Boudou, la KGB y la muerte de Juan Castro

Por Bruno Bimbi (*)

Como en sus mejores épocas, volvió el periodismo de investigación a la Argentina. Primero fue el portal oficialista Infonews, con una impactante investigación que luego fue tapa de Veintitrés y reveló que los esbirros de “La Corpo” Guillermo Lobo y Daniel Santoro son espías soviéticos al servicio de la temible KGB. Ambos periodistas formarían parte de una poderosa red de espionaje capitaneada por Florencia Etcheves, alias “la 99″, quien ya está en la mira del FBI y el M-16 por sus actividades terroristas. Según fuentes no chequeadas por Letra P, la publicación de  esta noticia habría causado honda preocupación en el gobierno y el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, estaría analizando prohibir la importación de zapatófonos por tiempo indeterminado. “Não voy dejar entrar porra ninguna!”, habría jurado Moreno, recién llegado de un curso de portuñol en Angola.

 

Pero el escándalo de los espías rusos fue apenas el comienzo. Furioso por la denuncia de Veintitrés, que indirectamente golpea al resto de los X-Men, Magnetto pidió al nuevo periodista estrella de su canal de aire, Jorge Lanata, que se hiciera cargo del contrataque. Luego de una inédita investigación que contó con el auxilio de los mejores especialistas en informática del MIT y un compañero de la escuela de su sobrino, Lanata puso al descubierto en su programa PPT —¡hola, Gvirtz!— a una peligrosísima red de tuiteros K truchos, liderada por un cantante español que fue vencedor del reality show “Operación Triunfo”. El ejército 2.0 del kirchnerismo, cuyos vínculos con Infonews están siendo investigados por la justicia municipal de Silicon Valley, sería operado por un nerd alcohólico y autista a través de un celular de última generación con sistema Android que, además de permitir la falsificación de cientos de identidades virtuales en Twitter, también controlaría perfiles falsos en Manhunt que usan fotos de actores porno de Bel Ami. Este poderoso super celular, explicó Lanata en una didáctica clase de informática para televisión, también permitiría mandar archivos adjuntos. Pero la historia no termina acá.

 

La justicia federal ya investiga por enriquecimiento ilícito al vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, quien quedó seriamente complicado luego de la denuncia realizada por el reconocido periodista de investigación Christian Sanz, quien dirige una agencia de periodismo independiente cuya web está auspiciada por los fabricantes de las lapiceras Parker, enojadísimos con Moreno. El diario Perfil se hizo eco de la denuncia de Sanz, destacando que desde su Tribuna, este colega “lleva una década investigando al poder”. Perfil se olvida de consignarlo, pero Letra P, firme en su compromiso con el pueblo, no puede dejar de recordar que Sanz también fue autor de otras sorprendentes investigaciones: reveló que Cristina Fernández de Kirchner mandó a matar al periodista Juan Castro y, como si esto fuera poco, no es abogada; desenmascaró la falsa desaparición de Jorge Julio López, quien en realidad habría protagonizado un autosecuestro orquestado por el Gobierno; denunció que Yabrán está vivo y en su lugar enterraron el cuerpo de otra persona y “demostró” que la foto oficial de un encuentro de Fidel Castro con Cristina Kirchner era obra del Photoshop. Ojo: lo anterior no es joda. El nuevo-famoso-fugaz que seguramente recorrerá muchos medios esta semana para explicar que el vicepresidente Boudou es un ladrón “denunció”, también, todas esas cosas. Sigamos. Nos cuenta Garganta Profunda que, en la redacción de un matutino, un editor incrédulo habría recordado los antecedentes de Sanz al jefe de redacción y recomendado que “no le demos pelota a ese chanta”, pero no le dieron pelota a él: “No te preocupes, que la gente no tiene la más puta idea de quién es”, le respondió su jefe.

 

Y así es. La Gente, representada por un grupo de periodistas de Independiente, reclama ahora una urgente conferencia de prensa de la Presidenta para que aclare “lo que piensa”. Reunidos en PPT, decenas de colegas filmaron una ramake del videoclip “La jueza Baruburubudía”, bajo una nueva consigna: “Queremos preguntar”. Y preguntaron. El primero fue Fernando Bravo, quizás el más incisivo. Su pregunta hizo estremecer al auditorio y a los teleespectadores: “Señora Presidenta, ¿qué le parece este programa?”. Sí, señores, eso. Este medio intentó obtener una respuesta de la primera mandataria, pero en la Casa Rosada reina el silencio. Un silencio que, no se preocupen, no podrá callarnos. En su columna de Perfil, Alfredo Leuco lo dejó en claro y narró su experiencia en el frente de combate contra la mudez: “Queremos/preguntar. El grito fue creciendo cargado de bronca. Cada vez más fuerte. Cada vez más firme. Queremos/preguntar. Era conmovedor sentir en el pecho la hermandad que se había generado entre ese centenar de periodistas que aman el oficio y reclaman la libertad para ejercerlo. Queremos/preguntar. El nudo en la garganta fue humedeciendo la mirada. Fernando Bravo lloraba, como corresponde. Muchos sentimos lo mismo pero no nos animamos”. La cita es textual. Fernando Bravo lloraba.

 

El periodismo militante quedó enojadísimo, nunca menos. Los insultos comenzaron a llover en listas de correo y redes sociales: “gordo puto”, “tragaleche” y “mercenario de la corpo” fueron algunos de los epítetos usados contra el fundador de Página/12 y Crítica de la Argentina, mostrando el nivel del debate político y periodístico de nuestro país. La furia también alcanzó a Leuco, a quien un periodista cuyo nombre no vale la pena decir llamó “Leucovich”, preguntándose por qué, si es judío, “cristianizó” su apellido. Otra vez: es en serio. Aunque usted no lo crea, dijo eso. ¿Cómo llegamos hasta acá?

 

Permítanme unas pocas palabras que no son en joda: ¡¡Están todos locos!! Los que ven espías rusos en la sopa, los que imaginan conspiraciones tuiteras, los que insultan a colegas con lenguaje antisemita y homofóbico — todos. Hay mucho buen periodismo en la Argentina; mucho, en serio. Pero esta guerra estúpida e irracional entre fanáticos está sobredimensionando payasadas como las que contamos acá, que contaminan cualquier discusión. Los leo desde afuera y no los entiendo. Y siento que nos ponen a muchos en un brete: ¿cómo reírme de la patética columna de Leuco mientras otros, que se dicen progresistas, lo atacan por judío? ¿Cómo criticar, sin odio ni mala leche, la banalización del periodismo en la que creo que está cayendo el programa de Lanata (y lo digo con pena, porque creo que es uno de los mejores periodistas y creadores de medios del país y tiene en su equipo a gente muy profesional, que se nota en algunos informes que, lamentablemente, quedan opacados por el show) sin que eso me ponga al lado de quienes le dicen “gordo puto” o lo acusan de “vendido” por trabajar en el grupo Clarín, como si fuera un crimen? ¿Cómo decir que me solidarizo con Lanata frente a las barbaridades que dicen en su contra sin que eso sea visto como un alineamiento en una guerra de buenos y malos en la que no creo? ¿Cómo decir que estoy absolutamente de acuerdo en que Cristina, los ministros y cualquier funcionario público deberían atender a los periodistas, dar conferencias de prensa de verdad, con preguntas, y no monólogos, y no poner trabas al acceso a la información pública, como corresponde en un país democrático, sin que eso signifique tener que suscribir una forma de reclamarlo que me parece circense y oportunista? ¿Cómo decir que la pregunta de Bravo me pareció penosa sin que se entienda que me parece bien que la Presidenta no responda preguntas?

 

Un día, este gobierno se va a terminar, va a venir otro, y los periodistas que se convencieron de que su trabajo es ser soldados de la guerra contra Ellos o contra Ella van a tener que salir a buscar laburo. Pero de algunas cosas no van a poder volver. Quien escribe estas líneas, votante de Cristina y empleado del grupo Clarín, espera que recuperemos pronto la racionalidad y el oficio y nos dejemos de hacer boludeces.

 

Y si no, bueno, qué se le va a hacer. Bienvenidos a la Argentina, señoras y señores, ese país que, si no existiera, Woody Allen debería inventarlo.

 

(*) Bruno Bimbi (33) es periodista, profesor de portugués, máster en Letras por la Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro y doctorando en Estudios del Lenguaje en la misma universidad. Actualmente coordina la campaña por el matrimonio igualitario en Brasil. Es activista de la FALGBT y autor del libro “Matrimonio igualitario” (Planeta, 2010). Escribe el blog Tod@s en la web de TN.

 

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