El alcance del deshielo. ENFOQUE

Qué hay detrás de la foto menos pensada

La visita de Obama a Cuba es la primera de un presidente estadounidense a la isla en 88 años. La puja de intereses que subyace a los objetivos compartidos.

A los que tenemos ya algunos años viviendo en el planeta no deja de asombrarnos la foto que ilustra esta nota, que en algún momento solo imaginamos posible con una invasión de EE.UU. de por medio.

 

Pero, lejos de eso, la visita de Barack Obama a Cuba se realiza en el marco de un restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países que es –a mi entender– la noticia más importante para la región desde la Revolución cubana en 1959.

 

Algunos números y datos que ilustran esta visita: es la primera de un presidente norteamericano en 88 años. El anterior, Calvin Coolidge, tardó tres días en llegar y fue en barco, mientras que Obama demoró apenas tres horas en volar hacia La Habana. Cuando se produjo la Revolución, en enero de 1959, el actual jefe de la Casa Blanca aún no había nacido (lo hizo en 1961) y desde entonces pasaron diez presidentes norteamericanos que quisieron derrumbarla apelando a distintos métodos, que incluyeron hasta el intento de magnicidio de su líder histórico, Fidel Castro.

 

Todas las guerrillas que afloraron en la región en los años ‘60 y ‘70 se inspiraron en el ejemplo cubano –aquello de los mil Vietnam del Che Guevara- y todas las dictaduras que, con la excusa de combatirlas, se implantaron en nuestro continente recibieron el respaldo más o menos encubierto de EE.UU., algo que se terminará de confirmar en Argentina con la apertura de los archivos secretos sobre el tema que prometió Obama para su posterior visita a nuestro país.

 

De hecho, los representantes de la última guerrilla de izquierda en la región, las FARC, aprovecharán la presencia en La Habana del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, para reunirse con él y escenificar el ya conocido e imprescindible respaldo de EE.UU. a las conversaciones de paz que se desarrollan precisamente en la capital cubana entre el gobierno colombiano y los líderes insurgentes.

 

La firma de la paz en Colombia –que pondría fin al último conflicto armado en la región- está directamente vinculada con el “deshielo” entre EE.UU. y Cuba. Ambos, en diferente escala, fueron impulsores de uno y otro bando en una guerra que se libra desde 1964 y que por primera vez en muchos años parece haber encontrado al menos un camino para terminarse.

 

Por supuesto que la presencia de Obama en Cuba no resuelve todos los conflictos entre ambos países. La isla sigue reclamando el fin del bloqueo/embargo y una fuerte compensación económica por los daños infligidos y también la devolución de Guantánamo, territorio cubano ocupado por EE.UU. donde funciona una cárcel para “terroristas” que el líder demócrata no puede terminar de cerrar.

 

Del lado norteamericano, también hay reclamos incumplidos para con el país caribeño. La “democratización” al estilo occidental y el cese del hostigamiento a los políticos opositores son dos de ellos. Otro punto importante es la compensación económica que piden los empresarios estadounidenses (o cubanos exiliados) por las propiedades que les fueron confiscadas por el Estado isleño en el marco de la Revolución.

 

Y tampoco Obama puede descuidar la fuerte oposición interna que hay para con su política de deshielo hacia Cuba. Los republicanos prometen deshacerla si llegan a la Casa Blanca en 2017 y la comunidad cubana exiliada está dividida. Muchos de sus integrantes marcharon por las calles de Miami contra la visita del presidente norteamericano. En Cuba, en tanto, no es visible una oposición al restablecimiento de relaciones con EE.UU., aunque Fidel Castro ha evitado opinar mucho sobre el punto y, a diferencia de lo sucedido con otros líderes mundiales, como el papa Francisco, el venezolano Nicolás Maduro o la ex presidenta argentina Cristina Fernández, Obama no tendrá la clásica foto con Fidel en ropa deportiva de la selección cubana. Negocio para ambos sectores, que necesitan contener de alguna manera a los desconfiados y a los críticos.

 

Finalmente, es ya público que el gestor del restablecimiento de este vínculo fue el Papa y, de hecho, apenas llegó a La Habana, lo primero que hizo Obama fue visitar al cardenal Jaime Ortega en el arzobispado. Ortega fue “correo” de los primeros mensajes entre los gobiernos cubano y norteamericano en las conversaciones preliminares que se dieron en Canadá, por supuesto, bajo el amparo de Francisco, que monitoreaba la situación desde Roma.

 

¿Pero cuál es el objetivo de ambos gobiernos más allá de la visible buena voluntad de los dos líderes –Raúl Castro y Obama–, que estrecharán sus manos por cuarta vez después de sus encuentros en Sudáfrica (funeral de Nelson Mandela), Panamá (cumbre de las Américas) y Nueva York (Asamblea ONU)?

 

Lo de Cuba es tal vez más claro. El sistema socialista funcionó económicamente mientras que la desaparecida Unión Soviética lo respaldaba con precios bajos de petróleo y manufacturas y compras generosas de productos primarios como el azúcar. Ya sin ese apoyo, con el bloqueo como telón de fondo, los problemas se multiplicaron y empezaron a amenazar seriamente la continuidad del armado político cubano. Se sabe que toda crisis económica desemboca tarde o temprano en crisis política.

 

La muerte de Hugo Chávez les confirmó a los experimentados dirigentes cubanos que el petróleo barato de Venezuela también se terminaría más temprano que tarde y que un acuerdo con el vecino poderoso era mejor opción que extender una lucha que probablemente, terminado el tiempo biológico de los Castro, finalizaría en derrota e imposiciones.

 

¿Y del lado norteamericano? ¿Renunció EE.UU. a extender su influencia en el mundo? Nada más lejos. Pero Obama, a diferencia de su antecesor, cree –Perón dixit- que lo que no puede hacerse por la fuerza se puede lograr con un abrazo, y ese abrazo se dará a través de los millones de turistas norteamericanos que, de consolidarse este proceso, visitarán la isla y llevarán la cultura americana a cuestas en sus valijas.

 

Esta cultura americana, confía Obama, logrará aflojar la rigidez del sistema político del socialismo cubano, al que ve a largo plazo incompatible con el turismo, la apertura económica, las relaciones diplomáticas regionales y globales, etc. El sistema americano es Mercado + Democracia indisolubles y ellos creen que uno lleva indefectiblemente al otro.

 

Y hay más datos que abonan esta hipótesis, más allá del caso puntual de Cuba. Kerry ya hace años que sepultó la Doctrina Monroe (aquella que justificaba la intervención militar norteamericana en la región) y Obama habla de América incluyendo todo el continente y no solo su país. La disputa, lo dijo Obama en Panamá, se da ahora en la llamada “sociedad civil”, ya no a través de oscuros dictadores.

 

El tema es que en Cuba creen exactamente lo contrario y miran con simpatía al modelo chino, donde las políticas de mercado son reguladas por el Estado y conviven con un sistema político y social más cercano al modelo comunista tradicional que a la democracia occidental.

 

¿Quién ganará esta puja? Tal vez no pasen tantos años y podamos comentarlo desde este mismo espacio.

 

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