Cuando María Eugenia Vidal llegó al almuerzo en el hotel Alvear, los salones y los pasillos estaban llenos hacía por lo menos media hora. El Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp) la había elegido para ser oradora central de sus típicos convites de mediodía, donde se confunden figuras de la política y los negocios. La expectativa era alta, la más alta de las últimas reuniones con políticos en ese recinto de Barrio Norte.
El jefe del Cicyp, Adrián Werthein, es uno de los empresarios más afines a Cambiemos y ha actuado por voluntad propia como articulador de relaciones entre privados y el Estado. Por esa razón la convocatoria fue también diferente a otras: llegaron al evento casi todos los intendentes PRO del Conurbano, personajes con los que Werthein (que además es titular del Congreso Judío Latinoamericano) tiene contacto fluido. Saludaron de paso al salón central el intendente de Lanús, Néstor Grindetti; el quilmeño Martiniano Molina; el de Tres de Febrero, Diego Valenzuela; el platense Julio Cesar Garro; el primo presidencial e intendente de Vicente López, Jorge Macri; y Nicolás Ducoté, de Pilar. Este último “barón” PRO fue uno de los que participó el año pasado en una de las reuniones con privados que organiza Werthein en una chacra pilarense.
Es que la idea de Provincia es que los jefes comunales traten directamente con el sector privado, sobre todo teniendo en cuenta las obras que faltan ejecutar en algunos lugares estratégicos.
Fue precisamente la obra pública el eje de la campaña que Vidal mostró en el Cicyp, terreno amistoso en el que hay una apuesta casi generalizada hacia la potencialidad política de la gobernadora. Incluso más allá de su rol de electora de cara a octubre, con miras a una posible candidatura 2019. Fabián Perechodnik, secretario general de Vidal, trataba en la previa de bajarle el entusiasmo a los medios, que descartaban que el eje del discurso de la funcionaria sería electoral. “Hay que consolidar el cambio, pero haciendo cosas”, disparó en diálogos informales con la prensa quien otrora supo acompañar al hoy en desgracia Daniel Scioli. Cuando Vidal habló, se percibió que sí había discurso de campaña, pero con un tono centrado en “hacer”, una palabra que se escuchó casi como mantra en el evento. Habló del inicio de la cuarta etapa de las obras del Salado y en la cuenca del Luján. Y deslizó que no es de esperar que haya trabajos faraónicos, sino cuestiones básicas que afecten directamente a la vida de la población. Lo confirmó a Letra P el ministro de Hacienda bonaerense, Hernán Lacunza, en un breve cruce en el que destacó que se está avanzando en lo que falta hacer y que, incluso, es herencia de la gestión anterior. Lo mismo comentaba Marcelo Villegas, el ministro de Trabajo de Vidal, que también acompañó a la gobernadora.
Hubo, en las palabras de Vidal, un efecto arrastre de la figura de Mauricio Macri hacia una zona de mejor consideración. Habló de “equipo” con Nación, y deslizó que el presidente de la Nación está detrás de cada paso que da la Provincia. Los empresarios se sorprendieron de esa parte de la charla. No es habitual que Vidal relacione tanto a Macri con su gestión. Lo hizo en el Cicyp, un lugar en el que la figura del presidente tiene menos imagen positiva que la de la gobernadora. “Qué querés que te diga…, a ella le creemos más”, contó a este medio un empresario de la construcción, que valora la fluidez discursiva de “María Eugenia”, como la llaman casi todos los empresarios, con un dejo de cariño y confianza que no aplican con Macri. Del gabinete nacional participaron en las mesas el vice ministro de Trabajo, Ezequiel Sabor; el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, y la jefa de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, una de las más requeridas en preguntas informales por el caso Odebretch y su impacto en Argentina.
Quizás lo único que no gustó del todo en algunos de los presentes fue el pedido de respaldo con inversiones que Vidal disparó en el evento. Pero, a la vez, la mayoría de los empresarios sabe que hay desembolsos que siguen demorados, y que la forma de apoyar la gestión en la cancha es destrabándolos. El asunto es el escenario: la mayoría está en pleno proceso de aceptación del “wait and see”, algo que mencionaron en los pasillos, en charla amistosa, el ex embajador de los Estados Unidos, Noah Mamet; y el magnate Eduardo Eurnekian. “Hello, my friend”, lo sorprendió el hombre de negocios más importante de Armenia al ex diplomático que, a decir verdad, habla poco castellano porque a pesar de intentos de aprenderlo no logró consolidar la tonada ni las palabras más básicas del idioma.
Hubo un listado frondoso de pesos pesados del establishment: se lo vio a Juan Carlos López Mena (el argentino nacionalizado uruuayo que es dueño de Buquebus); Miguel Ponce (Swiss Medical), Luis Etchevehere (La Rural); Gustavo Weiss (Cámara de la Construcción); Adelmo Gabbi (Bolsa de Comercio); Martín Cabrales; José Urtubey (Celulosa Argentina y UIA, uno de los pocos industriales); Jorge Brito hijo y segundas líneas de los bancos y empresas de servicios y energía.
La cuestión política y de cara a octubre, los números que el Gobierno maneja, lo charlaron sólo algunos intendentes en los pasillos. Con percepciones más que con certezas. Uno de los barones del sur sintetizó ante Letra P las dos alternativas que manejan en Cambiemos: “Si Cristina (Fernández) juega y se presenta, hay polarización total y vamos a ganar por un margen corto; si va (Florencio) Randazzo, ahí nuestros números dan seis o siete puntos de ventaja”. El mayor temor, más que el potencial del ex ministro de Transporte K, es lo que pueda pasar con Sergio Massa. “Hay que hacer lo posible porque no juegue”, grafican. Asimismo, observan que es la primera vez que el peronismo llega a una elección sin un candidato fuerte definido y en carrera. “Igual, todavía falta”, contó otro de los intendentes.