Corridas las máscaras con las que nos prevenimos del coronavirus, los datos epidemiológicos que difundió el ministerio de Salud de la Nación en los últimos días dejaron al descubierto la peor epidemia de dengue que haya sufrido en su historia la provincia de Jujuy.
Tras los barbijos que protegen pero también nublan la visión, quedó expuesto un número de casos que impacta, como también duele el dolor de los vecinos de mi pueblo, San Pedro de Jujuy y su zona de influencia, el foco de una epidemia que afecta su presente y condiciona su futuro.
Es que con la probada circulación activa de los serotipos 1 y 4 de dengue en la zona, la posibilidad de una reinfección con dos serotipos diferentes expone a los jujeños a la forma grave de la enfermedad, que es letal. Se han producido fallecimientos por esta causa, sin que se registraran oficialmente.
Tomado como parámetro el período epidemiológico que va desde fines de julio de 2019 hasta comienzos de mayo de 2020, según el Boletín Integrado de Vigilancia Epidemiológica publicado por la cartera sanitaria nacional el miércoles 20 de mayo, a nivel país “la provincia de Jujuy registra la mayor incidencia acumulada del período con 412,3 casos por cada 100 mil habitantes”
Los casi 6.000 casos notificados del período la ubican junto a Tucumán y Salta como las más afectadas del NOA. Y el propio ministerio de Salud provincial admitió que los casos confirmados ya rondan los 4.000.
La mayoría de ellos se localizaron en la zona del Ramal, una vasta región con valles forestados y de clima subtropical que abarca los departamentos de San Pedro –donde se focalizan más del 50% de los casos–, Valle Grande, Ledesma y Santa Bárbara.
Con la admisión oficial por parte del ministro de Salud provincial de que el mosquito transmisor de la enfermedad, el aedes aegypti, ya está presente durante todo el año en la provincia, no se comprende por qué las acciones preventivas no se realizaron durante el invierno anterior.
En tiempos de necesarios y obligatorios tapabocas, los sampedreños destapamos las nuestras para advertir sobre el abandono y la desidia de los gobiernos municipal y provincial, quienes en medio de un brote fuera de lo común muy tempranamente bajaron la guardia y dejaron expuestos a los vecinos.
Mientras el gobernador Gerardo Morales oculta todos los problemas con el coronavirus, ignora por completo la epidemia de dengue en Jujuy sin disponer medidas preventivas como operativos masivos de descacharrado con participación de personal provincial y municipal; fumigaciones periódicas; controles de foco y capacitaciones al equipo de salud para que intensifiquen la sospecha clínica de la enfermedad. Ni siquiera se cuenta con stock de insumos para atender a los cientos de pacientes que diariamente se amontonan en las guardias hospitalarias.
Al menos, refleja coherencia con su posicionamiento político actual, muy opuesto al que tenía en diciembre último. Porque por más que hoy pretenda parecer peronista, los jujeños recordamos que Morales fue el mejor alumno del presidente Macri, el mismo que antes de eliminar al ministerio de Salud desarticuló por completo el área de Control de Enfermedades Transmitidas por Vectores, dejando sin financiamiento y a la buena de dios a las provincias y los municipios endémicos para determinadas enfermedades.
Hoy, cuando en cada una de sus presentaciones televisadas en el Comité de Emergencia sobreactúa su lucha contra el “bicho” –vaya forma de definir al COVID-19–, no hace más que poner en evidencia la ausencia e imprevisión total de su gobierno a la hora de combatir a un bicho real: el mosquito transmisor del dengue, que tanto dolor y pérdida de calidad de vida está ocasionando entre los jujeños.