ENFOQUE

Cuba, ante un nuevo escenario global

En un mundo donde las certezas se diluyen, la muerte de Castro agrega incertidumbre al proceso de reestablecimiento de relaciones entre EE.UU y Cuba, vector principal para avizar el futuro de la Isla.

Aunque gruñó desde las páginas del Granma -donde se había refugiado políticamente tras su apartamiento del poder formal y donde escribió, en ocasión de la histórica visita de Barack Obama a la isla, que "Cuba no necesita que el Imperio le regale nada"-, está claro que nunca obstaculizó el proceso que, con el impulso del papa Francisco, llevaron adelante el jefe de la Casa Blanca y su hermano y sucesor, Raúl Castro

 

Más aún, el acuerdo con EE.UU. fue la parte más visible de un proceso de apertura que empezó mucho antes y que cobró fuerza con la salida de Fidel pero no necesariamente "por" la salida de Fidel. Consciente de su "finitud" y de la identificación automática entre la Revolución y su figura, Castro eligió apartarse probablemente no porque se opusiera a una apertura inevitable sino para evitar lo que este sábado voceaban los exiliados cubanos en Miami: que la Revolución se termine con su muerte. 

 

Hace rato que los Castro y la cúpula del PCC eligieron para Cuba el modelo chino, que sintéticamente, sería apertura económica con mantenimiento del control político. Paradójicamente, el sueño húmedo de los economistas neoliberales.

 

Esa apertura no puede ser completa sin la participación estadounidense que, para bien o para mal, es parte indisoluble de la historia cubana. Como en un clásico futbolero argentino, la identidad revolucionaria cubana se construyó como oposición al "Imperio" y la identidad de la "América libre" siempre tuvo a Cuba y a Fidel como necesaria contraparte. 

 

El bloqueo o embargo económico contra la isla, como entendió finalmente Obama, no solo fue un fenomenal instrumento de presión política de EE.UU., sino que fue resignificado por Cuba como el orígen y la causa de todos sus visibles problemas de gestión económica obstaculizando un debate imprescindible para los que buscan una alternativa al capitalismo, sobre los déficits, errores no forzados, de la gestión estatal.

 

Pero, aunque sigue vivo Obama, también se fue con Fidel a la historia (y con otros diez presidentes norteamericanos) y el que asumirá el próximo 20 de enero es el impredecible Donald Trump, quien comenzó su campaña anunciando inversiones hoteleras en Cuba pero la terminó anunciando que cerraría la recientemente abierta embajada, propuesta más afín a las bases republicanas de la Florida que le dio su voto al magnate. 

 

En línea con esa posición, Trump despidió a Fidel con críticas. "Deja un legado de pobreza y fusilamiento", dijo. Sin querer, Trump le hizo un favor a Fidel. El viejo enemigo del Imperio no hubiera disfrutado que desde el otro lado lo saludaran con discursos de ocasión y mucho menos que concurrieran a su funeral como probablemente podría haber hecho Hillary si era elegida presidenta. 

 

Esos funerales, que el gobierno cubano ya anunció que durarán una semana, servirán para tratar de entender cómo sigue el futuro de Cuba. Si el acompañamiento internacional es masivo, Raúl saldrá fortalecido para negociar con un -por ahora- hostil Trump.

 

Y es importante remarcar el por ahora. Trump ya se ha desdicho de muchas de sus promesas de campaña y no extrañaría que hiciera lo propio con Cuba. Si los acuerdos con el líder ruso Vladimir Putin continúan (según denunció Obama, el servicio secreto ruso ayudó a la campaña de Trump) bien podría entrar Cuba en ese paquete de acuerdos. Este sábado, Putin fue uno de los más enfáticos a la hora de despedir a Fidel "un fiel amigo de Cuba", dijo. 

 

Aunque es temprano para certificarlo, el orden de la posguerra y su esquema de ordenamiento ideológico de izquierda y derecha estarían dejando su lugar a un nuevo eje que se explica mejor con el eje globalización versus antiglobalización. La elección de Trump y el Brexit se alistan en esa línea y esta por escribirse cómo se acomoda Cuba a este escenario.

 

Es oportuno recordar que la Revolución cubana nació en 1959 con una orientación reformista, cercana a los populismos de la época (Fidel estaba fichado por la CIA como un estudiante con simpatías peronistas) y que su posterior giro al comunismo, dos años después, fue motivado también por la situación política de la época. Ante la hostilidad norteamericana, los cubanos buscaron y encontraron el respaldo de la Unión Soviética, que, hasta ese momento, miraba desde afuera a Latinoamérica. 

 

Medio siglo después, un papa reformista y "populista" abrió la puerta para que Cuba pudiera dar un giro estratégico en su política. Fidel fue un líder revolucionario, pero siempre buscó conservar el poder. YRaúl se inscribe en la misma línea.

 

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