UN PROBLEMA EN CAMPAÑA

Karma Precios: de la escuelita de Moreno al boicot de Cambiemos a los super

La inflación de alimentos no aminoró y el Gobierno se decidió a ir contra los hiper por especular con precios. El kirchnerismo le había apuntado a los productores. La batalla política que viene.

Impactados por la ofensiva pública de un sector de la política, los grandes supermercados empezaron a pensar una contra-ofensiva para salir de una encerrona compleja. Luego de ver que la inflación de alimentos y bebidas no retrocede, el Gobierno Nacional –tal como adelantó ayer Letra P- decidió responsabilizar a los grandes comercios por la disparada de los precios. Los puso en la consideración del ciudadano como los que forman precios, los que remarcan en exceso y especulan con promociones. En este escenario, las grandes cadenas entienden que será imposible remontar ese partido. Los análisis que les acercan coinciden en el diagnóstico de que el público consumidor los tiene como la cara visible de los aumentos. Así, prefirieron observar, esperar, y elaborar.

 

La visita matinal de Elisa Carrió a un supermercado y su posterior pedido de boicot a las grandes cadenas precipitó los tiempos. Los supermercados estudian una respuesta más bien política, alejada de la virulencia. Son muchos los que coincidieron en la necesidad de acercarle a Lilita una carta, ofreciéndole una reunión para ponerse a disposición y explicar lo que ellos consideran es una lectura errónea de la formación del valor final. Lo mismo que harían con Sergio Massa, el líder del frente 1 País que primero puso como eje de campaña la problemática de los precios.

 

Será difícil que eso alcance cuando la cuerda está tan tensa. A fines del año pasado, los supermercados nucleados en la Asociación de Supermercados Unidos (ASU), elaboraron un trabajo que elevaron al Gobierno. En aquel entonces, el presidente de la Nación, Mauricio Macri, se había quejado públicamente y también en privado del escaso acompañamiento de los popes del sector. Les exigía más inversiones, desembolso imposibilitado por los malos números que arrojaba y arroja el consumo doméstico más básico. En ese paper, los comercios avisaban que son, actualmente, los mayores empleadores en blanco del país, y los mejores pagadores de impuestos. De paso, mostraban cifras de la porción del negocio que se quedaban los productores de alimentos en relación a los super. Fue el inicio de una batalla que empezó como una queja de Macri y que, en plena campaña, se instaló como un frente interesante para seducir votantes preocupados por la inflación.

 

Si bien la consultora Nielsen afirma que las 39 compañías que integran ASU (Carrefour, Coto, Walmart, Cencosud, La Anónima, etc.) facturan más del 70% del total nacional, ergo, tienen alguna responsabilidad en el manejo de precios, el escenario de la disputa tiene complejidades. La más fuerte, la negociación ardua que mantiene Juan Curutchet, presidente del Banco Provincia, con los super de ASU para sostener el hot sale de María Eugenia Vidal. La disputa de Nación con los super parece ir en contra del ciclo que se intenta mantener en territorio bonaerense. Allí los super tampoco están cómodos: pagan buena parte del costo financiero del 50% de descuento y, además, padecen escraches, insultos y situaciones de tensión los días en los que opera la oferta desbordaba a niveles subdesarrollados.

 

Con Vidal los comercios están dispuestos a seguir contribuyendo, pero no les gusta el juego del policía malo que encaró Nación con Carrió. Ya venían en la cuerda floja con el proyecto de ley de modificación a la Ley de Defensa de la Competencia que impulsaban la líder del GEN y el radical Mario Negri. Algo que no les gustó ni a ellos ni a los socios de la Cámara alimenticia Copal.

 

LA RAÍZ DE LA DESCONFIANZA. Más allá del descontrol inflacionario que operó la década pasada, el kirchnerismo fue pionero en intentar combatir la suba de precios apuntando los cañones al sector corporativo. Nunca lo logró porque la metodología elegida inicialmente fue precaria. Sin embargo, tenía un foco diferente al que observa Cambiemos. Lo más pintoresco de la gestión K fue la “escuelita” que el ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, abría todos los viernes en su oficina de la cartera. Congregaba allí a productores de alimentos, supermercadistas, carniceros, productores agropecuarios, grandes firmas lácteas y una parva de curiosos, para intentar ver qué acuerdos podía cerrar para que los precios se moderaran y hubiera ofertas. Más allá del mito y la violencia imperante en los mitines, salían de allí –dicho por los propios empresarios- acuerdos en los que ganaban todos. Sobre todo los empresarios.

 

Moreno nunca pudo adiestrar a las grandes firmas lácteas, pero logró darles renta a cambio de ofertas y voluntad. Todo apuntado en una libreta de almacenero. El sistema era arcaico y duró lo que duró Moreno en su cargo, pero el funcionario sigue jactándose de que con el ganaron los empresarios y la gente pudo seguir comprando. El vicio de Moreno era negociar con productores, los que consideraba como responsables de la mayor parte del precio en góndola.

 

Con posterioridad, la llegada de Augusto Costa a la secretaria cambió el perfil. Se profesionalizó el sistema y surgió Precios Cuidados, un acuerdo con los super que permitió establecer valores de referencia para el consumidor. Había renegociaciones trimestrales de incrementos, y participaban productores y supermercados. Fue ese el último plan que logró un éxito importante y que aún sigue vigente pero al borde de la desaparición.

 

En la gestión Cambiemos, el primero que desconfió de los super como formadores de precios fue el ex ministro de Economía, Alfonso Prat Gay. En una reunión con gerentes de las cadenas les exigió explicaciones sobre las ofertas 2x1. El ex Morgan fue un cruzado en la materia. De hecho, es él quien le explicó a Carrió el mismo tema, que ella hizo bandera en su llamado a boicotear supermercados. El mensaje de Prat Gay caló hondo en Macri, pero no mucho más allá. En general, el Gobierno le teme a cualquier referencia a monitorear precios por fuera de lo que sean leyes que regulen concentración o competencia. Es un lema, por caso, de la secretaría de Comercio que conduce Miguel Braun. Y lo mismo ocurre en la cartera Industrial que encabeza Francisco Cabrera. Desde el punto de vista político es natural: entienden que son prácticas del kirchnerismo que estigmatizan a la dirigencia empresaria. Son estos dos últimos los cuadros que mantiene la calma cuando Carrió y algunos ministros de Macri le apuntan fuerte a los sectores corporativos. Es que, al fin y al cabo, lidian cada día con actores con los que no pretenden romper lanzas.

 

El Gobierno también sabe que la retórica anti empresas, aunque pueda sonar sobre actuada, paga electoralmente en una fuerza asociada a los CEOs de empresas. Para la tarea sucia está Carrió, y algunos legisladores que estratégicamente hablan del tema.

 

La última embestida silenciosa contra los formadores la hizo Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central (BCRA), quien reconoció que endurecerá la política monetaria para frenar una inflación núcleo que persiste. Hay, en todos estos intentos sueltos de exhibir la problemática de los precios, una unicidad. Tal como contó Letra P, la reunión de Macri con la mesa chica en la mañana del martes fue fundacional de una estrategia política de explotar el flanco económico en favor propio. Esa posición tiene varias aristas y, en los focus group, no está mal vista por la sociedad.

 

 

¿QUIÉN AUMENTA, QUIÉN GANA? En el informe que los super le llevaron al Gobierno, lo comercios muestran los siguientes datos. Aseguran que todos unidos explican el 40% del mercado y que la concentración es baja en relación a la estructura de otros países. En cuanto a rentabilidad, en Argentina es de 2,7%, contra 4,5% de Japón, 2,9% de Estados Unidos, 3,1% de promedio global y 2,4% de Europa. Informan, además, que los precios de los híper son más grandes que en otros canales. Y puntualizan cuatro estructuras de costos: en el caso del detergente, en una botella de $40, el margen es $1,7. El resto son impuestos, logística y otros gastos como marketing, insumos y empaquetado. En leche, sobre un precio de $16,55, el margen es $0,48. Mientras que, en carne, afirman que tienen pérdidas de rentas y en fideos, una ganancia de $0,65 sobre un valor de $12 por el paquete.

 

De todos modos, en el Gobierno desconfían de los datos y el otorgamiento informativo. Pero en la otra esquina están los productores de alimentos y bebidas, que son aún más reservados. Datos a los que accedió Letra P ofrecen algunos datos que muestran que hay niveles de concentración elevados en algunos rubros, que impactan directamente en precios. Arcor, la firma cordobesa de los Pagani, produce el 80% de las mermeladas, los tomates y las conservas que se venden en el país. Carrió la menciona entre las compañías a seguir de cerca. Techint, en tanto, fabrica todo lo que es chapa para lata de productos y Tetrapack hace lo propio con los envases tetrabrick. Todo esto influye de manera importante en el precio final de los productos. Y hay otro caso emblemático pero menos conocido: el de Cattorini Hermanos, una planta de vidrios radicada en San Juan. Produce el 80% de los envases de vino. Eso, junto al corcho de calidad, significa más de la mitad del precio del fermentado de la uva. Por esta razón hoy, para reducir costos, muchas de las bodegas empezaron a utilizar corchos sintéticos o tapones a rosca. Si bien existen pequeñas producciones de todos estos bienes, o derivados de economías regionales, el dominio de los grandes es total.

 

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