Por Gabriela Pepe
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La oficina estaba casi escondida. Las misiones, reducidas a su mínima expresión. A Gabriel Fuks le pareció una buena idea. Ocupar un lugar modesto y bastardeado, pero lleno de desafíos. Sorprender con buenos resultados desde un barco que naufragaba en medio del océano. Estudió, investigó, apuntó, pidió, le dieron. En julio de 2003, con apenas dos meses en la Rosada, Néstor Kirchner lo designó presidente de la Comisión Cascos Blancos, la organización de ayuda humanitaria reconocida en todo el mundo. “Fue una idea muy peronista, porque Juan Domingo Perón demostró que se podían construir desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, y no necesariamente desde la Presidencia. Yo tengo la teoría de que hay que buscar herramientas que sean aptas y transformables. Este es el mejor ejemplo. Cuando llegué, acá no había nada. Y ahora estoy muy orgulloso de lo que hicimos”, dice Fuks, diez años y medio después. La oficina ya no está escondida. En el cuarto piso del edificio de Cancillería, frente a la esplendorosa Plaza San Martín, Fuks ya habla con cierta nostalgia. El motor de los Cascos Blancos dejará su lugar en diciembre, para sumarse al bloque kirchnerista en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
“Fueron muchos años de un tema muy lindo, pero que sólo era comprensible en la etapa política que vivimos. Mucha gente cree que lo humanitario es nuevo per se y no es así. Lo bueno fue ver cómo se convirtió en una buena herramienta de la nueva etapa de integración regional”, dice Fuks. Los Cascos Blancos nacieron en 1994 y, a lo largo de casi 20 años, fueron responsables de la entrega de ayuda y suministros, la asistencia humanitaria en emergencias, la colaboración en áreas de desastre, gestión de riesgo y cooperación en zonas arrasadas por fenómenos socionaturales de todo el mundo, pero recién en los últimos años se hizo más visible su participación internacional, en misiones como las de Perú, Túnez, Líbano, Irak, Kosovo, Haití y hasta Estados Unidos. Hoy, la Comisión cuenta con un presupuesto aproximado de 6 millones de dólares anuales – gran parte del financiamiento proviene del Estado nacional, y un porcentaje, de acuerdos firmados con organismos internacionales – y tiene una base de datos de unos 2 mil voluntarios.
-¿Qué cambió en los últimos años en el trabajo de los Cascos Blancos?
-Argentina fue uno de los primeros países del sur que se insertó en forma directa en lo que es cooperación internacional. Pero en ese momento, hace 20 años, lo hizo con un alineamiento muy claro detrás de Estados Unidos. Lo clásico, en aquel entonces, era que los países centrales determinaban en términos de cooperación y de asistencia. Hoy lo que sucede es que muchos países del sur desarrollan asistencia humanitaria y lo bueno es que Argentina fue desarrollando esa herramienta antes que otros.
- ¿Cuáles fueron los momentos más impactantes que vivió en estos años?
-Hubo muchos, pero Haití siempre está entre los primeros. Yo fui muchas veces y siempre lo que uno ve es impactante, porque es la combinación de la ausencia del Estado, la desidia de la cooperación internacional, y también la presencia de una cooperación falsaria, que tiene más beneficios para el brillo y la autoventa de la cooperación que practicidad objetiva. ONG´s que dicen que los chicos van a estar mejor en Connecticut que en su propio país y, bajo una imagen de bonhomía, incurren en un burdo secuestro. Al lado de eso, sida, miseria, cadáveres, y un pueblo súper culto, que parece siempre estar pagando el haber sido el primer pueblo de esclavos liberto. Todo eso tiene un sentido político. Yo creo que hay una idea de que Haití sea siempre una perinola girando en el Caribe.
-La cooperación internacional tiene sus laboratorios y Haití es uno de ellos. Los haitianos son tratados como objetos de disección, allí buscan lo que sirve, ven lo que no sirve. Haití no se trata sólo de ver qué cosas terribles pasan, sino verlo en este contexto. El sentido de la cooperación Norte – Sur nunca deja capacidad instalada. A lo mejor alguna vez, con contralor propio, por encima de las reglas que los estados soberanos establecen. En cambio, el objetivo de cooperación Sur-Sur, es dejar capacidad, en términos de gestión de riesgo, de emergencia, lo que se necesite. Eso es algo que la cooperación argentina, a su modesta escala, siempre ha tratado de hacer.
-¿Cómo toman los habitantes de lugares tan remotos como Túnez o Irak, la llegada de voluntarios argentinos a sus tierras?
-Muy bien, el acercamiento es enorme y también hemos tenido experiencias muy interesantes con los organismos internacionales. Por ejemplo, tenemos un convenio muy importante con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y, en determinadas crisis, nosotros mandamos equipos propios, algo que no es muy común, porque el Acnur selecciona equipos en forma directa. Sólo los noruegos y nosotros tenemos ese tipo de trabajo. Entonces cuando los nuestros llegan, los del Acnur siempre miran con un poco de desconfianza, se generan tensiones. Pero los nuestros tienen esa capacidad de adaptación tan enorme que después, cuando nos conocen, nos terminan dando la co-conducción. Eso es algo de lo que uno tiene que estar orgullosos, porque son equipos súper profesionales. En el mundo humanitario tenemos un buen nombre y honor, aunque muchas veces eso no se ve para afuera.
-¿Cuál es la mirada política de Argentina sobre el tema?
-No pensamos el humanitarismo en abstracto. Creemos que el hecho de que los países del sur participen del mundo humanitario, democratiza, y que se debe respetar la soberanía de los países asistidos. Con la doctrina Bush se manejó muy fuertemente la idea de la intervención. Eso esconde y ensucia la palabra humanitario. La asistencia humanitaria debe ser respetuosa de la soberanía.
-Usted va a dejar un lugar casi indiscutible para meterse en un mundo no tan impoluto, como la Legislatura.
-En primero lugar, yo participo en política desde hace años y llegué a Cascos Blancos por la política. En algún momento tenía que producirse un cambio, y 10 años y medio es un buen número. Por otro lado, el espacio que yo participo, junto con Daniel Filmus, tiene un enorme desafío por delante. El hecho de que Daniel no haya logrado renovar la banca de senador nos pone en un compromiso muy grande, porque se vienen años muy intensos, hay dos transiciones en marcha, una en la Ciudad y otra a nivel nacional porque el kirchnerismo, que con todos los cambios que produjo y la agenda que instaló, está también produciendo su futuro.
-¿Con qué ideas llega a la Legislatura?
-Me interesa mucho el tema interjurisdiccional, que va a tener una agenda rica.Si miramos el Metrobus, que (Mauricio) Macri dijo que quiere llevar a la provincia, es un tema en el que intervienen las tres jurisdicciones. Pasa lo mismo con el tema de la basura, y con la cuenca Matanza- Riachuelo. Va a haber mucho debate.
-Precisamente tanto Nación como Ciudad se echan culpas entre sí por no poder establecer un diálogo en temas interjurisduccionales.
- Si uno va en limpio, se avanzó en muchas cosas. Lo demás es posicionamiento político. Otro tema que me interesa es la gestión de riesgo en la Ciudad, el ordenamiento territorial, la construcción en las zonas prohibidas y los nuevos fenómenos hidrometeorológicos que se están dando.
-En este el punto del ordenamiento territorial y la construcción hay mucha polémica por las leyes que votan todos los bloques a fin de año en la Legislatura.
-Estoy estudiando eso. Quizá lo que se votó el año pasado es más complejo que lo de este año. Lo primero que hay que hacer, lo discutiré con mis compañeros también, es hacer pública la votación. Si uno no tiene nada que ocultar, para qué generar un mito y dejar herramientas para que te acusen de cosas que vos podés comprobar. El año pasado, por ejemplo, yo entendí lo que votaron porque recibí una explicación de los compañeros del bloque, tema por tema. Fue algo muy complejo, y no estoy en contra de lo que se hizo, pero fue una negociación que no se puede hacer aceleradamente, tiene que haber una agenda previa. El tema es que a veces uno piensa que no tiene nada que explicar y ahí se confunde.
-¿Qué cree que tiene que hacer el kirchnerismo en la Ciudad, considerando los últimos resultados electorales?
-Lo primero que tiene que hacer es ir a elecciones internas para elegir sus candidatos. Se acabaron los mecanismos compulsivos, lo digo claramente. Eso también va a mejorar nuestra performance electoral. No hay ninguna opción de que eso suceda si vamos metiendo listas en un enorme nivel de tensión interno, de acuerdo a posicionamientos que nada tienen que ver con el afuera. Lo dije en muchas reuniones y también lo dijo Filmus, no haber participado de las PASO este año fue un error.
-¿Por qué el kirchnerismo no tiene otro dirigente de peso en la Ciudad que no sea Filmus?
-Van a surgir otros, pero quizá el problema de Daniel sea que él no tuvo la posibilidad de mostrarse como un hombre más articulador de los frentes, porque la política de este período del kirchnerismo impidió mostrarse en esta dirección. Su máxima virtud es el diálogo con sectores extrakirchnerismo. Quizá ahora haya otra oportunidad, o tal vez la tenga (Jorge) Taiana, pero está claro que tenemos que resolverlo por las PASO.