipo de consulta.
Massa ejerció el poder en el cierre de su lista como pocos recuerden. De segundo a cuarto lugar y viceversa. Todo podía pasar de un segundo a otro, comentan quienes fueron testigos de esas horas. El intendente especuló hasta último minuto con todos los dirigentes de todos los rincones de la provincia de Buenos Aires.
Diagramó todo con un mapa del poder del peronismo bonaerense y nacional, pensando en intendentes, legisladores, ex legisladores, futuros legisladores, CGT oficialista y opositora
Ahora, con todo consumado, hay que ver si el armado de Massa está a la altura de la expectativa que él mismo se encargó de generar, en sus hombres, mujeres y en todo el mundo político provincial y claro, también nacional.