Antes de anunciar públicamente los primeros resultados, Florencio Randazzo habló con la Presidenta. Cuando llegó al Hotel Intercontinental, cerca de las 9 de la noche, Cristina Fernández de Kirchner ya estaba al tanto de que los números no le sonreían. La acompañaba su cuñada, Alicia Kirchner. La Presidenta fue directo al piso 19. Sólo un puñado de nombres tuvo acceso a la intimidad presidencial: Carlos Zannini, Juan Manuel Abal Medina, el propio Randazzo, Amado Boudou y Daniel Scioli tuvieron charlas personales con Cristina. Un piso más abajo, en el 18, ministros y dirigentes de primera línea esperaban, nerviosos, las indicaciones de la Presidenta.
“Acá alguien tiene que salir a dar la cara. Y rápido”, repetía un operador K, mirando las pantallas con los resultados, que mostraban cómo Sergio Massa aumentaba su ventaja. En lo alto del hotel se decidía quién sería el encargado de hablar públicamente. Algunos dirigentes especulaban con que podían ser los mismos candidatos quienes dieran un discurso para las cámaras, con Martín Insaurralde a la cabeza, algo que la Presidenta rechazó de plano.
Mientras tanto, la militancia joven bajaba el volumen. Había empezado la noche con cantos alentadores y estalló cuando el ministro Randazzo anunció que el Frente para la Victoria había sido la fuerza más votada en todo el país. Pero el aliento mutó en murmullo a medida que se fueron conociendo los resultados de cada distrito. Allí empezaron a aparecer las caras de preocupación. Los dirigentes que primero se habían mostrado sonrientes, aunque siempre cautelosos en sus declaraciones, optaron por el silencio, a la espera de las palabras de la Presidenta.
“Se perdió en distritos en los que no se pensó que se iba a sufrir una derrota. Y en otros en los que sabíamos que estábamos mal, pero no tanto. Hay que tomar nota, evidentemente hubo disconformidad en el armado de las listas en varios territorios”, decía por lo bajo un dirigente.
En el piso 18 Carlos Tomada, Daniel Filmus, Juan Cabandié, Julián Domínguez, Sergio Berni, Amado Boudou e Insaurralde, entre otros, analizaban los números. Las derrotas, en algunos distritos, o las ventajas demasiado ajustadas, en otros, superaban los análisis previos. Los resultados negativos de Avellaneda, Lanús, Quilmes, Tres de Febrero, Merlo y Moreno, aunque esperables, fueron motivos de malestar. La victoria apretada en La Matanza y Lomas de Zamora, también. “Pensábamos que Insaurralde iba a ganar por más votos”, aseguró un operador. Pero el intendente de Lomas de Zamora no fue destinatario de los enojos. Por el contrario, la mayoría de los dirigentes le reconoció su esfuerzo y dedicación en la campaña y el hecho que, habiendo partido de un alto nivel de desconocimiento, hubiera llegado a los 30 puntos. Tampoco hubo bronca hacia los intendentes ni especulaciones sobre el llamado “voto traición”. “Acá hay un problema más de fondo, político y estructural”, analizó un dirigente cercano a la Rosada.
El desempeño kirchnerista en la ciudad de Buenos Aires no fue cuestionado. “Nos fue bastante bien. El Pro pensaba que arrasaba y resulta que no fue así”, le decía a LetraP María “Pimpi” Colombo, candidata a senadora suplente por la Ciudad y estrecha colaboradora de Guillermo Moreno, quien no estuvo presente anoche en el búnker oficialista. El kirchnerismo consideró que el desempeño de Filmus estuvo dentro de lo esperado y que el de Cabandié no fue tan malo como vaticinaban las encuestas. Ahora, confía en que los votos que Rodolfo Terragno y Alfonso Prat Gay cosecharon dentro de la alianza UNEN no se trasladen a Pino Solanas, sino a Gabriela Michetti. Así, el Pro seguiría siendo la primera fuerza en la Ciudad y el Filmus conservaría su banca.
“Nosotros venimos a reforzar el proyecto de la Presidenta, no estamos acá por proyectos personales”, analizaba Colombo, en sintonía con el anuncio del triunfo del FPV a nivel nacional. Mientras, el clima se fue poniendo ansioso, a la espera de las palabras de Cristina. “Va a hablar después de que lo haga Massa”, anunciaba un vocero de la Rosada, que ponía paños fríos a la situación. “Hay que trabajar para revertir esto en octubre, no nos desesperamos. Cristina tiene temple para manejar esta situación, está tranquila”, aseguraba.
Pasadas las once y media de la noche, la Presidenta apeló a un discurso suave sobre el escenario montado en el Salón Montserrat. La militancia volvió a encenderse para alentar a su jefa política y los dirigentes hicieron un esfuerzo para mostrar un entusiasmo desbordante, aunque las caras de preocupación volvieron a aparecer después del discurso. A las 2 de la mañana, la Presidenta ya estaba en Olivos. Hoy la esperaba un largo día de análisis de la derrota.
Por Gabriela Pepe
@gabyspepe
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