La gestión del gobierno de Cambiemos en Télam, la agencia de noticias pública, tuvo un debut tranquilo, en el cual las condiciones de trabajo y la orientación periodística no presentaron notables turbulencias. Incluso, cuentan desde adentro, la nueva gerencia se esforzó por mostrarse plural y alejar los fantasmas de vaciamiento e inestabilidad para sus trabajadores, por ejemplo, con el pase a planta de 30 personas que habían ingresado durante el kirchnerismo con contratos temporales. La primavera duró apenas algunos meses. Luego comenzó otra temporada cuyo final es aún incierto.
En 2016, el equipo al mando de Rodolfo Pousá insinuó sus dientes con cambios en la organización de las secciones periodísticas. Uno de los primeros movimientos fue la incorporación de “editores generales” en la sección política, superponiéndose a los jefes de sección. Este fue el puntapié inicial para una serie de transformaciones a nivel rutinas productivas y a nivel estructura. Desde el directorio se fogoneaban las quejas por el tamaño de una empresa con más 900 trabajadores y se reducían o eliminaban los viáticos para las coberturas. Contradictoriamente, aparecían en escena pro secretarios de redacción con sueldos de 70 mil pesos.
Rodolfo Pousá, presidente y cara visible de la gestión Cambiemos en la agencia Télam.
Sólo en el primer año ingresaron 50 personas con cargos jerárquicos y una ocupación de la planta que resultó ineficiente. “Hace 20 años que estoy acá y nunca vi que haya entrado tanto personal en jefaturas. Además, hay toda una camada de jefes que trajo el macrismo que fue desplazada por la propia gestión y hoy están en puestos ficticios”, señaló uno de los periodistas consultados. (N. de las A: se reservan los nombres de los entrevistados para resguardar su fuente laboral). Los nuevos jefes, la mayoría arribados de Clarín y La Nación, quisieron implementar una lógica de trabajo “en la que el jefe mira al redactor y el redactor baja la cabeza y obedece. En Télam no funciona así, requiere niveles de consenso un poco mayores para trabajar”, agregó la misma fuente.
Mientras acumulaban quejas por el tamaño de la planta, solo en el primer año de gestión de Cambiemos ingresaron 50 personas con cargos jerárquicos.
Los trabajadores consultados coinciden en que, tras las elecciones legislativas de 2017, la fachada pluralista y de estabilidad laboral con que se presentó la nueva gestión quedó sepultada en la histórica redacción de Télam. En ese momento, se activaron las alarmas en torno a las condiciones de trabajo y a los controles laborales implementados hacia quienes ven desde lejos aquellos envidiables recibos de sueldo.
En detrimento de la apertura de contenidos que supieron alardear, empezaron a primar subterfugios para archivar ciertos temas, presentar en las notas sólo la voz oficialista o trasladar temáticas sensibles para Cambiemos a secciones más controladas, como ocurrió con los paros docentes y las paritarias, que en la cablera se ubicó en la sección “política” y no en la subsección “gremiales”. Escenario que, de todos modos, no es privativo de Cambiemos. Todas las gestiones, todas, supieron acunar a la agencia pública como agencia gubernamental.
La estrategia de la gestión en Télam es evitar una salida políticamente incorrecta al estilo “de esto no se habla”. Claro que también hubo directivas muy elocuentes con temas delicados para el Gobierno y que han sido denunciadas por los propios trabajadores.
Otro modus operandi de Cambiemos es habilitar la información gubernamental (los llamados off) primero a los medios afines y tarde (o nunca) a los propios periodistas de la agencia pública. La estrategia de desgaste consiste en que las áreas de prensa de los ministerios nacionales o de la provincia de Buenos Aires no brinden información directa para el personal de Télam. Muchos de los trabajadores tienen la sensación que se trata de una maniobra para demostrar que la agencia no funciona, que da pérdidas económicas, que sobra gente y que no informa adecuadamente.
¿AGENCIA MULTIPLATAFORMA? Télam es una plataforma multiservicios: el histórico servicio de la cablera comenzó a funcionar en 1945 durante la presidencia de facto de Edelmiro Farrell. En la actualidad, brinda servicios de información periodística a más de 1.500 abonados, entre los que se incluyen medios de prensa nacionales e internacionales y oficinas gubernamentales nacionales, provinciales y municipales. En 2008 incorporó una gerencia de Comunicación Audiovisual que elabora material audiovisual para los abonados. Por otro lado, en 2012 renovó el logo que la identificaba y su sitio web con el objetivo de alcanzar al consumidor final o mayor audiencia (servicio que en la actualidad no está disponible, solo se puede acceder al título y a la bajada de las notas). Mientras que en 2014 sumó el servicio de radio online.
No obstante, algunas situaciones ponen en jaque la idea de agencia multiservicios. A mediados de marzo, dejó de funcionar la radio en vivo (sólo quedaron los enlatados para los abonados) y se eliminó, por motivos económicos, el servicio audiovisual nocturno. Igual suerte sufrió la producción del reporte nacional para los medios impresos del interior, que lo publicaban como insert. Los trabajadores fueron reubicados, pero sin tarea alguna. A esto se suma que los usuarios sin abono no pueden acceder a las noticias de la web que dejaron de estar disponibles. La cablera produce alrededor de 500 cables diarios, en tanto la web no puede absorber esa cantidad de material. Eso hace suponer, en parte, que deberían pensarse como productos complementarios, pero no competitivos. La situación despierta dudas entre sus trabajadores. “Compite con la cablera, pero es obvio que no puede competir con Clarín o La Nación. No se entiende hacia dónde apuntan”, dice una periodista de la web.
La censura y el miedo de los trabajadores es generalizado. Se percibe en Télam central y se percibe, especialmente, en las corresponsalías. A nivel estructural, si bien todavía no hay despidos, sí hubo desplazamientos arbitrarios. Los trabajadores fueron reubicados en otras dependencias gubernamentales o se les establecieron otras condiciones horarias y de trabajo. También asomaron formas de control laboral como disciplinamiento interno. Por ejemplo, al sumariar a las siete trabajadoras que participaron del Paro Internacional de Mujeres (el 8M) por haber utilizado bidones de agua vacíos en su protesta. “Hay temor porque ya echaron a gente de Canal 7 y de Radio Nacional y eso es una certeza de que en algún momento van a echar gente de Télam”, analiza una corresponsal de la agencia.
El balance de la disputa arrojaría un saldo negativo para la agencia de noticias. Las posturas dentro de Cambiemos se dividen entre quienes creen que Télam tiene que achicarse y modificar sus servicios y su contenido (en ese grupo entraría el propio titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Héctor Lombardi) y quienes directamente consideran que la agencia de noticias debería cerrarse ( Marcos Peña y Mario Quintana, jefe y vicejefe de Gobierno, respectivamente, estarían en este bando).
Hay una estigmatización de los trabajadores de los medios públicos, que no es novedad en estos días. Y hay un importante proceso de ajuste que Cambiemos maquilla con los “retiros voluntarios” y con las llamadas “jubilaciones anticipadas” que son, en rigor, acuerdos de extinción del contrato -el trabajador no percibe una jubilación sino una suerte de empalme legal hasta que alcance la edad jubilatoria-. La gestión aspiraba a que adhiriera un 40% de quienes están en condiciones de subirse a esa suerte de retiro encubierto pero, al cierre de esta nota, no se dio a conocer el número. Según fuentes gremiales, sería muy bajo el porcentaje de adhesión.
Hay un área de Télam que a los ojos de sus trabajadores aparece con mayor riesgo de desaparición. Se trata del sector que hasta la llegada del nuevo gobierno se encargaba de realizar una tarea administrativa de procesamiento y control de la pauta oficial. Unas 60 personas de lo que era Télam Publicitaria hoy están sin ningún tipo de tarea y con temor por sus puestos laborales. Pero la novela sobre la pauta oficial será harina de otro capítulo: el conflicto entre los trabajadores y esta gestión -gestión que hasta ahora aprieta pero no ahorca- se encamina a una saga con muchas más temporadas.
(*) Las autoras son investigadoras del Programa de Industrias Culturales y Espacio Público (UNQ) (http://icepunq.wix.com/icepunq)