Llamó la atención el viernes pasado, en la Sala Ginastera del Teatro Argentino, la presencia de José Luis Manzano en la jura de los ministros del gabinete de la gobernadora María Eugenia Vidal, que se presenta como una bocanada de aire fresco en la política. Pero, por supuesto, nada es casual: un dato político y otro económico explican la asistencia del primer ministro del Interior de la presidencia Menem a ese acto fundacional de la administración PRO en suelo bonaerense: Manzano es uno de los mentores originales, en la interna del peronismo, del flamante ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, uno de los hombres fuertes del equipo vidalista; y es, además, licenciatario de América TV, la señal de televisión abierta de la provincia de Buenos Aires.
“Yo robo para la corona”. La frase se le atribuyó a Manzano en los noventas, y dio título al best seller del periodista Horacio Verbitsky sobre la corrupción en el gobierno de Carlos Menem. Manzano, que había iniciado su militancia en la agrupación de la derecha peronista Guardia de Hierro y después remó la renovación liderada por Antonio Cafiero, fue ministro del Interior de la administración del riojano entre 1989 y 1993, cuando renunció y emigró a Estados Unidos acechado por denuncias varias sobre irregularidades en el manejo de la administración pública.
A los medios. En 1996, el mendocino Manzano fundó, junto a su coterráneo Daniel Vila, un grupo de medios de comunicación que creció en forma sostenida hasta convertirse en el segundo holding más grande del país, después de Clarín. Hoy, el Grupo Uno cuenta con 72 medios con presencia en 17 provincias. Tiene diarios, radios AM y FM, canales de televisión abierta y de cable, sitios web y empresas proveedoras de servicios de internet y telefonía, además de compañías de publicidad en el exterior.
América TV es la nave insignia del grupo Vila-Manzano. Se lo cuenta como uno de los cinco canales de televisión por aire de la Ciudad de Buenos Aires, pero es un error: es LS 86, el Canal 2 de La Plata, la señal que el Estado nacional le asigna a la provincia de Buenos Aires y otorga en concesión a los mendocinos.
Para cumplir con condiciones que fija el contrato de explotación con el objetivo de no desbaratar la raigambre bonaerense del canal, y para mantener la paz con los trabajadores gremializados en el Sindicato Argentino de Televisión (SAT), Vila y Manzano mantienen instalaciones y plantel mínimos en la capital de la provincia (en la calle 2), pero transmite desde el barrio porteño de Palermo y su producción de contenidos locales, que es otra de las exigencias legales que debería atender, es casi nula.
La situación no es nueva. El Canal 2 se convirtió en América 2 en 1994, cuando el tándem Menem- Duhalde le entregó la señal al empresario Eduardo Eurnekian, que en 1991, como dueño de Cablevisión, había comprado Radiodifusora El Carmen S.A. Con la operadora de cable, el canal y las radios América, Del Plata, Metro y Aspen, creó la Corporación Multimedios América. Después de eso, ninguno de los gobernadores peronistas que se fueron pasando el mando en la provincia (Carlos Ruckauf, Felipe Solá y Daniel Scioli) tomó nota de esa situación rayana con la irregularidad administrada, desde 1996, por el compañero Manzano. Tampoco los jefes kirchneristas de la Administración Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca), Gabriel Mariotto y Martín Sabbatella, autor el primero y gendarme el segundo de la Ley de Medios que Néstor Kirchner y Cristina Fernández parieron, en teoría, para, entre otras cosas, garantizar que los medios provinciales y locales produjeran contenidos que reflejaran la realidad de cada región.
Vila y Manzano tienen claro que esa ingeniería, que supieron conservar con ayuda de la política, está atada con alambre, y saben, también, que quien ejerce el Poder Ejecutivo en la provincia es un riesgo potencial: desde el pasado jueves, cuando juró como gobernadora, María Eugenia Vidal es la encarnación misma de ese peligro.
Compañero Ritondo. El nuevo ministro de Seguridad de la provincia es el más peronista de la pata peronista del PRO. Debutó en la función pública de la mano del ex intendente porteño Carlos Grosso, que lo tuvo en su equipo, como secretario de la Juventud, entre 1989 y 1992, mientras Manzano ejercía la cartera política del gobierno nacional.
No era solamente una coincidencia temporal ni un capricho del destino. Manzano y Grosso eran las figuras más destacadas de la cúpula que dirigió el peronismo porteño en los ochentas. Bajo esas alas creció Ritondo.
Otro mosquetero de ese grupo era Miguel Ángel Toma, que fuera secretario de Seguridad en los dos últimos años de la gestión menemista (1998-1999) y, después, jefe de los espías del presidente provisional Eduardo Duhalde, a partir de julio de 2002.
En marzo de 2003, poco antes de dejar su cargo de Señor 5, Toma lamentó el exilio político de Manzano en una entrevista que concedió al diario La Nación. “Manzano es un hombre de un talento increíble”, reivindicó, y abundó: “Es una pena que la política argentina no lo recupere; sería un aporte invalorable para el país”.
Toma, que estuvo a punto de volver a la Side (hoy, la Agencia Federal de Investigaciones) de la mano del presidente Mauricio Macri, es reconocido como otro de los padrinos políticos de Ritondo, el ministro de Vidal que le aportó algo de liturgia peronista a la estética republicana de la jura del viernes pasado. Como Manzano, Toma tampoco faltó a esa cita en el Teatro Argentino.